La legitimidad del gobernante ha estado
siempre vinculada a la tranquilidad y a la prosperidad del pueblo, como lo
señala el artículo 3 de la Constitución Venezolana, o en asegurar la máxima
suma de felicidad posible como lo afirma la doctrina de Simón Bolívar (Discurso
de Angostura). La historia de la humanidad es de esfuerzos teóricos para buscar
la clave de la felicidad, y cualquiera que haya sido el camino emprendido,
basta mirar al alma humana para descubrirla: la fe en el hombre, la esperanza
en el mañana y por sobre todo el amor.
Una segunda clave es la comprensión del
papel instrumental que desempeñan la ciencia y la tecnología para una
existencia feliz. El hombre a veces se hace esclavo de sus bajas pasiones entre
las que destaca la idolatría del dinero y del poder, inventa ideologías y cree
en ellas, y cuando una élite infestada de esos males se hace del poder
político, lleva a la sociedad a la ruina.
Es lo que pasa en Venezuela. La izquierda de
café y viajes a París, atiborrada de Marx y de buen brandy, y un pelotón de
militares se han hecho del poder y entrado en una degradante espiral
concupiscente, si es que hubo en algún momento sueños socialistas, los han
tirado para que quepan el poder y todo lo que asegura. La vida privada de Mario
Silva, puesta al descubierto recientemente, es solo una muestra de que el
discurso va por un lado y la vida dispendiosa e incluso asquerosa por otra.
Atrincherados en su ideología, gozando del poder, se van alejando de una
realidad creada por ellos en estos 15 años de ejercicio ilimitado del poder.
Veamos un caso: El desarrollo endógeno.
Fue la única política pública que me atrajo
porque es la que ha asegurado bienestar, prosperidad y justicia donde ha
avanzado. Es el desarrollo sustentable consagrado en la Constitución. ¡Qué
buena idea! Algunos disparates venían pegados, como los gallineros verticales y
los conucos zamoranos, producto de la supina ignorancia y de las “ocurrencias”
del comandante, pero era un gran desafío a la creatividad y al emprendimiento.
A 15 años nadie del gobierno habla de
desarrollo endógeno. Los puertos están atiborrados de productos importados que
han podido ser producidos aquí.
Los pequeños comerciantes venezolanos están
siendo sustituidos por chinos, que acaban con los pequeños sastres, costureros,
zapateros, albañiles, plomeros y demás trabajadores que durante generaciones
formaron la sustancia de nuestra producción provinciana.
Se niega el precio a
los productos nacionales pero se importan subsidiados de otros países; nuestros
técnicos son desplazados por operarios chinos en las grandes obras financiadas
por ellos. Las academias se vacían de talentos porque un cabo del ejército vale
más que un summa cum laude.
Hay acoso a todo el que produzca algo porque el
negocio es la rapiña de los dólares petroleros.
Es una manera de ver la Maldición de Maracapana, lanzada por un señor
que ni siquiera sabemos donde nació.
Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios. Lumen Fidei. Papa Francisco
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