Una de las mayores injusticias perpetradas
actualmente en Venezuela es el secuestro de la Asamblea Nacional por parte de
Diosdado Cabello. Bajo su presidencia, la AN ha perdido su significación
constitucional y su razón de ser política. Los hechos muestran que, lejos de
ser un templo republicano para la libertad de los ciudadanos, para la
limitación del poder, para la expresión de la pluralidad social y para la
confección del reino de la paz y de la justicia a través de las leyes, nuestro
órgano legislativo nacional ha sido transformado por Diosdado Cabello en un
atroz instrumento en contra de la libertad, en un aparato de mentira e
intimidación que es utilizado una y otra vez por el régimen para controlar a la
sociedad y a los ciudadanos.
Diosdado Cabello es el principal y más
importante responsable de que hoy en día los venezolanos presenciemos la
decadencia de un Parlamento Fallido. Fallido, porque se lo ha convertido en un
artefacto para sustraer libertades, violar derechos, amasar poderes y simular
formas democráticas. Nuestra AN ha sido corrompida de tal manera, que no puede
ejercer sus más importantes roles institucionales, especialmente (i) la
representación de todo el pueblo de Venezuela, (ii) la institucionalización del
diálogo y (iii) la constitucionalización de la legítima pugna política.
Por eso, debemos decir la verdad con
claridad: este Parlamento, gobernado salvajemente por Diosdado Cabello bajo la
ley de la violencia y no de la razón jurídica, no puede ser considerado como
tal.
Un Parlamento que no representa a la sociedad
venezolana, que no la refleja fielmente en su heterogeneidad, no puede ser
considerado como tal. Un Parlamento siervo del poder autocrático, sin autonomía
política ni moral, no puede ser considerado como tal. Un Parlamento que no
legisla para encauzar el recto ejercicio de la libertad de los ciudadanos y
para asegurar la vigencia efectiva de los derechos de estos, no puede ser
considerado como tal. Un Parlamento que no controla al Poder Ejecutivo, sino
que potencia su arbitrariedad, no puede ser considerado como tal.
Los venezolanos necesitamos, pues,
reconstruir un verdadero Parlamento. Un Parlamento democrático apto para ocupar
el lugar de primacía que, según la Constitución, le corresponde en el concierto
de los demás poderes públicos. Por eso la importancia de la lucha impostergable
que deben sostener los diputados de la Mesa de la Unidad Democrática, y junto a
ellos todo el pueblo de Venezuela. Se trata de una lucha en clave de
resistencia, cuyo objeto es poner en evidencia, en todo momento, el sinfín de
inconstitucionalidades a las que da lugar la actuación autocrática de Diosdado
Cabello. Mientras más injusto sea el proceder de Diosdado Cabello, más debe desnudarse
su vacío moral frente al país y frente a la comunidad internacional. Su errónea
comprensión de lo político, esencialmente anti-republicano porque niega la
convivencia pacífica y aspira a la destrucción del adversario, terminará siendo
derrotada. No lo dudemos.
Juan Miguel Matheus
jmatheus@uma.edu.ve
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