Las estructuras pretorianas del gobierno se están
moviendo con cautela pero con la necesaria contundencia para propinar golpes que
afecten la credibilidad de la oposición. Las iniciativas adoptadas contra el
diputado Mardo, luego contra Oscar López y las continuadas amenazas al
gobernador de Lara, Henri Falcón, entre otras tantas medidas, buscan debilitar
a las fuerzas opositoras de cara a las elecciones del 8 de diciembre.
A estas amenazas se suman presiones para
ejercer un control más férreo sobre la planta televisiva Globovisión, quien no
había dado los pasos necesarios para satisfacer las exigencias del oficialismo,
que no acepta el 1x1 sino la desaparición absoluta de la oposición de la
programación. Ahora con las salidas de Chuo Torrealba y del amigo del dueño,
Leopoldo Castillo, dejan la mesa servida para el control de la televisora.
Los oficialistas confrontan una seria amenaza. Por una
parte, una guerra interna entre una suerte de carteles que se dirigen desde
Miraflores y desde Capitolio. Como en los tiempos de la mafia en Chicago se
disputan, en vez de zonas para el contrabando y otras fechorías, ministerios, y
dependencias públicas desde donde se realizan grandes negocios. Ya lo dijo
Maduro: ¿quiénes son los boliburgueses? El brinco que debió haber dado el jefe
de la comarca de Capitolio fue tan grande que armó el despreciable y abyecto
espectáculo de la AN con el fin de debilitar aún más la imagen de la banda de
Miraflores. Por cierto, dónde anda el presidente de PDVSA: silencioso,
escondido o tal vez cauteloso.
Pero sobre ambos bandos -bandas, carteles, mafias o como
mejor prefiera calificarlas- pende amenazante el 8D igual que el personaje de Los
Intocables, Eliot Ness, sobre Al Capone. Mientras se vigilan y se espían para
librar una batalla por el control del negocio público, las bases chavistas
andan alzadas contra las designaciones de candidatos. No tiene auctoritas
Maduro para imponer a dedo candidatos, pero además Cabello azuza el descontento
y la rebelión.
En esas circunstancias la oposición tiene una oportunidad
extraordinaria para lograr unos resultados que coloque al oficialismo contra la
pared. Antes lo había escrito: la oposición no logrará ganar en la mayoría de
los municipios, sin embargo, puede terminar obteniendo muchos más votos y
ganando las alcaldías más importes del país. Sería un triunfo muy significativo
y en esa dirección deben dirigir la mirada las fuerzas progresistas. Hay que
dejar al gobierno huérfano de alcaldías en el área metropolitana y ganar las
principales ciudades del país.
El gobierno continuará afilando la daga, las amenazas no cesarán pero los días no dejarán de transcurrir y el 8 de diciembre indefectiblemente hará acto de presencia. Las mesas electorales abrirán a los electores para posibilitar, a partir de entonces, un futuro más promisorio. La derrota del oficialismo es una posibilidad que debe ser construida. El destino no existe sino un futuro que se va edificando con acciones y decisiones que conduzcan a facilitar el objetivo deseado. Esa es la tarea que deben emprender los sectores democráticos y progresistas que aspiran una Venezuela pluralista, inclusiva y de plenas libertades.
@leomoralesP
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