martes, 4 de junio de 2013

FELIPE GUERRERO, SALARIO JUSTO, FUENTE: CARMELO MARZULLO S.

La bribonería de los administradores del país, preñada de violencia y mala fe, no conduce a la realización de lo que los propios pícaros llaman «revolución», sino por el contrario encauza sus fuerzas para producir «abortos de revolución». Ese modelo no debía tener cabida en el ámbito universitario, sin embargo por lo que estamos viendo, intenta penetrar los sagrados recintos de la universidad con el poderoso argumento de los fusiles.
Toda persona, por el hecho de ser persona, nace asistida, por igual, del derecho de usar los bienes necesarios para vivir y sostener decorosamente a su familia dentro de las condiciones históricamente normales de cada época. Este es un derecho natural primario.
Toda sociedad y toda gestión de gobierno deben no solamente respetarlo sino, además, velar porque todos los miembros de la sociedad puedan ejercerlo para ellos y para su familia.
Por consiguiente, toda política económica nacional o internacional sólo será justa cuando y en la medida que tienda a garantizar activa y eficazmente, el uso de los bienes necesarios que se requieran en atención a los méritos, a la formación y a la calidad del servicio que presten las personas.
El salario debe establecerse de acuerdo a la excelencia del trabajo y no en orden dos afecciones que están apareciendo en esta hora: el «borreguismo» y el «inhibicionismo».
El «borreguismo» se manifiesta como un achaque inexplicable en un auténtico universitario. Es el padecimiento de quien se siente incapaz de luchar por sus irrenunciables derechos. Es la postura de personas que se llaman «intelectuales universitarios» y no saben discernir por sí mismos. Todo esto refleja la ausencia de una clara conciencia del propio respeto que cada uno tiene de su dignidad de persona.
Pero lo más grave no es la peste del «borreguismo» que se mueve con consignas vacías de auténtico contenido o por impulsos primarios y poco reflexivos. Lo más lamentable es el trastorno del «inhibicionismo», esa forma apática de comportarse de tantos y tantos universitarios, que hasta dudo que merezcan este nombre.
Los profesores universitarios de Venezuela tienen las más bajas remuneraciones si los comparamos con otros docentes de países como Brasil, México, Argentina o Colombia.
Pero el balance empeora cuando se contrasta con otras naciones más allá del continente americano. En efecto, al comparar los salarios de los docentes universitarios de veintinueve países, se pudo verificar que los profesores universitarios de Venezuela ocupan el puesto número veintiocho tal como lo demuestran los resultados de una densa investigación realizada en la Universidad Central de Venezuela.
Las valoraciones en remuneración ubican en la cúspide a aquellos países que le otorgan un mayor privilegio a la inversión educativa antes que a la adquisición de chatarra militar y en consecuencia han alcanzado un mayor desarrollo científico y tecnológico. En estas naciones el salario oscila entre los siete mil a nueve mil dólares al mes. Frente a esta realidad, está ocurriendo una diáspora de los docentes universitarios. En ese doloroso éxodo, los profesores universitarios se van a otros países donde sienten una real valoración a sus méritos. La Venezuela culta y honesta se está desangrando; ayer vimos partir a los más calificados expertos petroleros y hoy se marchan sus más prestigiosos docentes universitarios.
En esta hora toda la sociedad venezolana debe intervenir con responsabilidad y con criterio para salvar la educación universitaria de calidad que merece nuestra juventud. Las dolencias de nuestra sociedad deben curarse con la excelencia profesional de nuestros médicos y no con el encantamiento y la superstición de quienes proclaman las excelencias de la hechicería.
Toda la Venezuela que cree en el futuro debe unirse para condenar esa bribonería que apuntábamos al comienzo y que consigue asumir puestos dirigenciales arropada con la protección militar o por la indiferencia y cobardía de todos quienes estamos obligados a luchar para que no nos arrebaten el futuro.
Con este presente menguado que vive la patria, sumado al fraude del salario de los docentes universitarios,  a Venezuela le espera un futuro desesperante. Esta realidad nos obliga a despertar y a tomar conciencia. No debemos seguir consintiendo los caprichos de quienes niegan los justos reclamos de los calificados docentes universitarios pero que rinden honores y doblan las rodillas ante los grandes tiranos que han explotado y vejado por décadas a pueblos hermanos de este continente.
felipeguerrero11@gmail.com

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