Asumimos que las posibilidades de desarrollo
económico-social se magnifican ante la presencia de una eficiente
gobernabilidad; entendida como las relaciones entre el Estado y la sociedad
civil donde cada ente político, económico y social desempeña su rol en un marco
de convivencia en aras de elevar los beneficios a la mayor cantidad de
población posible, a la luz de tres posibles modelos—o combinación de ellos--,
uno que otorga privilegio al mercado y al empresario en torno a la propiedad
privada de los medios de producción; otro que confiere mayor relevancia al
Estado y a la propiedad pública de los factores de la producción; y un tercer
modelo donde el Estado procura la equidad social armonizando el accionar
público y privado con el desempeño del mercado y con distintas formas de
propiedad colectiva en presencia de un Gobierno socialista sin que ello
implique necesariamente la transición hacia un Estado socialista.
Asumir
aisladamente alguno o vinculado con otro, es ya de por sí una altísima
dificultad política-ideológica de insospechados efectos sobre la economía, que
hace necesaria una obligante complementariedad entre la economía política y la
política económica del país.
A tenor de lo expresado ha de abordarse la
economía política como una táctica traducida en teoría (método o sistema) para
enseñar a poner las cosas en orden en función de organizar la producción
colectiva, y para lo cual estudia y analiza las relaciones que los individuos
establecen entre sí, y el comportamiento de cada uno de los factores que
afectan a la economía, teniendo como objetivo estudiar el desenvolvimiento de
los individuos en colectivo y frente al Estado; o lo que es lo mismo estudia el
comportamiento de los ciudadanos, de la sociedad y de los factores que afectan
la economía ¡sin aplicar nada!.
La política económica, por su parte, y
observada como una estrategia que vincula variados elementos y establece
lineamientos en procura de alcanzar un crecimiento económico con desarrollo
sustentable implícito mediante la modificación de comportamientos económicos,
basándose en las enseñanzas que emanan de la economía política, y para lo cual
debe emplearse—para el caso específico de Venezuela—herramientas relacionadas
con política fiscal, cambiaria, monetaria y petrolera (principalmente) habida
cuenta de su efecto sobre los precios internos (inflación).
Estas herramientas
han de estructurarse como un conjunto de medidas que adopta el Gobierno con el
propósito de establecer un marco de referencia para moldear e impulsar el
crecimiento de la actividad económica, poniendo en práctica lo descubierto por
la economía política, lo cual facilita la modificación y focalización del
comportamiento del individuo y de la sociedad para buscar resultados
determinados.
Resulta propicio destacar, que hasta el año
1940 en Venezuela los billetes tenían un respaldo en oro de un 100 %, que luego
varió a un respaldo del 50% hasta 1960 para posteriormente en 1974 eliminar el
respaldo en oro y asumir una paridad con el dólar USA, que facilitó la
conformación de un escenario de creciente endeudamiento, continuas
devaluaciones y un persistente déficit fiscal ante una intensa presencia del
Gobierno en el área económica en su intento de controlar y corregir las fallas
del mercado y apuntalar su acción en lo social que, a nuestro parecer, se apoyó
en una pobre política para los pobres que los perpetuaba en tal condición y con
pocas oportunidades de empleo decente y por ende de movilidad social—tal como
en el presente—ante los deficientes logros económicos del país que a la postre
se ha reflejado en una caída de las reservas internacionales, una inflación
galopante, una sobrevaluación en el tipo de cambio, un permanente ataque
especulativo sobre el bolívar, y la presencia por más de 10 años de un control
de cambio que no ha impedido la “fuga de divisas” inducida, por un lado, ante
la percepción sobre la debilidad de nuestra moneda que incita a mirar al dólar
USA como una real alternativa para la “reserva de valor”—que el bolívar no
garantiza—y por otro lado, ante la ausencia de oportunidades de inversión
habida cuenta de la presencia de una oferta interna signada por las
importaciones.
En fin, la histórica política macroeconómica incoherente
instrumentada en Venezuela, no deja
espacio para dudar sobre la necesaria armonía que debe existir entre la
economía política y la política económica como condición de progreso y
bienestar.
@jagp611
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