“Si dudan, recuerden a 20 venezolanos que ayer junto con su jefe endiosado se consideraban dueños omnipotentes y perpetuos de este “socialismo del siglo XXI”… y ya desaparecieron. “
El evangelio de Juan está lleno de
simbolismos que, trascendiendo los hechos narrados, revelan la condición humana
y el misterio de la vida. Vemos a Pilatos y a Jesús frente a frente
personificando el poder y la verdad (Juan 18 y 19). El poder se reconoce
mandando, decidiendo e imponiendo; puede decretar que el día es noche y lo
negro blanco; él es la última y suprema palabra sobre la vida y la muerte.
La humanidad ha avanzado de modo increíble,
pero la pretensión absoluta del poder la vivimos hoy en Venezuela como en las
satrapías antiguas.
Ese Jesús débil, humillado, torturado y
crucificado es testigo de la verdad. ¿Qué es la verdad? La verdad es el amor,
por encima de todo poder; el amor es la última palabra, la palabra de vida, la
que defiende a los pobres, excluidos y dominados de la tierra y Dios es amor.
El poder tortura y mata a Jesús, pero no puede hacer que él (ni la humanidad en
su aspiración) renuncie a la verdad de la vida, al amor que afirma la dignidad
de todo ser humano, aunque su rostro esté desfigurado y sin aparente atractivo.
En la verdad-amor, que vive y actúa cada día
en las conciencias humanas, late el reino de Dios, que no es ningún reino
terrenal impuesto por ejércitos y el terror, sino reconocimiento del otro y
creación de sociedades solidarias con leyes e instituciones de vida.
La Verdad y el Amor así con mayúscula
afirman la vida de los amenazados, excluidos, humillados, degradados y
calumniados.
En Venezuela la mayoría de los que hoy
dominan ayer no eran así, pero el poder pervierte a quien se deja seducir. La
salida no está en sustituir al poder de dominación de hoy por otro mañana, con
todos sus resentimientos, sed de venganza y exclusiones, sino en cambiar el
poder de dominación, que somete y envilece, por el poder de servicio a la vida
y la dignidad.
Jesús dice: “Ustedes no actúen como los
poderes de este mundo que dominan y esclavizan, por el contrario entre ustedes
el más grande ha de ser el que más sirve; como el Hijo del Hombre que no vino a
ser servido sino a servir y dar la vida por muchos” (Marc 10, 42-44).
En política no hay alternativas puras e
incontaminadas, pero sí apuestas enfrentadas: tiranía del poder frente a la
verdad del servicio por amor; frente al peligro de gobernantes tiranos está la
República secular con la soberanía de la gente y la Constitución suprema que
defiende su vida. Jesús no entra en la lógica del poder de Pilatos, más bien le
recuerda que su poder es frágil, limitado y derivado; que hoy existe y mañana
perece (Juan 19,11). Si dudan, recuerden a 20 venezolanos que ayer junto con su
jefe endiosado se consideraban dueños omnipotentes y perpetuos de este
“socialismo del siglo XXI” y ya desaparecieron.
¿Y La Hojilla, cátedra suprema de
maledicencia y de injuria sin moral con respaldo abusivo del poder? Por el
contrario, la verdad nos hará libres y el Amor es más fuerte que la muerte, nos
dice Jesús.
A ese Jesús, justo y defensor de los pobres y
oprimidos, Dios lo resucitó y lo puso como camino y vida. Es el camino de la
verdad, de la dignidad que, con la fuerza de la conciencia, activa las
multitudes, derriba el Muro de Berlín sin un tiro. La verdad vence al poder.
Pero no la verdad paralizada, sino la que actúa en conciencia y con solidaridad
retomando el espacio público para la vida y dignidad de todos.
lugalde@ucab.edu.ve
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