Visito al Padre Eulacio en su casa
parroquial. Le llevo de regalo el
extraordinario libro de Carlos Ruiz Zafón “El juego del Ángel”, una maravillosa
obra de suspenso, magia y drama en más de 600 páginas y que he devorado en una
semana. Nuestra conversación transcurre amena, sin pausa, intensa, sobre la
situación del país y como el tema se hace pesado y agotador, desvío su atención
algunas anécdotas de la vida del protagonista de la obra que obsequio, David Martín, un enigmático escritor envuelto
en dramas de la Barcelona de los años 20.
“Mira Luis, ya tendremos tiempo de hablar de
este libro. Pero quiero mostrarte ahora mi lectura personal de este
Domingo…” y me saca desafiante una
edición del Catecismo de la Iglesia Católica, minuciosamente subrayado y en
cuyas páginas me destaca, leyendo en voz alta:
“Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. El ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar lo que es contrario a la dignidad de las personas y la lay natural”…
Continua el Padre Eulacio: “Quiero que te detengas en esto”. Y fija
sus lentes en el catecismo:
“El poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona humana. Y a administrar humanamente justicia en el respeto a los derechos de cada uno, especialmente el de las familias y el de los desheredados. Los derechos políticos inherentes a los ciudadanos pueden y deben ser concedidos según las exigencias del bien común. No pueden ser suspendidos por la autoridad sin motivo legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos está destinado al bien común de la nación y de toda la comunidad humana”.
Retoma el Padre Eulacio los temas que
abordamos al principio de mi visita.
Al presbítero le cuesta entender la
parafernalia y show que se monta desde el poder, distrayendo la atención de los
principales problemas del país.
“Si no hay alimentos, si la vida cada día vale
menos, si hay inseguridad, si la gente anda paranoica buscando una solución a
sus problemas cotidianos, porque los gobernantes no se concentran de una vez
por todas en la atención y el respeto a los derechos fundamentales de la
persona humana, como bien nos ordena el evangelio y la palabra de Dios. Esto es
una norma básica, sencilla que se traduce en que los políticos deben ser
servidores de sus semejantes y solamente buscar el bien de la nación y de la
comunidad humana, como reza el catecismo”.
El Padre indignado deja colar el
nombre de Simonovis y lo toma como ejemplo de que se ha perdido todo sentido de
caridad y de misericordia y hasta los elementales conceptos de humanismo y
clemencia.
Me despide en la puerta de la casa
parroquial. “Hasta que no se acabe este show que se monta en nombre del
gobierno y de la oposición y se entienda que la política es servicio a nuestros
semejantes, no saldremos de este atolladero querido Luis, no saldremos” Yo me
quedo pensando en la profundidad de sus palabras y si en algo de eso, pensó
David Martín en su drama de “El juego del Angel”
@luishomes
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