La mayoría sensata de la oposición debe elevar la voz para ser escuchada y evitar que dicha oposición funcione como el trapiche que siempre ha sido en la que entran líderes y lo que salen son sus pellejos. ¡Ya basta de decir que hay que quemar a Capriles! como hicimos con todos los ex candidatos presidenciales, porque lo que debemos pensar es en los retos que tenemos por delante.
Para quienes creen que Hugo Chávez basó su
poder en los militares yo les digo que esto no es cierto. Hugo Chávez contó con
un importante recurso que fue el “Poder Electoral”, pero no como la gente
presupone con las trampas y el control. Hugo desarrolló 20 elecciones y con eso
evitó que existiera una verdadera oposición política, para convertirla en una
oposición electoral. La oposición política la hizo la gente de a pie, los
empresarios, los periodistas y hasta la Iglesia en su momento, porque los
políticos estaban demasiado entrampados en las decenas de miles de campañitas
electorales que permitieron a Hugo prosperar sin mucho esfuerzo.
Mientras los políticos entraban en la
rebatiña electoral, los partidos políticos solo podía centrarse en sí mismos y
la gente normal terminó desbordando las calles angustiada porque sus
“representantes” estaban ausentes frente a la implantación del socialismo. Así
ocurrió el fenómeno más aterrador del mundo, decenas, centenares de presos y
exiliados por motivos políticos, pero para desgracia de los partidos, ningún
preso político, porque estos fueron condenados al laberinto electoral.
Aquella foto de la viejecita cuya espalda fue
cosida a plomo por las “fuerzas del orden” y que dio la vuelta al mundo, fue
para desgracia nuestra y vergüenza del liderazgo opositor del pasado, un
recordatorio no de dictaduras antañas, sino de una clase política ausente y de
unos políticos que pretendían dirigirnos desde un canal de televisión, mientras
las viejitas exponían el pellejo literalmente. Un recordatorio de los tiempos
que vivimos en el pasado reciente, en que los políticos no pisaron la cárcel,
ni fueron maltratados sino más bien tratados con pétalos electorales, mientras
las cárceles se llenaban de sus votantes.
¿Podría haber aguantado el gobierno de
Venezuela, con decenas de políticos y ex candidatos presidenciales en la
cárcel? No. Esa imagen jamás la habría aguantado nadie. Ni Lula, ni Dilma, ni
Pepe Mujica, ni la propia Kirchner hubieran soportado mucho tiempo eso. Mucho
menos Europa y Asia. ¿Qué habrían pensado Betancourt, Leoni, o más aún
Carnevalli, Salinas, Droz o Ruiz Pineda? No señores, quienes gritaron aquella
estupidez de incendiar las bastillas, debieron entender que no éramos nosotros
los que teníamos que salir, sino quienes pretendían dirigirnos. Nosotros
debemos trabajar para construir la Venezuela que queremos, son las caras que
aparecían en pantalla de televisión explicando en un confortable estudio que
íbamos al comunismo, los que debieron marchar. Los que debieron retornar al
debate político eran ellos y no Fedecámaras, ni los petroleros, ni los
sindicalistas y mucho menos los militares. Los que debieron encadenarse a las
puertas de Miraflores y ganarse el derecho a ser políticos, eran ellos.
Pero ahora todo eso ha cambiado. Primero
porque hubo un relevo generacional, segundo porque la tarjeta única logró que
los partidos no se enfrentaran más, terminando con la década de las tribus y
tercero porque los golpes que sufrieron María Corina y Julio Borges, hicieron
más por desestabilizar al gobierno, que el paro petrolero. Porque todos los
políticos del mundo se vieron retratados en María Corina y Julio Borges. De
esta manera llegó el momento en que Leopoldo López debe comprender que el
gobierno lo puede meter preso, pero que esa es su sentencia y su fin. Es el
momento de que los partidos actúen, porque otro de los sostenes importantes del
gobierno y que tampoco son los militares, es “dividir a las tribus” para
gobernar y si a Mardo le ocurre algo, es como si le ocurriera al resto. Cuando
nuestros políticos actúen en consecuencia, evitando que los poden como bonsáis,
amaneceremos en una nueva Venezuela.
Mientras tanto nosotros a lo nuestro ¿Cómo
podemos ayudar? Con el voto amigos, porque el tercer sostén del régimen en
orden de importancia, tampoco son los militares. Chávez basó su poder en la
creación de un régimen de millones de empleados en el que gasta la mayoría del
presupuesto público para asegurarse su subsistencia electoral.
Y la columna
vertebral de este régimen funcionarial son precisamente los municipios.
Arrebatarle buena parte de los municipios, es arrebatarle su poder omnímodo, es
devolverle a Venezuela la democracia que estuvo a punto de perderse, pero que
fue creciendo poco a poco hasta convertirse en la otra mitad no funcionarial.
Dejemos de hablar de trampas, dejemos de querer quemar a Capriles y utilicémoslo como ariete electoral para romperle la columna vertebral al régimen funcionarial bolivariano. Las municipales amigos, son mucho más importantes, que las presidenciales.
tpenalver@me.com
@thayspenalver
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