Ya
se exhiben señales de alarma que demuestran la insustentabilidad del esquema
Si
aceptamos la afirmación de que la historia es cíclica ello nos ayuda a entender
el porqué de los vaivenes de la política que se desplaza en forma pendular
entre extremos ideológicamente opuestos. Tales vaivenes se originan -entre
otras razones- por el desgaste del grupo que detenta el poder, el cual a su vez
suele tener en su causa en la brecha que la población percibe entre las
promesas que se hicieron, las expectativas que se generaron y las realidades
que hay que confrontar. El proceso es de mayor o menor velocidad según la
evolución política de cada pueblo y los apoyos que pueda tener el grupo
gobernante o el caudillo (de la fuerza armada, sindicatos, etc.).
En
el mundo actual, donde la información juega un papel crucial en el proceso de
aceptación de las instituciones y de quienes las dirigen, esos ciclos se han
hecho mucho mas cortos que lo que eran antes. Antiguamente esquemas como la
monarquía absoluta duraron siglos antes de ser debilitados y sustituidos. El
comunismo soviético duró siete décadas apuntalado por el ejército, la policía y
el partido oficial dueños del poder, con una amplia capacidad de represión y
sujetos a cero rendición de cuentas por sus acciones. Lo mismo es válido para
la revolución cubana cuya longevidad ha radicado principalmente en el entorno
internacional de la Guerra Fría y el prestigio personal de su caudillo. Ese
proceso hoy es mucho más veloz.
Sea
como fuere, lo cierto es que el cambio permanente es de la esencia de la
historia, mas aún de la historia política y especialmente en nuestra región
latinoamericana que marcha a alta velocidad.
Lo
anterior viene a cuenta para explicar cómo algunas ideologías -y/o prácticas-
toman auge y luego siguen el camino de la declinación y de vida latente hasta
que les vuelve a tocar el turno. El mundo del día de hoy da testimonio de que
es así.
Fíjese
usted en Irán donde el extremismo militante, religioso y antioccidental llegó a
dominar la escena política durante más de tres décadas hasta desembocar en la
última elección presidencial en la que el candidato moderado (Rohani) obtuvo
una decidida y sorpresiva ventaja que no sólo desplazó al fanatismo, sino que
obligó a los ayatolás que controlan el poder final a tener que aceptar lo que
es evidente.
Observe
a Cuba donde Raúl Castro, disfrazando los hechos con un discurso engañoso, se
ve en la obligación de rectificar el rumbo reconociendo que la economía no se
amolda a la ideología sino que es al revés.
Tome
nota de la elección primaria nacional y obligatoria ocurrida el pasado domingo
en Argentina donde el populismo kirchnerista recibió una severa advertencia de
que su tiempo se acaba si no rectifica.
Sin
embargo, en nuestro país quienes detentan el poder a nombre de solo la mitad de
su gente, no parecen tener en cuenta que el ciclo de los excesos verbales, del
discurso populista, del agotamiento de los recursos, de la destrucción del
aparato productivo, etc., ya exhibe señales de alarma que demuestran la
insustentabilidad del esquema, más acelerada aún con la desaparición física de
su referente y aglutinador. ¡Qué lástima!
apsalgueiro@cantv.net
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