miércoles, 5 de junio de 2013

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ , SALVAR A LA REPÚBLICA

La historia de nuestras luchas civiles por la implantación de la República y la preservación de sus valores de libertad, derecho y democracia, ha sido permanente, representativa de una auténtica voluntad política.

Cuando Bolívar escribió, al triunfar en Carabobo, para los hombres de su tiempo y el nuestro: "Ya, pues, sois libres..." expresaba el aparente fin de una agónica lucha que demandó inmensos sacrificios en una guerra cruel  y prolongada. "Ya, pues, sois libres..." y para así lograrlo, varias veces había caído la República, varias veces fue preciso restablecerla, derrota tras derrota, victoria tras victoria, hasta el último extremo de la determinación humana y patriótica. Difícil ha sido sostener los principios republicanos y detener los arrebatos de la fuerza, presente tantas veces en nuestra historia atentando contra  nuestros derechos.
El autoritarismo en el poder, opuesto a la praxis de una República, ha proclamado falsamente su nombre, mancillado su carácter, materializando de diversa manera su desconocimiento.
Los hechos autocráticos de Páez, de Monagas, de Julián Castro, de Guzmán Blanco, entre otros, agraviaron en diversos episodios la majestad de la República. Por su parte, Cipriano Castro, autócrata y dictador también, al triunfar su revolución restauradora, observó sin cumplir lo que Venezuela ha requerido desde el siglo XIX: "...restablecer el acatamiento de la ley, la veneración al hogar, el respeto a la propiedad, la práctica de los principios republicanos, la franqueza política, la tolerancia a todas las opiniones, la pulcritud fiscal y el progreso en todas sus manifestaciones...". Prometiendo que: "...depositados ya en los parques nacionales los elementos de la guerra confiados a nuestra lealtad, nos estrechemos las manos en fraternal congratulación de paz bendita y perdurable...", para así: "...apagar por siempre la hoguera de la anarquía, de tanta pasión innoble, causa eficientes de nuestro atraso en la marcha triunfal de la civilización...". Gómez, consecuencia suya, se encargó de destruir esos propósitos, imponiendo una infame dictadura que no ha sido la única.
No obstante que los déspotas aluden siempre a los principios republicanos, sus hechos son opuestos, evidencian en definitiva el carácter arbitrario y desconocedor de sus gobiernos.
La existencia de una República fundada en la soberanía, la libertad y la independencia, en la mejor administración de justicia, en el bien común, con verdaderos derechos y garantías políticas, en la unión y la convivencia nacional, en la presencia de un gobierno subordinado a la ley, responsable, popular, que asuma sus deberes y límites, respetuoso del federalismo y de la división de los poderes, forma parte de la esencia principista de nuestro sistema político desde su nacimiento en el año 1811.
No puede renunciarse en Venezuela a esos mandamientos, entre ellos, la libertad civil, la independencia política, la soberanía del pueblo, la existencia de la Representación Nacional, la preeminencia de la ley, la convivencia social... El sistema republicano es opuesto a cualquier forma de ejercicio del poder que desconozca sus principios, bajo todas las formas autocráticas contrarias a su esencia.
El centralismo, por ejemplo, avasalla nuestro carácter republicano, y más cuando desde la formación los Estados estos reivindicaron su autonomía y su relacionamiento entre iguales en el marco de la organización política. El municipio es el fundamento de nuestro sistema republicano y democrático, no solamente por su historia, sino por su sentido de ciudadanía que ella inspira, próxima a la democracia, fuente primaria de la soberanía.
La República representa además en Venezuela por su origen y significación, un hecho de profunda encarnadura democrática, ya que antes que alcanzar la libertad y la independencia erigimos el sagrado principio de la soberanía popular. Igualmente, nuestros primeros legisladores establecieron un sistema político que opuso todos obstáculos al ejercicio arbitrario del poder, inspirado en los derechos del hombre y del ciudadano, fundamentos del orden social en el mundo moderno.
Destruir a la República es atentar contra la base misma del patriotismo, la memoria de nuestros fundadores, magistrados y héroes, legisladores y ciudadanos. Por la creación de una República la patria combatió, enfrentó a sus tiranos, destruyó sus cadenas, sacrificó a sus hijos, erigió sus derechos. 
La República fue el mandato que ratificó la soberanía popular tan pronto fuimos independientes. Y cuando Miranda la vio destruir, sentenció firmemente: "... esta indolencia es criminal (...), es menester desterrarla para siempre de una sociedad de hombres que han jurado tantas veces ser libres o morir. Nadie, nadie, nadie debe dejar a cargo de otro el deber sagrado...", el deber sagrado que es la patria, que es al mismo tiempo la República, gobierno de la ley, el que hace imperar para todos los derechos de sus ciudadanos libres.
Jfd599@gmail.com

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