lunes, 22 de julio de 2013

CHARITO ROJAS, SOCIALISMO QUE MATA


 “No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder.” Benjamin Franklin (1706- 1790) político, científico e inventor estadounidense.
En las clínicas privadas enferman de angustia y preocupación. Quienes trabajan en ellas saben que el pasado 26 de junio se decretó su cierre con la Providencia Administrativa 294 que regula los servicios médico-hospitalarios privados.

Dentro de esas tablas de precios regulados lo único que no tasaron fueron los honorarios médicos. Independientemente de si las clínicas cobran mucho o poco por sus servicios, la única verdad en esto es que el Gobierno no ha cumplido desde hace décadas con su obligación de suministrar salud gratuita y de buena calidad a través de la red de hospitales públicos: Las infraestructuras están deterioradas, los equipos inservibles, los suministros ausentes y encima, el personal médico, paramédico y de enfermeros es tan mal pagado que tenemos una masiva fuga de profesionales de la salud hacia el exterior.


De las promociones que recién se gradúan en universidades formales, aproximadamente el 50% se va a otros países ya sea para hacer postgrado (y terminan quedándose) o para ejercer en mejores condiciones que las locales. Las clínicas privadas representan apenas el 30% de las camas hospitalarias del país y sin embargo están sobreexigidas, llegando a atender hasta el 56% de los pacientes.

El no haber tomado en cuenta la información suministrada por los representantes de la medicina privada y por los seguros, ha dado como resultado un instrumento de regulación alejado de la realidad de los costos operativos e inaplicable. Los administradores de las clínicas están augurando una quiebra segura a corto plazo y poco importan las sanciones que les apliquen y las amenazas de intervención si sencillamente no pueden mantener sus niveles de atención y calidad cobrando por debajo de los costos. Tal vez cuando comiencen a cerrar las clínicas y el Gobierno no tenga quien le cubra las espaldas en su irresponsabilidad asistencial, reculen y traten de poner pañitos calientes. Pero puede que entonces sea tarde para el daño causado en el sistema y en la salud y la vida de miles de venezolanos. Pero ¿acaso les importa esto? ¿O priva el fanatismo comunista de extirpar todo lo que no pueden superar?

Desde el mismo 26 de junio las clínicas adecuaron sus precios a la regulación, entrando inmediatamente en pérdida. Y cada una de ellas sobrevivirá más o menos tiempo, dependiendo de sus deudas, el flujo de caja y sus compromisos laborales y con los proveedores. Y rezando, para que alguien del Gobierno o del TSJ pare el reloj de la cuenta regresiva del cierre.
Quienes más protestan el costo o la calidad de los servicios de las clínicas son justamente quienes no tienen para pagarlas y que deberían estar siendo atendidos en hospitales públicos, con instalaciones limpias, personal bien pagado y equipos funcionando. Como las clínicas privadas, pues. Y yo les pregunto a esos que gritan en las puertas de las clínicas clamando por su expropiación e imitando el discurso anticapitalista de su comandante, ¿por qué no se van a reclamar así en las puertas de los hospitales? Por qué no gritan ante el despacho del Ministerio de Salud y o la misma Presidencia de la República, que prefiere gastar dos mil millones de dólares pagándole jugueticos bélicos a los rusos que invirtiéndolos en la salud de ese pueblo que dicen amar tanto.

Lo que no cuentan los reclamantes es que están en las clínicas privadas exigiendo lo que no exigen en los CDI: Medicinas, suplementos médicos y quirúrgicos, atención de un buen especialista ¿Por qué no les gusta ir donde los médicos cubanos sino que quieren que los atienda el venezolano que estudió en una universidad formal e hizo uno, dos y hasta tres postgrados? El pueblo, incluso el chavista, no tiene un pelo de tonto.

Sabe que en los CDI puede haber excelentes equipos de imagen y diagnóstico. Pero no hay quien los sepa usar. A las consultas privadas llegan pacientes procedentes de CDI con ecografías en la mano sin un informe médico que determine el resultado. A las farmacias llegan pacientes con récipes escritos en pedazos de papel rasgados, sin sello del médico. Conozco un caso en que a una niña de 4 años le recetaron Diazepan (un potente antiansiolítico) para un dolor de estómago.

Los hospitales, que aún mantienen en su plantilla médicos venezolanos formados con todas las de la ley, cuentan de esta promoción de “médicos comunitarios” que llegan al quinto años de la carrera sin haber examinado jamás a un paciente ni conocido un microscopio. A ellos no se les puede perdonar que llamen “telescopio” al estetoscopio.

Los hospitales están obligados a aceptar a éstos muchas veces voluntariosos pichones de médicos, a quienes les hace falta más cátedra y menos revolución para poder ser médicos de verdad.
A esta diarrea de médicos que gritan “Chávez vive, la lucha sigue” en su acto de graduación, en lugar de pronunciar el juramento de Hipócrates (“¿quién será ese señor?”), es a la que huyen esta cantidad de pacientes que buscan en la clínicas la medicina que es el Estado y el Gobierno quien debe procurarle. El reclamo debe ser redireccionado por los afectados.

Hay que tener las ganas de vivir que tienen los 160 pacientes que recibían hasta hace dos meses tratamiento el Oncológico Miguel Pérez Carreño de Valencia. Dos meses lleva ya parado el acelerador lineal. Dos meses sin recibir el vital tratamiento. El acelerador es uno de los equipos traídos en el convenio médico firmado entre Chávez y Cristina Kichner. Y ahora resulta que, o no tiene repuestos, o cuesta mucho conseguirlos.

Tal vez los funcionarios que gestionaron la máquina ya cobraron y se fueron, todo el mundo se lava las manos y los pacientes van desesperados a las clínicas privadas, que los atienden a pérdida. Porque a las clínicas privadas no las subsidia el Gobierno y más bien los organismos públicos, gobernaciones y alcaldías, les montan cuentas gigantescas que pagan tarde, mal y nunca.

No tengo acciones en ninguna clínica y coincido en que las facturas de ellas son bastante altas. Así se lo dije a un médico, reclamándole que apenas si había tocado a mi papá y cobraba Bs. 800 por la consulta. Él me contestó: “Es verdad, lo toqué una sola vez, pero en el sitio exacto y le prescribo la medicina que lo va a curar. Lo que estás pagando no es el tiempo de la consulta sino el conocimiento del médico”. Guardé silencio ante esa lógica implacable.

Así como es implacable esta verdad: la medicina privada ha venido supliendo cada vez más la mortal falla de la medicina pública, porque el Gobierno no cumple con su obligación. Sin las clínicas privadas, dudo mucho que nadie quiera ir a un hospital ni a un CDI. No hay dólares para buscar salud en el exterior. Así que esto es el socialismo: A morir todos de mengua. Menos los funcionarios del Gobierno, claro, ellos sí tienen dólares para internarse y pagar lo que les pidan en la mejor clínica de Cuba, Brasil o Rusia.

Charitorojas2010@hotmail.com
Twitter:@charitorojas


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