domingo, 11 de agosto de 2013

ISAAC VILLAMIZAR, APRENDER A PERDER

En la vida ganamos y perdemos. Las ganancias nos dan alegrías. Las pérdidas nos incomodan y nos causan frustración. Perder y ganar es el juego permanente. Desde pequeños se nos habla del éxito, de los triunfadores, de los imbatibles, de los campeones. Pero poco se nos instruye que para ganar hay que perder. Y cómo afrontarlo, menos.  No se nos enseña a perder, porque se nos inculca que el mundo es de los poderosos, de los que nunca se dan por vencidos. Craso error. Es la idea absurda de que sólo el trofeo nos da felicidad.
Más sabio sería que desde niños se nos dijera que reconocer la derrota y saber aceptarla es signo de inteligencia. Muchas veces hace falta la resignación cuando perdemos algo que escapa realmente de nuestro control, de nuestro dominio. Llega la hora de renunciar a aquello que jamás llegará en el futuro. Eso es el sentido de la trascendencia. 
¿Por qué nos duele tanto perder? Porque estamos amarrados, en extremo, a las cosas materiales como a las inmateriales. Queremos poseerlo todo. De la ambición pasamos muchas veces a  la codicia. Y tal como la afirma Rafael Santandreu, desde el punto de vista psicológico, las pérdidas intangibles son peores que las tangibles. Si se va la alegría, el éxito, el amor, la aceptación, eso nos causa un desespero peor que perder una casa con piscina, porque las cosas inmateriales son más difíciles de definir, de medir, de acotar.  ¿Y por qué nos cuestan tanto las pérdidas? 
Quizá la respuesta nos la ofrece Walter Riso cuando nos cita al maestro Eckhart, el famoso dominico, místico, teólogo y filósofo alemán de la Edad Media, quien enseñó a desapegarnos de todo, bajo tres postulados: no querer nada, no saber nada y no tener nada. No querer nada, en el sentido de no codiciar, es decir, no amarrarnos de manera desordenada a las riquezas, incluso al cielo, a las cosas buenas y a la santidad. No saber nada, en el sentido de no aferrarse al conocimiento como una forma de exacerbar el ego. Significa no acumular conocimiento, sino más bien cultivar el conocer como proceso. 
Riso agrega que pensar es mejor que tener pensamientos. Quiere decir que el hombre debe desocuparse del conocimiento para descubrir la verdad. Es que ningún conocimiento humano nos asegura y garantiza con certeza la felicidad total. Mejor dicho, el sabio no sabe que es sabio. 
No tener nada en el sentido de estar libre de las cosas y disminuir las necesidades que tenemos. Es en las situaciones límites, en una enfermedad grave, en un exilio forzoso, en una guerra, en la pérdida de un ser querido, en un revés económico, cuando nos damos cuenta que infinidad de cosas que defendíamos a muerte, de nada sirven en la vida,  que hay bienes que nos sobran, que tenemos de más y que a ellas nos hemos apegado sin sentido.
Lo prudente, lo sabio, lo que nos orienta a la felicidad es aprender de las pérdidas, de los fracasos, de las equivocaciones. Como afirma Carlos Saúl Rodríguez, los errores tienen una cara nueva cuando a partir de ellos podemos rectificar y re-aprender, revisarnos y adaptarnos a nuevos esquemas. Se gana o se aprende. 

Y no hay derrotas, sino experiencias y aprendizajes. Es que cuando te levantes, serás un nuevo ser, fuerte y dueño de una nueva visión, de un refulgente amanecer interior, de un nuevo sentir de la vida.  

isaacvil@yahoo.com

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