Llego tarde al comentario, lo sé; es que la cloaca se reventó el martes pasado, exactamente el día en que salen mis artículos. Pero no puedo dejar de glosar lo de la bochornosa sesión de la asamblea nacional (minúsculas ex profeso), lugar en el cual pareciera haber un torneo para probar cuán bajo se puede llegar para defender al régimen. Desde que el difunto impuso el estilo de matón de barrio en las actuaciones públicas, las intervenciones de los rojos —que no pasan de ser malos imitadores, Nicky incluido— son, mayormente, escatológicas; la coprolalia es lo que abunda.
Que nadie se equivoque, lo que pasó no fue un producto de la emoción en el debate: estaba planificado así. La prueba es la aparición de “Ojitos Bellos”, días antes, invitando por los medios a no perderse la sesión de marras. Lo que se buscaba era causar el mayor escándalo posible para servir de mampara que tapase el desastre en el cual ellos han zampado al país. Que no es solo económico, con anaqueles vacíos y contenedores pudriéndose, sino que trasciende hacia lo social, con sus miles de asesinatos (algunos de ellos ejecutados por uniformados), con sus hospitales colapsados, con la infraestructura vuelta flecos.
Y pensaban que lo podrían lograr si ponían al rey de la descalificación y el denuesto a vomitar infundios tabernarios, viles, en el hemiciclo; lugar que en el pasado escuchó argumentaciones dignas, por más pugnaz que fuese la discusión. Donde alguna vez se escuchó a Andrés Eloy, Úslar, Jóvito, Calvani y Machado —por poner solo uno de cada tendencia— ahora desbarran y dicen sandeces unos gaznápiros que sufren de “halitosis del intelecto. Eso, presumiendo que tuviesen cerebro”, para usar las famosas frases de Harold Ickes. Encomendar a Pedro Carroña esa diligencia era una garantía para ellos de que los niveles de bajeza iban a estar por debajo de los del Mar Muerto. Es el colmo de la desfachatez y la descortesía poner a la misma persona con pasado dudoso, que negó lo de Montesinos, que afirmó lo de Direct TV como instrumento de voyeurismo, que falseó pruebas en lo de Mardo, a que ahora venga a calumniar a figuras destacadas que se les oponen políticamente. Y lo hace con su cara muy lavada, con sus zapaticos de Gucci, sus corbatas de Hermes y sus trajes de Armani para añadir oprobio a la injuria.
Poner a Cabello y a Carroña como adalides de la decencia administrativa es por lo menos un oxímoron. Y hasta una antinomia. Ambos han dado demostraciones más que descaradas de boyancia económica desde su figuración en el régimen. Y que se relievan aún más si se tiene presente que ambos provienen de humildes hogares provincianos y que sus carreras quedaron truncadas después de las asonadas del año 92, en las que fueron partícipes, con las que intentaban dar traste a la constitucional y que causaron centenares de muertes. Ambos todavía tienen asuntos pendientes —aunque la fiscala alcahueta tiene archivadas las denuncias. El uno, lo de sus trapicheos en la Gobernación de Miranda; el otro —famoso por sus derroches y mal gusto cursi—, por lo del negociado con las cédulas“made in Cuba”. Esas dos causas, como mínimo…
La jugada la ven clarita hasta los más obcecados y simples de mente de los psuvistas —creo que entro en un pleonasmo aquí. Lo que se intenta es disminuir la paliza que van a recibir el 8-D. Y la ejecutan a pesar de que está llena de contradicciones. ¿Cómo es eso que se acusa de corrupción a quienes —por estar precisamente en la oposición— no han manejado fondos públicos en estos infames y largos quince años? Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Acusan a Caldera por recibir dinero de un particular para una campaña —que parece que no es delito, y que todos los políticos pasados y presentes han recibido— pero nunca dijeron nada de lo que ha sucedido dentro del régimen, empezando por los millones que un banco español le dio —durante la campaña y luego de recibir el cargo— al comandante eterno que falleció , siguiendo con los latrocinios tipo Plan Bolívar 2000 y llegando a las “discrecionalidades” con las que se manejan los fondos chinos, los dineros de Pdvsa, las compras de sistemas de armas y las “triangulaciones” con Cuba.
Para hacer creer que lo del combate a la corrupción va en serio, inventaron su versión moderna del chinito de Recadi y capturaron a unas sardinitas; pero los tiburones todavía andan por la libre. Y nada les pasará porque los diputados que hacen mayoría —tan ineficientes como bocas-de-cloaca— tienen una mora en la elección de un nuevo contralor que reemplace al Ruffián (más de dos años), los magistrados del TSJ y los rectores del CNE. ¿Para qué, si los que tienen ahora les complacen en todas sus marramuncias? Y más: son sus cómplices en sus planes de entronización del despotismo, el envilecimiento social y la negación de las realidadeseconómica y social...
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