El
totalitarismo militarista que desgobierna el país desde 1999... ha impuesto un
doble mecanismo de asfixia: el económico, con la congelación presupuestaria y
salarial en un cuadro de inflación desbocada, y el leguleyo, con artimañas que
bloquean la renovación de las autoridades de las universidades autónomas.
Si existe
una institución íntimamente asociada a la ciudad, ella es sin duda la
universidad: desde la que sea tal vez su antecesora más remota, la Academia
platónica o, como la llamó Rafael, la Escuela de Atenas, hasta las
universidades medievales, fueron todas instituciones inconcebibles al margen de
las ciudades. Pero, además, siendo las casas donde se cultiva el saber, han
sido también, necesariamente, centros de controversia, reacios a aceptar hechos
u opiniones no sometidos al más severo análisis. Por esta razón,
históricamente, han sido blanco de la enemistad e incluso el odio del poder,
particularmente del más reaccionario.
La
historia venezolana del siglo XX así lo confirma: la universidad -sus
estudiantes y sus profesores- no sólo enfrentaron a todas las dictaduras, sino
que aportaron también sus mejores esfuerzos para construir las alternativas que
las sustituyeron. Pero tampoco tuvieron siempre vida fácil con los gobiernos
democráticos, llegándose al extremo del injustificable (e inútil) allanamiento
de la UCV por el gobierno de Rafael Caldera, él mismo un distinguido profesor
de esa universidad.
El
totalitarismo militarista que desgobierna el país desde 1999 se ha cuidado de
caer en errores tan graves, pero en cambio ha impuesto un doble mecanismo de
asfixia: el económico, con la congelación presupuestaria y salarial en un
cuadro de inflación desbocada, y el leguleyo, con artimañas que bloquean la
renovación de las autoridades de las universidades autónomas. Lo que ha
provocado una crisis sin precedentes: nada menos que 13 universidades en paro,
incluyendo todas las autónomas y de mayor prestigio.
En
el mundo actual, a través de la producción y difusión del conocimiento y la
innovación, las ciudades son los motores del desarrollo: las naciones más
exitosas no son las que producen más petróleo o maíz, sino aquellas capaces de
generar innovaciones útiles a la producción y a la organización de la sociedad.
Y para ello las universidades constituyen un nicho privilegiado.
Por eso la guerra contra las universidades no va, como pretende este estrafalario socialismo de analfabetas y resentidos, contra una casta de privilegiados: va directamente contra el progreso social; es un paso más en el criminal intento de dinamitar la modernidad, corrompiendo la vida urbana para sustituir a los ciudadanos por zombis.
marco.negron@gmail.com
@marconegron.
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