“No
por la benevolencia del panadero del carnicero y del lechero es que tengo la
cena sobre mi mesa, sino por su ambición de obtener una ganancia. Y así, en
busca de esa ganancia, sin proponérselo, están promoviendo el beneficio de la
comunidad, siempre guiados por una mano invisible.” Adam Smith
“No
por la benevolencia del diputado, senador, gobernador o mi burócrata favorito,
es que mi vida como ciudadano ha mejorado. Los políticos, al igual que los
agentes económicos, actúan persiguiendo su interés muy personal motivados por
una enfermiza ambición y, guiados una mano muy visible, destruyen el flujo
natural de los mercados.” Ricardo Valenzuela
Desde tiempos inmemoriales el hombre se ha
rebelado contra la represión del estado, la lucha ha sido por definir cuál
debería de ser la verdadera relación del estado y sus ciudadanos. Desde la
emergencia de la Carta Magna desmantelado los poderes ilimitados de los
monarcas, hasta el la rebelión de Martín Lutero, la revolución francesa y la
caída del muro de Berlín, esa lucha ha sido el anhelo para su liberación de
todos los pueblos de la tierra.
El recientemente fallecido, James Buchanan,
en 1986 ganó el premio Nobel de economía con sus revolucionarias teorías del
Public Choice, a través de las cuales encontraba explicaciones de las conductas
y estrategias del estado y sus elementos políticos para acrecentar su poder,
mantenerlo y sus repercusiones económicas.
Public Choice es una teoría que se le ha
llamado “la economía de la política” que describe el comportamiento político
asumiendo que sus actores son oportunistas, y lo que buscan es promover su
propio interés. Esta visión del hombre, muy efectiva explicando su
comportamiento económico, se ha aplicado en la política en contraste con
aquellas teorías que ven dicha actividad como la persecución del interés
general de los ciudadanos.
La conclusión de los abanderados del Public
Choice, es que el gobierno crece ilimitadamente simplemente por la conveniencia
de los políticos, burócratas y grupos de interés especiales cómo sindicatos,
empresarios estatistas etc., que forman carteles para beneficio personal
siempre a costa del sufrido pueblo. Se adueñan de los activos nacionales que
deberían de ser el cuadro de desarrollo económico general, y los usan como si
fueran de su propiedad.
Buchanan y su socio, Gordon Tullcok,
presentaban la idea de un contrato teórico de la gente con el estado, a través
del cual el estado existe para proteger los derechos individuales y
proporcionar servicios públicos. Ese papel del estado ha sido generalmente
aceptado aun cuando no por unanimidad y
él mismo no cumpla cabalmente su función, pero cuando el estado va mas allá del
contrato su legitimidad se cuestiona y crece el descontento. Este contrato entre
la sociedad y el estado no es una descripción histórica, sino más bien un
estándar para medir el papel del estado que ha ido mucho más allá del concepto
limitado del contrato original.
Los políticos son descritos como
“recolectores de votos” y lo único que les interesa es retener sus “huesos.”
Para conseguir votos usan estrategias que van desde la compra de los mismos,
hasta la intimidación y el chantaje. Prometen a los votantes obras y beneficios
sin importar costos y sabiendo que no van a cumplir. El ejemplo clásico de este
tipo de engaño, es el ciclo político de los negocios mediante el cual los
gobiernos, antes de las elecciones, incrementan el déficit público o el dinero
en circulación para proyectar una imagen de bonanza artificial, con grandes
costos económicos a futuro, pero que normalmente se sentirán hasta después de
la elección.
Buchanan y Tullock aseguran que los
presupuestos de los gobiernos del mundo, son mínimo el doble y a veces hasta
cinco veces de lo que deberían de ser en una administración eficiente. Pero los
políticos y burócratas establecen como uno de sus objetivos primordiales el de
“tamaño,” o construcción de su emporio. Es bien sabido que en las burocracias
tamaño representa poder, ingresos, mordidas, status, y la visión de su futuro
se incrementa con el tamaño de su agencia, departamento, Secretaría.
Los burócratas, cómo los primeros elementos
de esta estructura, son proveedores de sus monopólicos servicios para los
políticos. Los políticos, como segundo elemento, son los supervisores de los
burócratas y representan grupos con gran demanda por esos servicios. Los grupos
de interés especiales son el tercer elemento—empresarios estatistas, sindicatos
etc.—y normalmente buscan es se les incluya en el reparto de dulces, asistir a
la mesa de póquer, pero con las cartas marcadas.
México es un ejemplo clásico del Public
Choice. Desde el Pacto de Calles, la estructura política del país se desarrolló
para servir los intereses de los revolucionarios y no para servir al pueblo. La
estructura política mexicana se organizó como la Mafia, de arriba hacia abajo,
para servir a los intereses de sus miembros y no el de sus “mercados.” El
estado creció de una forma ridícula por interés de los políticos y no por el
idealismo de servir al pueblo. Llegó un momento en nuestro país, afirmaban
Buchanan y Tullock, en el que el estado—la familia revolucionaria—controlaba el
80% de la economía nacional, situación ilógica, injusta, y ridícula.
Ahora, cuando el partido en el poder (sea
PRI, PAN o PRD) siente que sus intereses están en peligro, acude a todos los
trucos, mañas, infamias, chantajes, amenazas etc., para conservar esos
intereses. Antes de las elecciones se nota el exceso de dinero en los mercados
provocando por emisiones irresponsables dando la impresión de una bonanza
artificial, una euforia que provoca la borrachera irresponsable, pero después,
y que no lo dude nadie, viene la horripilante cruda que sufrimos todos los
mexicanos.
Estos dos grandes intelectuales afirman que
algo muy positivo para México sería que todos esos elementos desaparecieran.
Uno de los secretos del éxito de Japón y Alemania es que, precisamente, con la
aniquilación de sus países, todos esos grupos desaparecieron en la Segunda
Guerra Mundial y así pudieron empezar de cero.
Grupos como los que hemos enumerado, que solo
dedican tiempo y esfuerzo a la distribución y no a la creación y producción del
pastel nacional. De esa forma, ambos países tuvieron la oportunidad de empezar
sin los vicios originales, sin la hemorragia de riqueza física, financiera, económica,
moral que provocan esos parásitos sociales. Cuando se presentan este tipo de
situaciones, las consecuencias económicas pueden ser infinitas como las que ya
sufrimos cuando los revolucionarios decidieron sabotear el país en 1994. Es por
tal motivo que al Public Choice se le llama la economía de la política o, tal
vez debería de ser la “economía de los políticos”.
La ambición insana de los políticos y su
egoísmo irracional, es lo que quiebra a los gobiernos y oprime a las
sociedades.
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