miércoles, 24 de julio de 2013

LENIN VALERO, ALGO HUELE MAL EN VENEZUELA

No hay jabón de baño, no hay crema dental y tampoco papel higiénico. Antes de sacar conclusiones obvias, es necesario que abordemos en profundidad la gravedad de lo que sucede, es imperativo advertir que la escasez crea angustia, pero la escasez de alimentos crea desespero y eso es mucho más peligroso.  

No hay azúcar, no hay leche en polvo, no hay cereales para los niños, no hay arroz, no hay aceite comestible, ni margarina y tampoco hay pollo. Entretanto, mientras se agota la capacidad de reserva alimentaria de Venezuela, la inflación está haciendo estragos, hay una fuerte caída de las reservas internacionales, por el orden de los 5 mil millones de dólares en lo que va de año y tanto la deuda externa como interna crecen de manera acelerada, obligando al país a solicitar esta misma semana el préstamo de unos 5 mil millones de dólares más a China, y en paralelo una encubierta devaluación de la moneda a través del Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad).

Un país sin seguridad alimentaria, desabastecido y atrapado en el torbellino de la inflación, es un país con debilidad política. De allí sale el mal olor. El desastre económico que vive Venezuela, es como un fango que creció sobre las cenizas de su destruido aparato productivo, tanto en la industria como en el campo venezolano. Y a la orilla de ese fango merodean los aliados de los burócratas, buscando divisas como rapiñas para sus empresas fantasmas, buscando “negocios”, mientras el empresario organizado muere de mengua esperando su asignación, para poder importar lo que los venezolanos consumimos, entre ellos cabe mencionar a las empresas farmacéuticas, a los laboratorios clínicos y todas aquellas empresas que nos suministran productos de alta tecnología.

Ahora, un país puede estar armado hasta los dientes, como dice estar el nuestro con las armas rusas, pero su soberanía está garantizada por la capacidad de autoabastecimiento que tenga y no por las armas que exhiba. Y para muestra un botón: la misma Unión Soviética cuando entró en crisis económica por falta de alimentos, incluyendo la alimentación de su poderoso ejército, tomó la decisión de disolverse, cayó el comunismo y el muro de Berlín, sin que se disparara un tiro. Lo que nos deja ver que las armas son buenas para la defensa, pero no para sostener ni contener el hambre.

La escasez en Venezuela es por parejo. Nos afecta a todos. Es posible que la inflación no afecte a los “enchufados” porque tienen dinero de sobra, y hasta pueden encontrar alimentos en los 40 silos que tienen en las cercanías de los puertos del país, pero los que estamos haciendo cola desde la madrugada para encontrar la leche, el azúcar o los cereales para los muchachos, estamos pensando seriamente en quién realmente es el culpable de todo esto. Hemos escuchado de los voceros del gobierno que la culpa es de otro y no de ellos, pero es bueno advertirles que los intereses oscuros contra la producción del país, los obstáculos al productor nacional y el acorralamiento a la iniciativa privada, le ha hecho y le hace tanto o más daño al gobierno que a quienes estamos en la cola, a pesar del sufrimiento que significa para cada padre o madre de familia esperar hasta seis u ocho horas por un pote de leche, un paquete de azúcar o un pollo.

La crisis económica, el desastre de la política económica del gobierno, se ha convertido en un monstruo de mil cabezas. Nuestra moneda está en sus ojos, se devalúa constantemente, en el resto del cuerpo tiene boquetes por donde desangra. Le tapan uno y se le abre otro. Entretanto, los que estamos en la cola sentimos que realmente algo huele mal en Venezuela.

Leninvalero2@gmail.com

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