miércoles, 21 de agosto de 2013

ÁNGEL LOMBARDI, UNIVERSIDAD, SOCIEDAD Y PAÍS


La Universidad Venezolana desde hace mucho tiempo dejó de autointerpelarse, se volvió excesivamente endogámica y perdió su conexión con el país, para convertirse en un simple referente nostálgico o sentimental, casi siempre quejumbroso con nuestro poco creativo discurso del presupuesto, mientras seguíamos alimentando la burocracia clientelar universitaria y permitíamos que nuestros salarios y del trabajador venezolano en general se difuminarán en la voraz e implacable inflación, provocada por políticas erróneas de gobiernos fracasados. 

Es urgente retomar el diálogo con el país, volver a aprender a respirar con él, a compartir sus angustias y anhelos, a identificarnos con su presente y mucho más importante volver a compartir el futuro con todos los sectores de nuestra sociedad. Tenemos que asumirnos desde la autocrítica así como hablarle con franqueza y claridad al país. “Parafraseando a Ortega y Gasset, podemos decir que la Universidad se define en su Historia y de acuerdo a sus circunstancias sociales. En consecuencia, cualquier proyecto o desarrollo de la institución, pasa necesariamente, por una reflexión sobre su pasado y sobre la realidad que la circunda.

La Universidad milenaria ha vivido en tensión permanente con el poder y no podía ser de otra manera, en la medida que se asumía racionalista y crítica. En nuestro ámbito cultural es ejemplarizante lo acontecido en la emblemática Universidad de Salamanca, el 12 Octubre de 1.936; decía el Rector Unamuno: 

“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de ¡Viva la Muerte!, y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no la comprendían, he de deciros como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El General Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes.  Pero desgraciadamente, en España hay actualmente demasiado mutilados. Y, Si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el General Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”. Millán-Astray lo interrumpe y grita: ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la Muerte! Y la asamblea le hace coro. Unamuno inmutable continúa “Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: Razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.
La barbarie se impuso como lo temía el Rector Unamuno y España pago las consecuencias. En Venezuela, somos tan insensatos que no aprendemos estas lecciones fundamentales de la historia.

Igual que el Rector Unamuno, tampoco podemos ni debemos callar y es que el silencio cómplice siempre le facilita el trabajo a estos bárbaros recurrentes de la historia.

La Universidad es una creación civilizatoria de la humanidad. En Venezuela, la Universidad tiene tres siglos implantada, aunque su principal desarrollo se haya dado en el transcurso del siglo XX y hoy por hoy es un sistema complejo y complicado que no terminamos de entender, de identificar y de legislar. Jurídicamente vivimos en la intemperie, con una ley obsoleta y una disposición constitucional que no se cumple, concretamente, el artículo 109 de la Constitución que establece la Autonomía Universitaria. “El Estado reconocerá la Autonomía Universitaria como principio y jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad, dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica para beneficio material y espiritual de la nación. Las universidades autónomas se darán sus normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio, bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley. Se consagra la Autonomía Universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión. Se establece la inviolabilidad del recinto universitario. Las universidades nacionales experimentales alcanzarán su autonomía de conformidad con la ley”.


