El presidente de la Asamblea Nacional ha
sorteado señalamientos de corrupción y se ha consolidado como el segundo hombre
más poderoso del país, con relaciones en el estamento militar, la burocracia
estatal, colectivos y movimientos sociales
Diosdado Cabello tenía una sonrisa inquieta
el lunes por la noche cuando apareció en los pasillos del Palacio de
Miraflores. Iba unos pasos detrás del presidente Nicolás Maduro, quien se
volteó para darle unas palmadas en la espalda ante las cámaras de Venezolana de
Televisión. Al mediodía, la oposición había expuesto una grabación en la que
presuntamente el presentador del programa La Hojilla, Mario Silva, describió
redes de financiamiento ilícito de Cabello y sus movimientos en la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana para debilitar a Maduro. “A él lo que le interesan
son los reales y el poder”, resumió la voz atribuida a Silva en un informe que
rendía a un oficial de inteligencia cubano. “No habrá forma de dividir al chavismo”,
fue su respuesta cuando una periodista de Telesur le preguntó, no sin timidez,
sobre la noticia del día.
Cabello, personaje central de la trama de
corrupción y traiciones que existe tras los bastidores del chavismo según el
audio, se convirtió en el segundo hombre más poderoso del país con la venia del
fallecido presidente Hugo Chávez, que lo incluyó en su entorno desde que era un
joven militar conspirador involucrado en el golpe de Estado del 4 de febrero de
1992 hasta que instaló su revolución desde el Ejecutivo. “He navegado bajo
tormentas más de 14 años y tuve al mejor maestro para vencer”, escribió el
martes en Twitter. Desde muy temprano ha sabido moverse con pericia tanto en
las aguas civiles como en las militares. Pero una cualidad lo ha distinguido:
un sentido privilegiado de la orientación en el terreno burocrático que lo ha
llevado a las primeras posiciones de las instituciones de Gobierno con grandes
partidas presupuestarias, con alcance nacional y con músculo para la
contratación y ejecución de obras millonarias.
El despegue de Cabello en la administración
pública puede ser visto con mayor nitidez si se recuerdan sus orígenes. Hace 18
años apenas manejaba una compañía de servicios de informática que trabajaba
para el Ministerio de Educación durante el segundo gobierno de Rafael Caldera.
“Creamos la empresa y nos contrataron como outsourcing”, confirma su antiguo
socio, Luis Valderrama, un capitán retirado del Ejército que también participó
en el alzamiento contra Carlos Andrés Pérez. Para entonces ambos habían cerrado
una experiencia como funcionarios del Programa de Alimentación Materno Infantil
que estuvo al mando de otro de los líderes de la asonada de 1992: Francisco
Arias Cárdenas. El teniente coronel había decidido lanzarse a la Gobernación
del Zulia y el destino de los alzados que trabajaban con él no lucía tan
promisorio como después lo fue para Cabello, quien logró convertirse en
director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, ministro de la
Secretaría, vicepresidente ejecutivo de la República, presidente encargado,
ministro del Interior y Justicia, dos veces ministro de Infraestructura y
gobernador de Miranda antes de llegar a la presidencia del Poder Legislativo.
Las posiciones clave. Ninguno de sus cargos
fueron tan ventajosos en el manejo de fondos estatales como los que ocupó en el
período comprendido entre 2003 y 2010. Su paso por el despacho de obras
públicas y por el gobierno mirandino dejaron una estela de denuncias sobre
manejos irregulares como la ejecución incompleta de proyectos, el cobro de
sobreprecios o la constitución de redes de empresas beneficiadas por contratos
estatales. Cabello ha insistido en la falta de pruebas por parte de sus
detractores y hasta la fecha no ha prosperado ningún expediente en su contra en
la Contraloría General de la República, la Asamblea Nacional o el Ministerio
Público.
“Espero
adaptarme a este cargo... Quisiera estar más de seis meses aquí”, dijo Cabello
minutos después de su juramentación como ministro de Infraestructura en enero
de 2003. Desde 1999 había ocupado cuatro posiciones en el alto gobierno gracias
a los constantes enroques que hizo Chávez en su gabinete entonces. El
ministerio era una de las carteras clave del Ejecutivo: tenía presencia en todo
el país a través de 20 organismos adscritos que abarcaban desde la vialidad
rural hasta la operación de los aeropuertos. Además, le confirieron músculo
financiero: su asignación en el presupuesto nacional creció cerca de 60% y
sobrepasó el billón de bolívares de los de antes. El 26 de febrero de 2004, en
la entrega de la Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional, Cabello destacó
que su despacho adelantaba cinco de los proyectos más importantes de América
Latina, entre los que se contaban el segundo puente sobre el río Orinoco; el
sistema Metro en Caracas, Valencia, Los Teques y Maracaibo, y el ferrocarril de
los Valles del Tuy.
Cuando Chávez lo designó como candidato a la
Gobernación de Miranda para las elecciones regionales de 2004, Cabello se
aseguró de dejar a hombres de su confianza en el área de infraestructura. Su
influencia se hizo patente en 2005, cuando se creó el Ministerio de Hábitat y
Vivienda y Luis Figueroa, amigo de Cabello de la juventud y líder estudiantil
de la UCV, fue designado en la cartera.
Hijo de un dirigente de Acción Democrática,
Cabello había optado desde la adolescencia por otro camino: sumarse al grupo de
izquierda Bandera Roja –en el que también militó Figueroa– en su liceo de El
Furrial, pueblo de Monagas donde nació en 1963. Su experiencia en esa
organización, de hecho, lo convirtió en un enlace con los civiles que se
involucraron en el golpe del 4-F. “Tenía a cargo las comunicaciones. Desde niño
había mostrado gran capacidad organizativa”, dice una fuente que trabajó junto
con él en la conspiración.
