Una afirmación que podemos realizar sin
titubeos, en términos de neurociencia, es que nadie ha visto nunca un
pensamiento. A lo sumo la tormenta eléctrica que produce. Por allí, en las
células, anda la conciencia y la forma de pensar, y que por efecto de lo que
los científicos llaman neuropéptidos, se hace hábito. Sin embargo, la forma de
pensar es modificable, pues, sostienen también los científicos, el cerebro
tiene el hábito de recrearse. En ciencias sociales podríamos argumentar que la
única manera de cambiar es interrumpir esa asociación derivada de la
repetición, lo que, traducido a palabras algo más claras, equivale a afirmar
que la única manera de salir es aprendiendo a pensar de otra manera.
Cuando se tiende a engañar a las células del
cuerpo social lo que se busca es distraer del miedo, pues la verdadera
definición de tal no es ese que se señala en el combate político venezolano
como no tenerlo al enfrentamiento virulento con el gobierno. No, la verdadera
mecánica y el verdadero miedo lo son a modificar la posición del observador lo
que conllevaría a pensar de otra manera y a posibilitar así la construcción de
otra realidad. En neurociencia se llama crear otro puente entre neuronas: en
ciencias sociales crear un cuerpo común que posibilite la liberación del
presente. Esa liberación no consiste en asumir otro miedo que llamaremos
pasado, sino en otra forma de manejar las emociones que pasaron a ser reflejo
indiferenciado de la realidad. En palabras precisas, es necesario convertir a
ese cuerpo social en uno capaz de crear, a lo que se negará insistentemente
para atarse al segundo de realidad y no enfrentar el miedo, que no es otro que
el que hemos descrito en este párrafo.
Si la realidad es producto de nuestras
expectativas, pues debemos cambiar las expectativas. Nuestras expectativas las
podemos armar armoniosa o caóticamente. En el terreno de la política el cuerpo
social reacciona de una u otra manera dependiendo del “mensaje” que lo abruma
con su proveniencia exacerbada desde todas las fuentes. El mensaje distinto, se
me ocurre, puede provenir de las similitudes entre la ciencia social y las
ciencias. Si las teorías e investigaciones de estas últimas son difíciles de
entender para la generalidad, en el terreno de lo político es obligación hacer
entender las implicaciones que para la vida en sociedad tienen. Si bien no se
trata de un análisis de la espiritualidad humana, hay que recalcar que el
encierro en nuestros pensamientos preestablecidos nos impide de alcanzar metas dentro de ese
abanico de la incertidumbre. Y la palabra es esencial a la creación de
realidad.
Nuestro modelo interior de lo exterior está
construido sobre la base de la experiencia, de manera que procuraremos actuar
en cada caso conforme lo vivido. La palabra tiene una misión esencial en romper
esas asociaciones. Quienes nos dedicamos
a la incomprendida tarea de procurar un despertar lo llamamos creación de
conciencia. Así como se desarrolló el principio de la incertidumbre también lo
hizo el principio de la complementariedad.
Así como no hay en lo humano una sola
perspectiva que capture la realidad de manera integral, hemos recordado siempre
a Kuhn con la palabra paradigma, diciendo de las ataduras de las sociedades a
los ya vencidos y la necesidad de adoptar otros. Así el principio de la
complementariedad nos vuelve a recordar que la realidad supera a las
explicaciones que de ella se dan pues nadie es capaz de conocerlo todo a su
respecto. Cada parte, en un enfrentamiento, expondrá su “verdad” según la cual
todas las que se le oponen están equivocadas, olvidando que las antinomias
también están llenas de verdades.
Es menester recordar, entonces, que una
modificación social parte del rechazo de un pensamiento único y que la forma de
rechazarlo no es oponiéndole otro con iguales pretensiones. El conjunto es una
suma de propiedades de todas las partes. El lenguaje defensivo es una
aceptación de una fragilidad que se cree insuperable. El lenguaje creativo
inventa futuro, de allí la importancia de la palabra, cuyo lento ritmo es
conocido, pero, quienes nos arrimamos a él, sabemos con toda la lentitud del
caso puede irse haciendo pensamiento invisible que rompa los viejos paradigmas.
tlopezmel@gmail.com
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