El sistema universitario o subsistema de Educación Superior, agrupa a casi 200 instituciones y un poco más de 2.000.000 de estudiantes. El grupo más antiguo son las llamadas Universidades Autónomas, acosadas y acusadas por el poder público de inoperantes e improductivas. Las llamadas Experimentales han sido siempre víctimas del gobierno de turno que le impone sus autoridades y con ellas pretenden obediencia y sumisión política. El sector privado con 25 instituciones y el 20% aproximadamente de la matrícula estudiantil, casi inexistente en el ordenamiento legal y al mismo tiempo, jurídicamente disminuidas ya que entre sus limitaciones está el hecho que los títulos suscritos por el Rector tienen que ser refrendados por el Ministerio. Igualmente en el Consejo Nacional de Universidades (CNU) su representación es un quinto del voto pleno. En los últimos tiempos se han incorporado al sistema universitario diversas Instituciones básicamente caracterizadas por la masificación y el sesgo político–ideológico de las mismas. Para efectos nuestros, todas son Universidades, sin apellido, aunque con identidades y problemáticas diferenciadas; el asunto es, manteniendo la diversidad, cómo integrarnos en un sistema nodal, moderno y eficiente. El problema no es calificarnos y mucho menos descalificarnos, sino asumirnos orgánicamente al servicio del país. La universidad venezolana le ha rendido muchos servicios a este país, pero fundamentalmente ha sido un factor estratégico y dinamizador de la evolución social, concretamente en la formación de los cuadros profesionales y técnicos necesarios y en el desarrollo y consolidación de las clases medias, ambos factores decisivos en el desarrollo y consolidación del proyecto democrático nacional. Si bien la Universidad se justifica a sí misma y la sociedad la certifica, también es cierto que en términos de investigación y creación de conocimiento, nuestra deuda es significativa. Apenas un 10% aproximadamente del profesorado clasifica como verdaderos investigadores, (que no hay que confundir con investigadores de papel o en el papel). Comparado con América Latina tenemos un déficit de más de 20.000 investigadores y comparados con el mundo desarrollado, el déficit se incrementa a casi 80.000 investigadores.

El gran reto para la Universidad del siglo XXI, es pasar del modelo profesionalizante tradicional a los nuevos modelos que la sociedad de la información y del conocimiento y las nuevas tecnologías exigen. Cantidad con calidad, calidad con cantidad, es el programa imperativo de nuestro desarrollo educativo. Creemos profundamente en la educación como mecanismo excepcional para la inclusión, sintetizada en la frase de Comenio “Educación de todos para todos”.  De allí la urgencia e importancia de concertar una política educativa integral, sin pretensiones hegemónicas ni ideológicas y mucho menos de control político. La Educación es por definición el ámbito humano de la libertad, el lugar de la hominización por excelencia. El esfuerzo educativo en Venezuela más que mérito de un gobierno en particular, es básicamente una conquista societaria, porque el ser humano como lo entendió y asumió la UNESCO en su informe Aprender a Ser, es educable desde el nacimiento hasta la muerte, y en ese proyecto educativo existencial, se involucran y asumen responsabilidades todos los sectores y actores sociales: familias, instituciones, iglesias, medios, empresas y gobiernos, de allí la necesidad ineludible de la concertación y el diálogo para elaborar e implementar políticas educativas apropiadas, convenientes y necesarias, sin olvidar que el principal protagonista es el sujeto a educar, es decir la persona concreta.

La Universidad es autónoma o no es. La Universidad, es una versión de la libertad y no otra cosa es la autonomía. Es el autogobierno y la libertad responsable. Es la exigencia de la razón de conocer, comprender, preguntar siempre. La filosofía  y la ciencia igual que la poesía y el arte, nacen del asombro, es el ser humano interrogándose a sí mismo e interrogando al mundo, a la naturaleza, al universo entero; es la razón intentando sustituir al mito.

La autonomía universitaria nace de estas circunstancias y éstas necesidades. De allí que siempre termina siendo amenazada, fundamentalmente desde el poder, sea éste político, económico o religioso. El poder tiende a avasallar, controlar o mediatizar, y la Universidad – no importa cuán grande sea su crisis – tiende siempre, y de manera natural, a buscar y servir a la verdad, sabiendo que la verdad es nuestra única posibilidad real de libertad. La verdad nos hace libres, dice el viejo libro y repiten todos los textos sapienciales que la humanidad ha producido. “La Universidad teleológicamente es libertad y verdad. Todo lo demás se le subordina e históricamente sólo la autonomía posibilita esta doble vocación”.

La autonomía es el termómetro por excelencia de la salud universitaria y democrática, del tipo de sociedad que somos y del tipo de Estado que tenemos. Poder y cultura son antagónicos por definición. El primero existe para reprimir, controlar y administrar; mientras la cultura es libertaria y creadora, y necesariamente tiene que ser crítica y utópica. Unos administran y usualmente se benefician del presente; pero las Universidades y la cultura crean el futuro y posibilitan la utopía.

Como observaba Nietzsche, Estado y Cultura viven en permanente oposición radical.