Cabello regresó al Ministerio de
Infraestructura cuando fracasó en su intento de reelegirse en Miranda ante
Henrique Capriles Radonski, cuyo equipo presentó después 17 denuncias ante la
Fiscalía relacionadas con la gestión de su predecesor. El actual vicepresidente
del PSUV recibió en esa época como ministro los puertos, aeropuertos y vías
nacionales, cuya administración fue revertida de las gobernaciones al Ejecutivo
nacional en 2009. Un proyecto –la construcción de una carretera en Lara– motivó
una reprimenda pública de Chávez en noviembre de ese año, porque el presupuesto
ministerial era de casi el doble con respecto al que manejaba el gobernador
Henri Falcón: “O te están cayendo a coba a ti, Diosdado, o le están cayendo a
coba al gobernador, pero no puede ser que la diferencia sea de tal magnitud”.
Maduro, heredero del fallecido mandatario,
tampoco ha sido ajeno al ajedrez burocrático: en los meses que estuvo como
presidente encargado reemplazó a 30 funcionarios con responsabilidades en
puertos, aeropuertos, ferrocarriles y empresas públicas de construcción, lo que
se interpretó como un movimiento para consolidar su base de poder.
La derecha endógena. Cabello ha debido
sortear las aguas turbulentas surgidas en el propio chavismo. En enero de 2008
el diputado Luis Tascón lo señaló como “jefe de la derecha endógena”, término
con el cual describía los grupos de poder que usaban la revolución para
lucrarse económicamente. Lo denunció en la Asamblea Nacional por
irregularidades en la adquisición de vehículos en Minfra. El impasse terminó
con la expulsión de Tascón del PSUV después de que Cabello lo tildó de
infiltrado. Con la muerte del parlamentario, cesaron los señalamientos. “Eso
fue una posición personal de Tascón. Apoyamos a Diosdado porque ha dado pasos
importantes para la alianza con los partidos de la revolución”, dice Erick
Ramírez, de la directiva actual de Nuevo Camino Revolucionario, organización
fundada por Tascón.
Cabello encontró otras voces en contra: los
Tupamaros. Lo acusaban de no representar el proyecto socialista y lo
responsabilizaban de utilizar su amistad con la dirigente oficialista Lina Ron
para provocar ataques armados en contra de ellos por parte del colectivo La
Piedrita del 23 de Enero. Luego de una conversación de tres horas con José
Pinto, secretario general del Movimiento Revolucionario Tupamaros, Cabello
logró incluso que el partido apoyara su candidatura al Parlamento por Monagas.
“Como vimos que él tenía relación con esa gente, creímos que tenía algo que ver
con los atentados. Pero nos aclaró que no tenía ninguna responsabilidad y
gracias a su intervención se dieron conversaciones entre los colectivos. Fue
muy sincero”, afirma Pinto.
Ascenso y enroque. La Comisión Nacional de
Telecomunicaciones fue la primera parada de Cabello en la administración
pública. “Presidente, yo quiero me que mande para una fundación orientada a la
protección de las personas o a Conatel”, le dijo Cabello a Chávez en una
reunión en La Viñeta, en Fuerte Tiuna, horas después del triunfo electoral de
1998. La escena la describe Luis Pineda Castellanos, compañero de promoción del
jefe del Estado y participante del golpe, en su libro Así paga el diablo.
Cabello –quien como militar había sido becado
para estudiar Ingeniería de Sistemas en el Instituto Universitario Politécnico
de las Fuerzas Armadas– se estrenó en el gobierno de Chávez como director del
organismo en un momento en el que el país se preparaba para abrir sus mercados
en esta área y cesar el monopolio de la estatal Cantv. Una inversión de más de
2 millardos de dólares y un crecimiento de casi 70% dejó la apertura del sector
que condujo Cabello. En dos años, delineó en Plan Nacional de
Telecomunicaciones y echó a andar el proyecto de Ley de Responsabilidad Social
en Radio y Televisión. Fueron también los años de las primeras sanciones contra
los canales de televisión RCTV y Globovisión.
Su gestión le dio una imagen de buen gerente,
con capacidad de articular a distintos sectores del país. La apreciación de él
hoy cambia según el cristal con el que se evalúa. “Su actitud es abusiva y
prepotente. Es vengativo. Se presentaba con guardias armados a las reuniones
del partido”, dice José Domínguez, diputado a la Asamblea Nacional por Monagas,
ex directivo del PSUV en ese estado y aliado del ex gobernador José Gregorio
Briceño, uno de los mayores adversarios políticos de Cabello. Julio Chávez,
diputado del PSUV, considera en cambio que el presidente del Parlamento se ha
granjeado afectos porque es percibido como leal al presidente Chávez. Gerson Pérez,
de Podemos, rescata su papel como un hombre de trabajo: “No está pendiente de
figurar en las cámaras, sino que es pragmático y combina lo ideológico con lo
efectivo, el ir casa por casa y hacer labor social”. Aún hoy lo recuerdan por
el trabajo de organización que desarrolló apenas salió de la cárcel con
colectivos en zonas populares para la primera campaña de Chávez, con la
Juventud del MBR–200 y después con los Círculos Bolivarianos una vez en el
Gobierno. Hoy muchos no saben si calificar de nacionalista, bolivariano o
simplemente chavista al hombre que desde la presidencia del Parlamento niega el
derecho de palabra y hasta el sueldo a los diputados opositores. Mientras, se
abraza con el presidente Maduro, sonríe a la cámara y le resta importancia a un
audio que sacudió al chavismo.
@adrivera84
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