“El Olimpo vacío” es el título de un documental del argentino Juan José
Sebreli, y en el mismo asoma cuatro grandes mitos que afectan a su país, como
consecuencia de una confusión entre neopopulismo e izquierda, es decir, el
socialismo, y distingue al mismo tiempo dictadura de fascismo. Esta última
–refiere – al rememorar las dictaduras militares de su país los años 60-80, que pese a ser genocidas no fueron fascistas
y por el contrario, señala que existen afinidades entre el fascismo de
Mussolini y los populismos latinoamericanos, mediante la movilización de masas,
propaganda con gran despliegue escenográfico,
como en los funerales de Evita – al igual que el de Chávez en nuestro
país – amén del asistencialismo, clientelismo y la llamada “democracia
plebiscitaria”, todo lo cual abre expeditamente el camino fácil hacia la corrupción
en el entorno del poder.
Nuestro país, golpeado por innumerables males y el atropello a su dignidad
desde hace años, clama por que se remedie la situación y que no vacilemos entre
el temor y la esperanza, el acierto y el error, la ventura y el riesgo, y que
las leyes se apliquen en estricto apego a la Constitución, como sólo en un
verdadero estado de derecho se ejerce democráticamente.
Montesquieu, en 1748, hace más de 250 años, señalaba que hay tres clases de
gobierno: el republicano, el monárquico y el despótico. En este último, el
poder lo ejerce uno solo, que es el que gobierna, pero sin ley ni reglas, pues
gobierna al soberano según su voluntad y sus caprichos.
David Hume, filósofo escocés, en su
“Indagación sobre los principios de la moral” (1752) sostuvo que el progreso de
las naciones se funda en un principio: el cumplimiento de los contratos,
principio éste ya acuñado por los romanos en la consigna “pacta sunt servanda”,
(los pactos deben honrarse). La vigencia de este principio distingue a las
sociedades civilizadas (donde impera la confianza), de las hordas bárbaras
(donde impera la espada)”.
John Locke señaló en 1760 que la
sociedad civil se funda sobre un contrato social el cual llamamos
“Constitución”. De él, y sólo de él, derivan las leyes. En éste se honra el
contrato, la Constitución y las sociedades se desarrollan. Es necesario
resaltar que cuando se las desprecia o ignora, impera la barbarie, cuyo fruto
envenenado es el subdesarrollo.
Los venezolanos vivimos momentos de
confusión. La perversión del orden constitucional que día a día observamos,
está destruyendo las bases morales, institucionales y éticas. Se observa que el
populismo “cala hondo”. Manipula al pueblo para satisfacer al caudillo de
turno. Pretende mantener una sociedad sin contradicciones, sin disenso, sin
pluralidad. No ama la democracia, la soporta. En el populismo siempre molesta
la división de poderes, la alternabilidad política, la independencia de la
justicia. Inyecta pereza en el pensamiento y atrofia la lógica.
Con tristeza y dolor percibimos que somos parte de un país en el que se
auspicia la ignorancia, reaparecen los fantasmas del desabastecimiento, la
carencia de seguridad, de la inflación cínicamente negada, de la imposibilidad
de brindar a los más necesitados un servicio de salud que les permita disfrutar
la vida con optimismo en esta Patria nuestra tierra de promisión y futuro. A
ello se suma, como el Leviatán descripto en el libro de Job, la ya endémica
corrupción que desprecia la ley e instaura el culto al coraje, representado en la
llamada “viveza criolla”, la trapisonda, y el exhibicionismo farandulero, con
declaraciones retóricas y vacías que conllevan promesas incumplidas.
Demóstenes afirmaba: “El altar más bello, el más santo, es el corazón del
hombre honrado”. Sintámonos pues orgullosos de nuestro gentilicio, y
alejémonos de los caminos sinuosos o sesgados luchando contra la mediocridad y
la mentira, canalizando siempre nuestros esfuerzos hacia el logro de una
verdadera paz, que nos permita alcanzarla con la tranquilidad y felicidad
deseada.
Este régimen populista ha perfeccionado la manera de forzar las normas
constitucionales, para permitir su reelección una y otra vez. El libreto
socialista del siglo XXI se sustenta exclusivamente en la disponibilidad de
recursos. Nuestro país ha tenido la mayor bonanza económica de su historia,
acompañada del mayor despilfarro y desperdicio de recursos experimentado por
país alguno. En los 15 años de la llamada revolución socialista del siglo XXI,
bolivariana, marxista y por ende comunista, como lo afirmara Fidel Castro en
entrevista a una periodista de VTV hace poco más de uno año, el consumo venezolano subió tres veces más
que la producción, generando en consecuencia una vulnerabilidad alimentaria,
que de proseguir como hasta los actuales momentos, generaría una hambruna en la población que
clama por los alimentos en largas colas en mercados y supermercados. Una
evidente demostración de que para quienes detentan el poder, la llamada
soberanía alimentaria, no pasa de ser un pretexto demagógico para mantenerse.
Por último, el populismo le ha servido al gobierno para pretender crear un
culto religioso, manipulando groseramente los sentimientos de las masas afectas
al fenecido presidente. A ello se suma, el secuestro de todos los poderes del
estado: Legislatura, Judicial, CNE, TSJ y FF.AA, cuyos personeros una y otra
vez han manifestado que “nada, absolutamente nada que contradiga la revolución
será aceptado”.
Se niegan a admitir que más de la mitad del país votó por un candidato al
que con mil y una triquiñuelas le burlaron el triunfo, y ello permanece latente
en la mente de quienes sintieron estafada su voluntad democrática.
Pese a todas las vicisitudes los
venezolanos estamos obligados a de defender
nuestros derechos y libertades, pues son la membresía de nuestra propia identidad.
careduagui@yahoo.com //@_toquedediana
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