viernes, 2 de agosto de 2013

FRANCISCO JOSÉ VIRTUOSO SJ, EL SERVICIO DE LA IGLESIA

En América Latina hemos recibido la buena noticia del reciente encuentro del papa Francisco con los jóvenes participantes en la Jornada Mundial de la Juventud en la bellísima playa de Copacabana, en Río de Janeiro. El escenario no podía ser más paradisíaco. La convocatoria rebasó con creces las estimaciones de los organizadores. Se calcula que en la misa de clausura del evento participaron unos 3 millones de personas.

El Papa fue el centro, desde su salida de Roma hasta el último momento de su despedida copó la escena. Sus gestos cálidos y sencillos, su cercanía a la gente, su palabra clara, directa y contundente, siguen impresionándonos a todos. Creo que la razón última de todo ello es su capacidad de empatía, su profunda cercanía y horizontalidad, su sinceridad y bondad.

Este Papa ha logrado transmitir ese deseo genuino de la Iglesia por estar en el corazón de los problemas de la humanidad, codo a codo con los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y las mujeres de hoy. Es hombre del Concilio Vaticano II cuyo énfasis está en su preocupación pastoral: como el mensaje del Evangelio se trasmite hoy para la gente de hoy, al estilo de Jesús de Nazaret, desde la sencillez del Dios que se hace hombre en medio de los hombres.

En su encuentro con el equipo coordinador de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, habló de las tentaciones que debe superar la Iglesia católica para ser fiel a su misión de servicio. Allí insistió en que no debemos reducir el cristianismo a una ideología sociológica, subordinando a ella la fe y sus expresiones religiosas. El autentico servicio a la humanidad de un cristiano implica que el Evangelio siempre ha de conservarse como un absoluto desde el cual se juzgan las interpretaciones de la realidad y los proyecto s políticos. Esa libertad de los hijos de Dios no se puede hipotecar bajo ningún concepto.

El Papa también señaló ante los obispos del Celam otras tres tentaciones muy frecuentes en la Iglesia: reducir la practica pastoral al ejercicio de métodos de autoconocimiento y autoayuda, hacer de la Iglesia y su servicio una suerte de ONG, asumiéndose como una empresa de diversos servicios sociales y, la más común, la enfermedad del clericalismo: la Iglesia es de los curas y su ámbito de actuación no va más allá del templo y la sacristía.

Solo superando sus tentaciones la Iglesia puede ser una auténtica comunidad al servicio de la gente, especialmente de los pobres. Su método es la misericordia: como lo enseña el Evangelio según San Lucas, salir al encuentro del otro, haciendo de ese otro nuestro prójimo. Esta actitud de fondo es la que la convierte en interlocutora del mundo actual.

fjvirtuoso@ucab.edu.ve

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