Son preocupantes las noticias que llegan
desde Venezuela:
1) las elecciones se llevaron a cabo sin la presencia de
misiones de observación imparciales y confiables;
2) hubo indicios de fraude
denunciados por la oposición;
3) el organismo electoral se negó a hacer el
escrutinio de los votos en su debido momento;
4) una ministra anunció estar
preparando la celda para alojar al líder de la oposición;
5) en la Asamblea
Nacional se negó la palabra a los representantes de la oposición;
6) en la
misma Asamblea miembros del partido de Gobierno propinaron una golpiza terrible
a algunos asambleístas de la oposición ante la risa del presidente de esa
instancia;
7) el presidente de la Asamblea Nacional amenazó con poner en
práctica ‘ideas locas’ para poner en su sitio a la oposición;
8) el presidente
en ejercicio, Nicolás Maduro, aseguró conocer a quienes no votaron por él en
las elecciones.
Todo esto debería ser suficiente para poner
en acción los mecanismos continentales en defensa de la democracia y, sin
embargo, apenas existen reacciones. Con esta actitud, la izquierda continental
queda totalmente desprestigiada en cuanto a la defensa de la democracia y los
derechos humanos que tanto se ufanan en utilizar contra los Gobiernos
dictatoriales del pasado. La afirmación de Maduro, en cuanto a saber quiénes no
votaron por él, es sumamente grave tanto si es cierta como si es falsa. Si es
cierta, demuestra que el sistema electrónico de votación no respeta el secreto
del voto. Si es falsa, de todas maneras representa una amenaza y una intimidación
contra quienes no votaron por el partido de Gobierno, algo inaceptable en una
verdadera democracia.
Por supuesto, esperar una reacción en defensa
de la democracia de regímenes como el de Evo Morales, Rafael Correa o Cristina
Fernández sería equivalente a esperar que Videla critique a Pinochet por abusos
contra la disidencia. Estos son regímenes que, al igual que los de Rafael
Videla, Hugo Banzer y Augusto Pinochet en su época, estaban dispuestos a lo que
sea por mantener el poder y parte de ello consistía en cubrirse las espaldas
los unos a los otros.
Uno esperaría otra reacción de Gobiernos como
Brasil, Chile o México, y de organizaciones como la OEA o la ONU, pero todos
han preferido no molestarse ni molestar. Habrá que preguntarse para qué sirven
estas organizaciones y todos los documentos que se firman en defensa de la
democracia si a la hora de la verdad quedan en letra muerta
http://www.eldeber.com.bo/vernotacolumnistas.php?id=130520210834
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