Cristina
Kirchner dinamitó ayer el principio sobre el cual, en los últimos dos años,
asentó sus iniciativas más relevantes. La idea de que ninguna posición pública
merece respeto si no está convalidada por los votos.
En
el segundo discurso posterior a las primarias del domingo pasado, la Presidenta
explicó que quienes ganaron representan meros intereses. Sólo el Gobierno
expresa la voluntad popular. Aun cuando pierde las elecciones.
La
Presidenta propuso la clasificación habitual. De un lado está el oficialismo,
es decir, la democracia. Del otro, los poderes fácticos. El cuadro no se
modifica aunque los votantes cambien de preferencia. Si el que gana una
elección no pertenece al Frente para la Victoria, seguirá siendo un delegado de
"los dueños de la pelota". Un "suplente". Aunque se vuelva
minoritario, el kirchnerismo seguirá siendo la voz del pueblo.
Esta
concepción se sostiene en un axioma que la señora de Kirchner volvió a exponer
ayer: los que no votan a sus candidatos son personas confundidas que advertirán
el error cuando ya no haya remedio. En sus palabras: "La gente no tiene la
culpa tampoco. Cuando se dan cuenta después, siempre es tarde. Se dieron cuenta
cuando perdieron el laburo, cuando les bajaron el sueldo, pero ya es
tarde".
Con estos argumentos, la Presidenta cruzó una delgada línea roja. Después de haber avanzado sobre los medios y sobre la Justicia con la bandera de la "democratización", postula que sólo existe un poder democrático: el de ella.
No debería sorprender. En el año 2007, su llorado Hugo Chávez
reconoció su derrota en un plebiscito diciendo que la de sus rivales había sido
"una victoria de mierda". Y en 1973, muchos de sus actuales
admiradores y funcionarios convalidaron la insurgencia de Montoneros contra
Juan Perón, que venía de obtener el 61,85% de los votos. El asesinato de José
Ignacio Rucci fue la manifestación más escandalosa de esa soberbia armada.
Aunque
el oficialismo perdió votos en muchos distritos, la Presidenta aludía ayer a la
victoria de Sergio Massa, a quien presentó como un títere de los industriales,
los sindicatos y los bancos. Mencionó en especial a Jorge Brito, reconocido
amigo de Massa, que se hizo célebre en WikiLeaks como "el banquero de
Néstor". Más tarde, vía Twitter, explicó que el intendente prepara un
"Plan Duhalde II. Con carita más joven. Si hasta tiene su «chiche». Yo me
acuerdo. Era Senadora".
Corolario: Cristina Kirchner enhebró ayer insinuaciones y razonamientos para advertir que cualquiera que le gane las elecciones está dando, en realidad, un golpe, como el que Duhalde habría protagonizado en 2001 contra Fernando de la Rúa.
Esta
presentación de los hechos profundiza alegatos más antiguos. Igual que cuando
el sector agropecuario protestó contra las retenciones; igual que cuando Julio
Cobos votó no positivo; igual que cuando los medios recurrieron a la Justicia
para reclamar por sus derechos; e igual que cuando la Justicia reconoció los
derechos de los medios, el Gobierno se presenta como víctima de un movimiento
destituyente. La novedad es que ahora ese proceso lo lleva adelante el
electorado en comicios impecables.
Además
de estar viciado por el mesianismo, el guión de la Presidenta peca de
inverosímil. Se podría polemizar sobre la densidad democrática de candidaturas
que se sostienen sólo en la exposición mediática y en millonarias campañas de
marketing. Pero Massa representa a un grupo de intendentes y sindicalistas que
hasta anteayer formaban parte del Frente para la Victoria. Y ganó en un
electorado que en las últimas elecciones votó por Cristina Kirchner.
Es
evidente que muchos gremialistas, industriales y banqueros prefieren que
triunfe Massa y no el Gobierno. Ese fenómeno debería interpelar a la Presidenta
sobre la dificultad para convalidar su agenda ante segmentos muy importantes de
la sociedad, que son cruciales en su arquitectura de poder. Por dar un ejemplo:
el senador Marcelo Fuentes, abanderado de la "democratización" de la
Justicia, salió tercero en Villa La Angostura, donde vive y todos lo conocen.
Inexplicable victoria de los dueños de la pelota.
Sería
incorrecto menospreciar las deformaciones conceptuales y políticas de la visión
presidencial. La descalificación de un triunfo electoral ajeno vuelve más
enigmática la oferta del general César Milani de convertir al Ejército en un
engranaje del "proyecto nacional y popular".
