sábado, 24 de agosto de 2013

ADOLFO P. SALGUEIRO, EL CAMBIO ES HISTÓRICO

Ya se exhiben señales de alarma que demuestran la insustentabilidad del esquema

Si aceptamos la afirmación de que la historia es cíclica ello nos ayuda a entender el porqué de los vaivenes de la política que se desplaza en forma pendular entre extremos ideológicamente opuestos. Tales vaivenes se originan -entre otras razones- por el desgaste del grupo que detenta el poder, el cual a su vez suele tener en su causa en la brecha que la población percibe entre las promesas que se hicieron, las expectativas que se generaron y las realidades que hay que confrontar. El proceso es de mayor o menor velocidad según la evolución política de cada pueblo y los apoyos que pueda tener el grupo gobernante o el caudillo (de la fuerza armada, sindicatos, etc.).

En el mundo actual, donde la información juega un papel crucial en el proceso de aceptación de las instituciones y de quienes las dirigen, esos ciclos se han hecho mucho mas cortos que lo que eran antes. Antiguamente esquemas como la monarquía absoluta duraron siglos antes de ser debilitados y sustituidos. El comunismo soviético duró siete décadas apuntalado por el ejército, la policía y el partido oficial dueños del poder, con una amplia capacidad de represión y sujetos a cero rendición de cuentas por sus acciones. Lo mismo es válido para la revolución cubana cuya longevidad ha radicado principalmente en el entorno internacional de la Guerra Fría y el prestigio personal de su caudillo. Ese proceso hoy es mucho más veloz.

Sea como fuere, lo cierto es que el cambio permanente es de la esencia de la historia, mas aún de la historia política y especialmente en nuestra región latinoamericana que marcha a alta velocidad.

Lo anterior viene a cuenta para explicar cómo algunas ideologías -y/o prácticas- toman auge y luego siguen el camino de la declinación y de vida latente hasta que les vuelve a tocar el turno. El mundo del día de hoy da testimonio de que es así.

Fíjese usted en Irán donde el extremismo militante, religioso y antioccidental llegó a dominar la escena política durante más de tres décadas hasta desembocar en la última elección presidencial en la que el candidato moderado (Rohani) obtuvo una decidida y sorpresiva ventaja que no sólo desplazó al fanatismo, sino que obligó a los ayatolás que controlan el poder final a tener que aceptar lo que es evidente.

Observe a Cuba donde Raúl Castro, disfrazando los hechos con un discurso engañoso, se ve en la obligación de rectificar el rumbo reconociendo que la economía no se amolda a la ideología sino que es al revés.

Tome nota de la elección primaria nacional y obligatoria ocurrida el pasado domingo en Argentina donde el populismo kirchnerista recibió una severa advertencia de que su tiempo se acaba si no rectifica.

Sin embargo, en nuestro país quienes detentan el poder a nombre de solo la mitad de su gente, no parecen tener en cuenta que el ciclo de los excesos verbales, del discurso populista, del agotamiento de los recursos, de la destrucción del aparato productivo, etc., ya exhibe señales de alarma que demuestran la insustentabilidad del esquema, más acelerada aún con la desaparición física de su referente y aglutinador. ¡Qué lástima!

apsalgueiro@cantv.net

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