Universidad y Poder siempre han entrado en conflicto, lo que no significa que no puedan y deban colaborar. En el fondo, Sociedad y Estado, terminan siendo sinónimos. En Venezuela estamos urgidos de esta colaboración y diálogo necesario, para asumir la tarea urgente de una nueva Ley de Universidades, de manera concertada, participativa, plural y democrática, que refleje, asuma y garantice el cumplimiento pleno del artículo 109 de la Constitución, es decir la autonomía plena para todas las Instituciones Universitarias. Esta nueva ley además debe propiciar la reforma inteligente del sistema, de manera gradual y progresiva, al mismo tiempo que se promulguen y asuman las políticas necesarias, en el orden socio-económico para garantizar la estabilidad material  del trabajador universitario: obreros, empleados y profesores, así como los presupuestos adecuados, no tanto para soportar un gasto corriente que evidentemente está distorsionado, sino para la inversión creativa.

Libertad, Autonomía y Universidad son sinónimos. Frente a las diversas y múltiples amenazas apocalípticas del siglo XXI —el futuro siempre es así, amenazante y esperanzador al mismo tiempo—, se hace imperativa una nueva utopía universitaria desde las nuevas humanidades o un nuevo humanismo desde las ciencias sociales en función del pensamiento crítico, en un diálogo abierto de saberes y experiencias.

La reivindicación de la Universidad «esencial y eterna» frente a tantas limitaciones y desviaciones asumidas es entender que, en los últimos mil años, la historia de las universidades es la historia de la humanidad y viceversa. Cada época tiene su Universidad y sus Humanidades y su tecno-ciencia, es el horizonte histórico y cultural por excelencia, que define y hace posible una conciencia en desarrollo y permite la noosfera intelectual y técnica que define y propicia el progreso humano y alimenta nuestras esperanzas inmanentes.

En la confusión de los últimos tiempos, y particularmente en nuestro país, se ha confundido de manera deliberada para propiciar la manipulación política, la identidad de la comunidad académica con la comunidad laboral. La Universidad, primordialmente es una comunidad profesoral, ya que éste como profesor profesa una fe, un saber a crear y a comunicar y como maestro crea y domina un saber —«profesa un conocimiento con maestría», como insiste Derrida—, dirigido u orientado a los estudiantes, los cuales en el proceso del aprendizaje y el conocimiento como diálogo y alteridad contribuyen al acto creador de la verdadera educación, un crecimiento en acompañamiento de tipo existencial e instrumental, y a una sociedad o entorno que no se agota en lo local ni en lo nacional, sino que es global y universal, pero cuyos problemas específicos o propios demandan nuestro interés u ocupación teórico-práctico. La Universidad es conocimiento sin dogmas y a ello debe responder la autonomía para el gobierno de la Universidad, de la comunidad académica, de la organización de los estudios, de las relaciones hacia afuera así como el financiamiento y la administración no pueden estar condicionados sino a la identidad y los fines de la Universidad.

La Universidad siempre se conjuga en futuro y la Universidad del futuro ya está aquí. El desafío principal del siglo XXI para las universidad es la ambigüedad e insuficiencia del saber acumulado o la falta de discernimiento frente a la impresionante cantidad de información acumulada y transmitida, así como los límites del conocimiento por venir, o, como dice Derrida, con humor e ironía, “tómense su tiempo pero dense prisa en hacerlo pues no saben ustedes qué les espera”.
En consecuencia y como conclusión, quisiera dejar bien claro que los universitarios sólo pedimos un diálogo respetuoso, plural y creativo.  En segundo lugar, la vigencia plena de la Constitución y, en particular, del Art. 109.  Igualmente, se hace urgente y necesario  una nueva Ley de Universidades producto del diálogo y la concertación respetuosa entre todos los sectores de la vida social y política.  Una Ley que propicie reformas necesarias para que la universidad venezolana siga siendo “un baluarte para el desarrollo humano y social del país” como lo expresara recientemente y de manera elocuente la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV).

Ángel Lombardi
Rector de la UNICA y ex–Rector de LUZ

alr.lombardi@gmail.com

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