Otra
novedad relevante es que Cristina Kirchner no está dispuesta a brindar a sus
propios seguidores una estrategia distinta ante una escenario que ha mutado.
Los demacrados gobernadores que concurrieron a Tecnópolis con la expectativa de
participar de una discusión política regresaron a sus provincias con la
denuncia de un complot ya remanido y, para justificar el viaje, la llave de una
camioneta.
La
Presidenta, que ya se había encapsulado respecto de quienes no piensan como
ella, ahora se aísla de quienes la sostienen. La derrota desató una divergencia
con dirigentes que ignoran adónde los están llevando. Omar Viviani declaró ayer
que la CGT oficial estará con el que gane las elecciones. Y el ex intendente de
José C. Paz Mario Ishii se desahogó en una entrevista con el diario Ámbito
Financiero que tal vez sea el preludio de un acuerdo inminente con Massa.
Para
Ishii, que fue una pieza clave del entramado oficialista en el conurbano,
"el problema fue darle el manejo de la campaña a La Cámpora, porque esos
pibes nunca hicieron una elección". Otros responsables de la derrota
fueron, según este caudillejo, "el jefe de Gabinete, la Casa Rosada, los
ministros, todos los que dicen lo que hay que hacer, pero después no saben qué
es lo que pasa porque nunca bajan al territorio".
Ishii
se queja de un método de trabajo que es la derivación inexorable de una
interpretación cesarista del liderazgo. La explicó una vez Gabriel Mariotto:
"La única titular de los votos es la Presidenta". Los intendentes,
los gobernadores, el partido, son aleatorios. Sólo se los tiene en cuenta si
los votos no aparecen. Por ejemplo, desde el domingo la señora de Kirchner
culpa a Julio De Vido porque el dinero derramado no rindió lo prometido.
Los
resultados del domingo demuestran que muchos dirigentes despegaron del Gobierno
al presentir una derrota. La diferencia entre los votos obtenidos por Massa y
los que sacó la lista de diputados provinciales del kirchnerismo en el sur del
Gran Buenos Aires no se explica sin un voluminoso corte de boleta preparado por
intendentes oficialistas. Ese tijeretazo puede ser el anticipo de un
corrimiento mayor, movilizado por el temor a que no sólo Francisco de Narváez
sino también Martín Insaurralde obtenga menos votos en octubre que en las
primarias.
La
arenga de Tecnópolis desafió, además, las reglas del marketing. Los gurúes
Martín Mercado y Carlos "Pucho" Mentasti habían recomendado a la
Presidenta no referirse a Massa durante toda la campaña. Pero el amor es más
fuerte. El acto de ayer fue contra Insaurralde.
La
autoridad de Cristina Kirchner sobre el PJ está siendo amenazada. Además de
desconfianza en la estrategia electoral, muchos gobernadores pagan el costo de
una política económica agotada. El rechazo que se verificó en Mendoza, San
Juan, Catamarca, La Rioja, Neuquén y Chubut a las boletas del oficialismo es el
castigo a un programa que asfixia a las economías regionales. ¿Cuánto más
durará la mansedumbre de los gobernadores afectados?
Massa
pretende expresar ese fastidio: ya pidió la cabeza de Moreno. Ha sido en vano.
La Afsca, que no dictaminó sobre ninguno de los expedientes de adecuación a la
ley de medios que están en trámite -Supercanal, Telefé, Telecentro, etcétera-,
se reunirá mañana para regularizar la FM que opera Moreno en el Mercado
Central. Otro homenaje del derrotado Sabbatella a la pluralidad de voces.
El
discurso de ayer de la Presidenta tiene una víctima principal: Daniel Scioli.
Si el gobernador suponía que, a cambio de su abnegación proselitista, la señora
de Kirchner reorientaría su gobierno y ayudaría a que su candidatura
presidencial fuera más competitiva, deberá revisar ese prejuicio. Ella parece
haber dictaminado que su derrota es irreversible, de modo que sería una quimera
ceder identidad a la espera de votos que tal vez no vengan. Cristina Kirchner
avisó ayer que se irá pareciendo cada vez más a sí misma. O, lo que es lo
mismo, adelantó que llevará a su partido y al país hacia una nueva turbulencia.
http://www.lanacion.com.ar/1610815-el-golpe-de-las-urnas
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