martes, 25 de junio de 2013

DIARIO EL PAIS DE URUGUAY, CONVULSION BRASILEÑA, EDITORIAL

El País (Uruguay) - 22-Jun-13 - Opinión


http://www.elpais.com.uy/opinion/editorial/convulsion-brasilena-editorial.html

EDITORIAL
Convulsión brasileña

Atónitos hemos quedado a lo largo de varios días, con las imágenes transmitidas por la televisión, las fotos y las informaciones de los diarios y de internet, que mostraban la multitudinaria agitación que de golpe se disparó por el Brasil, expandiéndose por distintos estados, de una ciudad a otra.

Como si alguien hubiera acercado un fósforo a una mecha, la explosión se tradujo rápidamente en un desborde social de alarmante proporción, cuyas consecuencias y razones no están todavía claras. Es una trama compleja, difícil de esclarecer.

Los motivos que impulsan a las "protestas" pueden, en apariencia, no tener nada que ver con lo ocurrido en Egipto o Turquía, pero en algunos aspectos tienen su parecido, lo mismo que con las demostraciones de los indignados, en lugares como España, aunque en Brasil el aumento del costo del boleto haya sido la excusa publicitada, amén de la corrupción, la educación, los servicios, los gastos del mundial, etc. Se trata de un fenómeno que en buena medida es hijo del avance tecnológico. Del poder de convocatoria de las redes sociales en todas sus variantes, las cuales son instrumentales para facilitar a la canalización de toda clase de insatisfacciones, reclamos e inquietudes de la sociedad.

No se respeta (o no se teme) a la autoridad. Las manifestaciones descontroladas se han puesto de moda en el mundo y la gente se contagia del mal ejemplo. Se convocan por celular, por e-mail, por facebook, por whatsapp, por viber, por twitter. La amplia gama de medios para comunicarse hoy, parece infinita.

Algunas manifestaciones comienzan pacíficamente, protestando en forma legítima, pero a menudo se desbordan y suelen ser copadas por los más extremistas. La contención social queda prácticamente desbordada. La juventud, desobediente e indisciplinada, no teme a posibles consecuencias. Los elementos antisociales, los resentidos, los envidiosos, los violentos y los psicópatas se sienten en su salsa. ¿Por qué no quemar un autobús? ¿Romper vidrios, tirar piedras? ¿Golpear a algunos? Los ladrones aprovechan.

Los órganos represores tienen miedo de actuar en forma contundente porque la opinión pública, los políticos y los jueces, históricamente no se inclinan por apoyar la acción de la policía. Si no actúan, luego serán criticados, pero de hacerlo, también. Son situaciones de suma cero. En la Argentina en el año 2001, cuando los alborotadores quisieron quemar la Casa Rosada y la policía tuvo que usar armas de fuego para impedir la entrada de los pendencieros y también para defenderse, murieron algunos de los provocadores. A continuación los policías terminaron presos y algunos y siguen tras las rejas. Hay que tener mucho cuidado con los "derechos humanos" de los violentos.

La gran paradoja es que para ciertos comentaristas políticos, la insurrección se explica porque una parte de las clases más postergadas ascendió en la escala social hasta integrar la clase media, y así como aumentaron sus ingresos, han crecido sus exigencias y sus descontentos.

Si se hace un poco de memoria, lo cierto es que el país vivía entrampado en la hiperinflación, la deuda, y un estatismo paralizante hasta que hace 20 años, Fernando Henrique Cardoso fue nombrado Ministro de Economía. A partir de ahí, con el plan Real se domó la inflación y bajo su presidencia se introdujeron reformas económicas de corte liberal que permitieron lograr estabilidad y crearon los fundamentos de un nuevo Brasil. Este rumbo continuó en el primer período de la Administración Lula da Silva y unos 30 millones de brasileños salieron de la pobreza.

Pero en su segunda etapa y bajo su sucesora, Dilma Rousseff, se empezó a desandar ese camino. Con la recesión mundial del 2008-2009 se abandonaron las prudentes prácticas y se empezó a gastar de otra manera. El recalentamiento de la economía, terminó en estancamiento. El año pasado creció 0,9%. La inflación (6,5% en 2012) ha hecho que los aumentos salariales se evaporen rápido y los inversores se han enfriado ante la falta de claridad en la dirección. Aumentó el déficit comercial con la desaceleración de las compras chinas y bajó el consumo y el boom del crédito. Rousseff tendrá que encontrar la fórmula mágica: estimular una mayor libertad de mercado que atraiga las inversiones, reducir la inflación y sobre todo, calmar a la gente.


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