Que
nadie le venga a decir que la agitación social de las últimas semanas en Brasil
es una rebelión espontánea contra un gobierno poderoso y corrupto.
Existen
reclamos en contra de una mala gestión del gobierno y la corrupción, eso nadie
lo duda. Pero los manifestantes necesitan organizadores y mis indagaciones
sugieren que los adversarios políticos de Dilma Rousseff en la izquierda
radical están trabajando a sol y sombra para poner en práctica la famosa frase
de Rahm Emanuel, el ex jefe de gabinete del gobierno de Barack Obama: nunca
desperdicie una crisis.
La
respuesta de Rousseff determinará si Brasil se mantiene fiel a la evolución
emprendida hace varias décadas hacia un capitalismo democrático o vuelve a caer
en los años 70. Sería bueno que recuerde las palabras de la primera ministra
británica Margaret Thatcher, que decía que quienes se quedan parados en el
medio de la carretera son arrollados.
Durante
los ocho años que el presidente del izquierdista Partido de los Trabajadores
(PT) Luiz Inácio Lula da Silva gobernó Brasil (2002-2010), personas ajenas se
maravillaron de la moderación del ex líder sindical amigo de los Castro. Hugo
Chávez convirtió a Venezuela en un pantano socialista. Pero Lula, quien alguna
vez propuso que Brasil debería caer en una cesación de pagos de su deuda
externa y otras perogrulladas socialistas, respetó el poder de los mercados
internacionales de capital.
¿ COMO EN EL CARACAZO? |
Lula
trató de asegurarles a los inversionistas de que Brasil estaba listo para hacer
negocios. La estabilidad cambiaria, una política energética que permitía la
participación de empresas extranjeras y ganancias competitivas en agricultura
le dieron a Brasil la apariencia de un país que empezaba a despertar del
letargo de un Estado omnipresente. Gestores globales de dinero le dieron el
visto bueno. Con una clase media en crecimiento, Brasil se convirtió en la niña
mimada de Wall Street.
Los
constituyentes de Lula en la izquierda radical no estaban conformes. Habían
esperado mucho tiempo para que su candidato llegara al poder. Lo que no
lograron con las balas en los días de la guerra de guerrillas, lo obtuvieron en
las urnas, librando al país de cualquier semblanza de capitalismo, o al menos
eso fue lo que creyeron. Lula no cumplió tales promesas, lo que fue
interpretado como una traición.
El
problema de los socialistas radicales fue que los brasileños empezaron a
prosperar gracias a las políticas de cuasi-mercado de Lula. La baja inflación y
un nuevo programa de asistencia social para los más pobres erosionaron el
atractivo del radicalismo. Mientras el capital seguía llegando a raudales a
Brasil, el real se mantuvo fuerte y el futuro lucía prometedor. Las
expectativas se elevaron.
El
gobierno de Lula no escatimó gastos para ayudar a la persona que había elegido
para sucederlo a alcanzar la victoria. Desde que llegó al poder, Rousseff ha
gastado también a manos llenas. Además, ha cometido una serie de errores de
políticas que han agravado el derroche fiscal.
Para
entender el aterrizaje de Brasil, es bueno tener en cuenta que la fortaleza del
real, con todos sus beneficios, desnudó la debilidad competitiva de los
fabricantes del país. En lugar de dejar que se adaptaran, el gobierno intervino
con fuerza en los mercados de divisas para intentar debilitar la moneda y
reforzó el proteccionismo.
John
Welch, estratega de América Latina del Canadian Imperial Bank of Commerce CM.T
-0.01% subraya que Brasil elevó a 25% el año pasado los aranceles sobre las
importaciones de 100 bienes de capital. "Además", me escribió Welch
por correo electrónico el sábado, "el gobierno aumentó a 60% las reglas de
contenido local en concesiones en exploración y producción de petróleo (en
aguas profundas), generación de electricidad, carreteras y proyectos de
infraestructura que involucran al gobierno. Si a esto le añadimos la política
obsesiva de debilitar el real, el colapso de la inversión en 2012 no es de
extrañar".
La
desaceleración económica está aumentando los temores de los inversionistas
acerca de la disposición del gobierno a recuperar la disciplina fiscal. El
viernes, Alberto Ramos, analista de mercados emergentes de Goldman Sachs, GS
-2.59% advirtió en un informe que la política fiscal de Brasil "se está
volviendo cada vez más expansionista".
Ramos
señaló que la actual tasa de desempleo de 5,8% constituye un mínimo histórico
para Brasil. Pero el PIB del país descendió a 0,9% el año pasado y la
inflación, que incluye los volátiles precios de los alimentos y la energía, se
ubica en 6,7%. La inflación acumula un alza en doce meses de 8,3% en los bienes
cuyos precios no son controlados, y de 9,8% en los bienes no transables, como
servicios.
Los
brasileños tienen otras quejas. Adoran el fútbol, pero la inauguración de unos
10 estadios de cara al Mundial del próximo año parece una cachetada a los
muchos que están descontentos con el deterioro de las carreteras, hospitales y
otros servicios públicos. Rousseff ha hecho algunos esfuerzos para controlar la
notoria corrupción de su partido, pero no han sido suficientes.
De
todos modos, vale la pena preguntarse quién organizó tan bien los bloqueos de
las carreteras y los actos de vandalismo que se desataron en el país luego de
un aumento anual en las tarifas de los autobuses. Hay evidencia sólida de que
se trata de grupos desilusionados y radicales a la izquierda de Rousseff. Las
protestas en Porto Alegre, por ejemplo, empezaron bajo el liderazgo de grupos
como el Partido Socialismo y Libertad, que fue fundado por ex miembros del PT
expulsados por oponerse a la reforma de pensiones de Lula.
Utilizando
un mensaje en contra del estatus quo y las redes sociales, los organizadores no
han tenido problemas para atraer a los jóvenes de distintos colores políticos.
Es muy probable que la mayoría de ellos no sepan que están siendo utilizados.
Rousseff
puede solucionar su problema abriendo los mercados brasileños y reconociendo
que el Estado no es el motor del crecimiento. O puede negociar con los
organizadores de las manifestaciones y restablecer el lugar de Brasil como el
perpetuo país del futuro.
O'Grady@wsj.com
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