En estos días, el señor Maduro cumplirá 100
días desde que le ciñeran la banda en la Asamblea Nacional. Y por ello están comenzando
los comentarios y valoraciones al respecto. Pero pasa que 100 días suena a muy
poco tiempo, en especial si se le compara con los casi 15 largos años que lleva
en el poder el régimen que él representa.
Porque no debemos confundirnos: la hegemonía
roja perdió a su hegemón y Maduro no puede ser lo mismo, pero la hegemonía roja
no se encuentra en una transición hacia la democracia política sino en un
reacomodo de sus formas de control, con algo de pragmatismo y mucho de
despotismo habilidoso.
De allí que no se deba presentar a Maduro
como una especie de novedad en lo gubernativo que recién cumple 100 escasos
días en las jefaturas del poder. No. La neo-dictadura o dictadura disfrazada de
democracia que Chávez y los Castro consiguieron erigir poco a poco en
Venezuela, no ha desaparecido ni tampoco tiene la intención de hacerlo.
Otra cosa es que pueda satisfacer su ambición
continuista, pero a eso se dedica y las diferencias de estilo y proceder entre
el presente y el pasado oficialista no deberían crear la impresión de que ahora
experimentamos una transformación democrática del poder establecido.
Algunos sostienen, incluso, que el de Maduro
es simplemente un mal gobierno, más o menos de la índole de otros en la
historia de, digamos, el último medio siglo. ¡Qué errados están! Semejante
valoración lo que refleja es la tragedia político-cultural que atraviesa el
país.
Una signada por la persistencia de la
incomprensión y hasta por el desprecio de nuestra trayectoria democrática, tal
y como lo planteara Luis Castro Leiva con brillo, vehemencia y oportunidad; y
así mismo una caracterizada por la distorsión propagandística de la realidad y
de los valores propios y necesarios para el renacimiento de la democracia en
Venezuela.
No. Lo de Maduro no es un mero gobierno, malo
o peor que apenas cumplirá 100 días. Maduro es el sucesor en la co-dirección de
un régimen que controla y busca seguir controlando tribalmente los poderes del
Estado y de gran parte de la sociedad. Co-dirige junto a los jefes cubanos y
ahora también con otros factores de las corrientes internas.
Pero lo que no hace, ni creo que piense
hacer, es cambiar de parecer y comenzar a empujar a la “revolución” por el
camino de la gobernabilidad democrática y pluralista, de la alternancia en el
poder, y del respeto a los derechos y garantías de la Constitución.
Y no se tratar de ignorar o subestimar las
diferencias o cambios que haya y pueda haber a partir del encumbramiento
oficial de Maduro. Es al revés. Se trata de no ignorar o subestimar los
aspectos más de fondo o de estructura que vienen caracterizando a la satrapía
roja. No se debe perder la perspectiva ni en uno ni en otro caso.
Por eso, lo que Maduro representa no tiene
100 días sino 15 años.
flegana@gmail.com
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