Los venezolanos estamos de acuerdo en lo que
aspiramos. El qué está claro, las divergencias radican en el cómo. Todos
deseamos un gobierno respetuoso de la
Constitución, descentralizado y
eficiente. Que garantice el acceso a una
buena educación, a un excelente sistema de salud, a servicios públicos idóneos,
a un empleo bien remunerado, a una vivienda
adecuada y a un sistema de
justicia que no discrimine. Lamentablemente no coincidimos en cómo lograrlo.
El régimen parte de la premisa de que somos
un país rico, pero que esa riqueza está mal distribuida. Para
corregir las desigualdades postula que
el Estado debe ejercer el mayor control posible sobre la economía regulando
precios, restringiendo las divisas y creando empresas públicas que manejen no
solo lo tradicionalmente considerado “estratégico”, sino también la producción
y comercialización de rubros agrícolas, la construcción de viviendas y los
medios de comunicación social. Su tesis es que el sector privado es explotador
y especulador. Además, los rojos quieren eliminar la autonomía universitaria e
imponer un pensamiento único.
Los pésimos resultados están a la vista.
Servicios públicos deteriorados, empresas del Estado quebradas; baja
productividad, cierre de empresas, desabastecimiento, inflación y
subempleo. Además, persecución política.
En lugar de aplicar aquello de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como
sea necesario”, seleccionaron “tanto Estado como sea posible y tanto mercado como
sea imprescindible”, que ha resultado un fracaso en todas partes donde se ha
aplicado. El que hayan convencido a muchos se explica parcialmente por fallas
del sector privado que a veces no entiende el alcance de la responsabilidad
social, debilidades de nuestro sistema educativo y errores políticos del pasado
Las diferencias son irreconciliables porque
no podemos ceder en los valores fundamentales.
Los demócratas tenemos tres opciones obvias: Convocar a una Constituyente,
revocar el mandato a los diputados rojos o esperar un revocatorio presidencial.
La Constituyente es la más atractiva, pero siempre tendremos el escollo de un
CNE parcializado. Otra opción es la resistencia activa no violenta, pero Gandhi
tuvo éxito porque casi toda la población rechazaba a los ingleses. Cualquiera de las opciones mencionadas
requiere contar con una mayoría superior a la actual, sea para impedir las
marramucias del CNE o para imponer el triunfo de la resistencia no violenta. Por
otra parte, no puede descartarse que si se profundiza la crisis se desate una
ingobernabilidad que obligue pactar una transición que conlleve a la renuncia
de Maduro. Tampoco es imposible una
intervención militar que nuestra
sociedad no toleraría por más de un año sin que llame a elecciones.
En todo caso requerimos incrementar
apreciablemente la actual mayoría opositora.
Como en botica: Falleció uno de los
Caballeros del Agro, el doctor Héctor Hernández Carabaño, quien ocupó tres
carteras ministeriales en tiempos en que los ministros tenían peso específico.
Mucho estudio le dedicó a la seguridad alimentaria. Defendamos la autonomía universitaria ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
eddiearamirez@yahoo.com
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