En sus informes al gobierno inglés, Miranda
describió la situación de América sujeta a “la opresión infame” y a la
“rapacidad increíble”
Francisco de Miranda, luego
de la heroica defensa de Melilla y de Argel, fue enviado a las Antillas en
1780. Su éxito en la toma de Pensacola en América del Norte (1781) permitió a
los españoles disponer de la Florida occidental. Sus esfuerzos en apoyo a De
Grasse para desembarcar en Chesapeake, propició la victoria en Yorktown, acción
fundamental para la independencia de los Estados Unidos.
Desertó del ejército español en 1783 y se fue
a Norteamérica, vinculándose allí con destacados personajes. Siguió a Europa,
donde sería testigo y partícipe ejemplar en el cambio trascendente de la
historia. En 1784 llegó a Londres, donde desarrolló una intensa actividad
social y política. Contaba con suficientes aptitudes y méritos para representar
en distinguida forma la tierra de la cual provenía, y concebir allí la futura
República que aspiraba formar.
En Londres observó la política, habló con los
reformadores irlandeses, se pronunció en contra de la trata de esclavos,
presentó ante el gobierno el tema hispanoamericano. El conflicto entre España e
Inglaterra por la creación de establecimientos comerciales en Nootka, Cuadra y
Vaancover, implicó la amenaza de una guerra. El primer ministro William Pitt
llamó entonces a Miranda para evaluar sus planes revolucionarios en las
colonias españolas en América.
En sus informes al gobierno inglés, Miranda
describió la situación de América sujeta a “la opresión infame” y a la
“rapacidad increíble”. Era necesario el apoyo británico para alcanzar la
independencia a cambio de compensaciones en el vasto comercio de América, la
apertura del canal en Panamá para “el comercio de la China y del mar del Sur”,
idea presagiadora del futuro.
La estructuración de instituciones
permanentes (un Inca y el senado vitalicio) junto a las electivas (censores
quinquenales y cámara de comunes), equilibraban en sus planes la firmeza de la
monarquía con la alternabilidad de la democracia. Pitt no materializó el
esperado apoyo tal como lo urgía
Miranda. Se reunirían nuevamente, aún alentaba a Miranda que los sucesos en las
naciones europeas auspiciaran la libertad de América.
Pitt faltó a sus promesas y Miranda reclamó.
Era una relación política difícil de avances y de retrocesos, en la cual supo
exigir el Precursor al gobierno inglés “los principios de la justicia, de la
equidad y el honor…; el bien de sus semejantes, la felicidad y la prosperidad
de la patria”.
Exigió apoyo con dignidad, sin comprometer la
independencia, la soberanía, la autodeterminación de su país, asegurando el
derecho a su gobierno propio, “al no haber renunciado un solo instante a los
principios políticos y morales”, como lo hicieron otros en desmedro de los legítimos
e irrenunciables derechos de Venezuela.
Hace 201 años, perdida la República, Miranda
señaló que “… esta indolencia es criminal, ella se resiente de los síntomas de
nuestro antiguo sistema y es menester desterrarla para siempre de una sociedad
de hombres que han jurado tantas veces ser libres o morir.
Nadie, nadie, nadie debe dejar a cargo de
otro el deber sagrado…”, el deber sagrado de la patria, para que sea libre.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
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