El
País (Uruguay) - 22-Jun-13 - Opinión
http://www.elpais.com.uy/opinion/editorial/convulsion-brasilena-editorial.html
EDITORIAL
Convulsión
brasileña
Atónitos
hemos quedado a lo largo de varios días, con las imágenes transmitidas por la
televisión, las fotos y las informaciones de los diarios y de internet, que mostraban
la multitudinaria agitación que de golpe se disparó por el Brasil,
expandiéndose por distintos estados, de una ciudad a otra.
Como
si alguien hubiera acercado un fósforo a una mecha, la explosión se tradujo
rápidamente en un desborde social de alarmante proporción, cuyas consecuencias
y razones no están todavía claras. Es una trama compleja, difícil de
esclarecer.
Los
motivos que impulsan a las "protestas" pueden, en apariencia, no
tener nada que ver con lo ocurrido en Egipto o Turquía, pero en algunos
aspectos tienen su parecido, lo mismo que con las demostraciones de los
indignados, en lugares como España, aunque en Brasil el aumento del costo del
boleto haya sido la excusa publicitada, amén de la corrupción, la educación,
los servicios, los gastos del mundial, etc. Se trata de un fenómeno que en
buena medida es hijo del avance tecnológico. Del poder de convocatoria de las
redes sociales en todas sus variantes, las cuales son instrumentales para
facilitar a la canalización de toda clase de insatisfacciones, reclamos e
inquietudes de la sociedad.
No
se respeta (o no se teme) a la autoridad. Las manifestaciones descontroladas se
han puesto de moda en el mundo y la gente se contagia del mal ejemplo. Se
convocan por celular, por e-mail, por facebook, por whatsapp, por viber, por
twitter. La amplia gama de medios para comunicarse hoy, parece infinita.
Algunas
manifestaciones comienzan pacíficamente, protestando en forma legítima, pero a
menudo se desbordan y suelen ser copadas por los más extremistas. La contención
social queda prácticamente desbordada. La juventud, desobediente e
indisciplinada, no teme a posibles consecuencias. Los elementos antisociales,
los resentidos, los envidiosos, los violentos y los psicópatas se sienten en su
salsa. ¿Por qué no quemar un autobús? ¿Romper vidrios, tirar piedras? ¿Golpear
a algunos? Los ladrones aprovechan.
Los
órganos represores tienen miedo de actuar en forma contundente porque la
opinión pública, los políticos y los jueces, históricamente no se inclinan por
apoyar la acción de la policía. Si no actúan, luego serán criticados, pero de
hacerlo, también. Son situaciones de suma cero. En la Argentina en el año 2001,
cuando los alborotadores quisieron quemar la Casa Rosada y la policía tuvo que
usar armas de fuego para impedir la entrada de los pendencieros y también para
defenderse, murieron algunos de los provocadores. A continuación los policías
terminaron presos y algunos y siguen tras las rejas. Hay que tener mucho
cuidado con los "derechos humanos" de los violentos.
La
gran paradoja es que para ciertos comentaristas políticos, la insurrección se
explica porque una parte de las clases más postergadas ascendió en la escala
social hasta integrar la clase media, y así como aumentaron sus ingresos, han
crecido sus exigencias y sus descontentos.
Si
se hace un poco de memoria, lo cierto es que el país vivía entrampado en la
hiperinflación, la deuda, y un estatismo paralizante hasta que hace 20 años,
Fernando Henrique Cardoso fue nombrado Ministro de Economía. A partir de ahí,
con el plan Real se domó la inflación y bajo su presidencia se introdujeron
reformas económicas de corte liberal que permitieron lograr estabilidad y
crearon los fundamentos de un nuevo Brasil. Este rumbo continuó en el primer
período de la Administración Lula da Silva y unos 30 millones de brasileños
salieron de la pobreza.
Pero
en su segunda etapa y bajo su sucesora, Dilma Rousseff, se empezó a desandar
ese camino. Con la recesión mundial del 2008-2009 se abandonaron las prudentes
prácticas y se empezó a gastar de otra manera. El recalentamiento de la
economía, terminó en estancamiento. El año pasado creció 0,9%. La inflación
(6,5% en 2012) ha hecho que los aumentos salariales se evaporen rápido y los
inversores se han enfriado ante la falta de claridad en la dirección. Aumentó
el déficit comercial con la desaceleración de las compras chinas y bajó el
consumo y el boom del crédito. Rousseff tendrá que encontrar la fórmula mágica:
estimular una mayor libertad de mercado que atraiga las inversiones, reducir la
inflación y sobre todo, calmar a la gente.
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