Poca agua en la cantimplora para cruzar el
inhumano desierto. Un hombre joven emprende una lucha por la supervivencia
política, en condiciones francamente difíciles. Su esfuerzo probará la
capacidad de resistencia de aquel que representa la esperanza de millones de ciudadanos
que aspiran un cambio en libertad.
Henrique Capriles camina en el filo de la
encrucijada de la patria; el gobierno ilegítimo está decidido a liquidarlo
utilizando las peores argucias que puedan imaginarse, todo el poder del Estado
al servicio de arrancar de cuajo el más mínimo espacio para la disidencia. Se
compran medios y se cierran espacios, la persecución contra los líderes de la
oposición es total. Para ello cuentan con un obsceno poder judicial que hace
más espinosos los escenarios. Todo el ardid apunta a instaurar el totalitarismo
de manera permanente, dejando las elecciones como un barniz para disimular las
profundas grietas que ofrece la miseria en el poder.
Otra situación embarazosa para Capriles nace
en sectores de la misma oposición. Algunos sostienen que se entregó la calle
dejando que el impulso inicial perdiera fuelle, que aquel pueblo enardecido que
salió a exigir que se respetara el verdadero resultado electoral fue conminado
a drenar su rabia en la comodidad del hogar.
La visión opositora que discrepa
de esta postura maneja criterios respetables. Salir a la calle para que una
jauría de inadaptados y delincuentes al servicio exclusivo del gobierno
asesinaran a venezolanos era un verdadero riesgo. Darle argumentos al gobierno
para satanizar la lucha y de esa manera aprovecharla para involucrar a
dirigentes claves es indudablemente un argumento sólido. Asimismo es necesario
escuchar a los que piensan que se cruzaron de brazos mientras el gobierno
inefable se levantó para aplastar de manera inmisericorde a la disidencia.
El
gemir de la impotencia hizo que la desesperanza cundiera un tanto y convirtiera
el ímpetu inicial en dolorosa frustración. Como vemos, tenemos dos visiones del
mismo asunto; la clave es conseguir el necesario encuentro para que ambos
enfoques puedan fusionarse completamente, ya que lo perentorio no es la pequeña
parcela particular sino la nación en su integridad.
Son muchos los elementos que tendrá que enfrentar Henrique Capriles para encauzar una propuesta de país que es mayoritaria. Que exista disenso con respecto a los métodos no debe alarmar a nadie; el mundo democrático es profundamente heterogéneo. El libre debate de las ideas va construyendo las posibilidades.
El país cuenta con un nivel de
conciencia que va creciendo de manera paulatina y constante. Lo que sí es
necesario es acompañar la lucha popular con propuestas organizativas, activar
las estructuras familiares para que ellas sean la punta de lanza para
conquistar el mundo de los más necesitados. Saber interpretar las expectativas
de más de dieciocho millones de pobres es toda una prueba de fuego. No
olvidemos que fueron quienes le dieron base de sustentación al proceso
boliburgués que resistimos. Es allí en donde debe profundizarse el cambio,
reconquistarlos para la salvación de la patria.
Henrique Capriles cruzará el desierto con la reserva en la cantimplora. En ese inhóspito espacio en donde las condiciones atmosféricas presagian tormentas terribles, su empuje marcará la huella por donde caminará la esperanza de un pueblo. Seguramente surgirán emboscadas y trapisondas; algún escorpión preparará el aguijón para el mortal ataque. No obstante, su temple hará posible que los kilómetros de dunas vayan quedando tras las espaldas, mientras el futuro se aparece en el horizonte.
alexandercambero@hotmail.com
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