viernes, 23 de agosto de 2013

DIEGO BAUTISTA URBANEJA, HORA OFENSIVA

Se requiere un lenguaje agresivo, asertivo, seguro de sí, que ataque al gobierno sin descanso

El gobierno quiere disimular su profunda debilidad y su desastrosa gestión, bajo el ropaje de una política de agresión, persecución y amedrentamiento. Quiere compensar el descontento social que hay en todo el país y la inconformidad que hay entre sus propias filas, con esos enviones con los que quiere arrinconar, amenazar y perseguir. Y sobre todo, quiere ocultar su debilidad y su temor. Como decía Jesús "Chuo" Torrealba, comentando la salida del aire de sus programas televisivos "Del dicho al hecho" y "El radar de los barrios", eso no revela un gobierno poderoso que saca del aire lo que quiera, sino un gobierno temeroso que no puede arriesgarse de que estén en el aire programas como esos. No podemos permitir que logre ese cometido. Ante la andanada de agresiones y amenazas oficialistas contra ella, la oposición democrática tiene que tomar la ofensiva. Atacar sin tregua al desastre gubernamental, usando palabras directas, que expresen lo que la gente siente en su vida cotidiana.

Los especialistas pueden ayudar. Sobre todo si logran dejar de lado el complicado lenguaje de sus disciplinas y emplean un lenguaje más cotidiano, penetrante y más en conexión con el habla con el que la gente dialoga consigo misma.

ASERTIVO, AGRESIVO

Pero en eso el peso principal cae sobre los hombros de la dirigencia política. Le corresponde a ella pasar a la ofensiva. Enviar al país, para empezar, el mensaje claro y sencillo de que el gobierno no puede acallar a la oposición y que ella está en capacidad de responder y poner al gobierno a la defensiva. En este momento se requiere un lenguaje agresivo, asertivo, seguro de sí, que ataque al gobierno sin descanso, sin edulcoramientos, sin concesiones, por los enormes boquetes que en todos los flancos ofrece la gestión de Maduro. Un gobierno como este tiene que ser puesto en jaque día tras día por una oposición que no le dé cuartel.

La meta es siempre la de convertirse en indudable mayoría. El ocho de diciembre es la próxima estación de la ruta que lleva a ese destino y hay grandes posibilidades que allí mismo esa meta se haya alcanzado. Para ello hay que poner en acción la dupla de atacar la gestión del gobierno de modo implacable, y ofrecer a la vez una alternativa superior. Hay que concentrarse en la meta de lograr esa mayoría y concentrar todas las energías en el uso de los dos instrumentos mencionados. Atacar duro a lo que es un pésimo gobierno y proponer soluciones: así es que se crece.

DEJAR DE LADO

Lo que menos conviene en tal sentido es complicar las cosas, añadiendo metas, temas y debates que enredan el mensaje y consumen energías. Todo eso tiene que ser dejado de lado.

Ya se resolvió el problema de las candidaturas unitarias para diciembre. Los candidatos entrarán en campaña. Cuentan con sus propias cualidades y conocimiento de los asuntos locales, y con cosas como las bases programáticas que la MUD ha elaborado para que los candidatos ofrezcan al electorado una propuesta a la altura de los problemas. Por ese lado de las cosas, tendremos una intensa campaña electoral que puede rendir muy buenos frutos.

Pero eso tiene que ser completado con esa ofensiva política nacional a la que me he estado refiriendo y cuya responsabilidad está sobre los dirigentes políticos nacionales. Ello enfrenta obstáculos prácticos que están a la vista. Para empezar, el uso abierto de la persecución. Luego está el cerco comunicacional, que ha privado a la oposición de algunos de sus más importantes canales de comunicación. Ello pone a la dirigencia política ante nuevos niveles de exigencia en cuanto a la sencillez y la garra del mensaje opositor, el uso de medios alternativos, la coordinación de la ofensiva por parte de los distintos dirigentes, el nivel en el que debe ubicarse Capriles, todo ello montado sobre la indomable realidad de unos problemas que a los ojos y experiencia de la maltratada mayoría del país se amontonan y se agravan. Es momento para que la dirigencia opositora reflexione con fuerza y tome decisiones reales sobre esa agenda que tiene entre manos.

Nadie ignora los riesgos que se corren, especialmente los que corren quienes están en la primera fila de la lucha política, ante un gobierno desesperado por hacerse aparecer como fuerte. Pero no es una actitud defensiva la que disminuirá esos riesgos. Al contrario. Ante un gobierno sin brújula, sin líderes, sin soluciones, es la hora de la ofensiva.

 dburbaneja@gmail.com


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