Este mes de Mayo se inicia con dos fechas
importantes en el calendario laboral nacional e internacional.
Nos referimos al
primer aniversario de la Ley Orgánica del Trabajo, las Trabajadoras y los
Trabajadores, LOTTT, y al Día Internacional del Trabajador. Este último fue
recordado el miércoles pasado en nuestro país con el tradicional desfile de los
trabajadores, que desde hace varios años se ha escindido en dos mitades; una,
expresión de la ideología del oficialismo y, la otra, del disentimiento, de la
discrepancia legítima, es decir, de la oposición.
Y decimos que fue recordado,
en lugar de celebrado, porque los trabajadores venezolanos no tienen mucho que
festejar en estos momentos, en que un forzado aumento salarial del 20 por
ciento, que podría llegar a un 35 o 40
por ciento a finales del año, acaba de ser decretado por el Ejecutivo
Nacional. Incremento salarial que es más un paliatorio que un paliativo, si se
toma en cuenta la devaluación, de más de un 40 por ciento, que ya sufrió el
dólar oficial a comienzos del año, a lo cual se suman la alta inflación y la
especulación que afectan los precios de los productos de primera necesidad y a
cuyo encarecimiento contribuirá, a su vez, como si de un endemoniado círculo
vicioso se tratara, dicho aumento del salario mínimo.
Este pasado 1° de Mayo, llega también, con el
lamentable episodio de persecución y acoso que han venido en los últimos días,
sufriendo los trabajadores del sector público por parte de su patrono, el
Estado, como consecuencia de los resultados electorales que tanto han
disgustado al gobierno y que coincide, además, apenas una semana de diferencia,
con el primer aniversario de la LOTTT. Un instrumento legislativo convertido en
promesa electoral por el presidente Chávez, desde hacía ya un tiempo, que entró
finalmente en vigencia después de varios retrasos, el 7 de Mayo del 2012.
Un balance de la misma, no obstante que un
año no es tiempo suficiente para sacar conclusiones definitivas, deja nada o
casi nada que destacar. La nueva jornada laboral de 40 horas semanales, de la
que mucho se habló, y que sustituye a la anterior de 44, a partir precisamente
del 7 de Mayo de este año, ya ha empezado a mostrar algunas de sus desventajas
para los trabajadores. Una de ellas, con los 30 minutos adicionales que la
LOTTT le impone al trabajador para el receso correspondiente al almuerzo y que
obliga al trabajador a retrasar su regreso al hogar, media hora, lo cual en la
práctica hace casi invisible la reducción de la jornada diaria, así como
inefectiva para ambos, patrono y trabajador, la reducción de 4 horas en la
jornada semanal. Otra no menos importante, que afecta el bolsillo del
trabajador, es la que se produce con el día de descanso adicional,
anteriormente laborable en muchos centros de trabajo y que conlleva a la
pérdida del cesta- ticket de ese día. El
mismo desencanto lo tienen los trabajadores con el tema de las prestaciones
dobles calculadas con el último salario, una
figura que se perdió en el año 1998 y que se convirtió en reivindicación
primero y luego en exigencia, dentro del chavismo incipiente de los primeros
años, pero que en la LOTTT se recoge de manera diferente y como una alternativa
de pago al final de la relación laboral. Y qué decir de las excesivas regulaciones contenidas en su
texto, las cuales junto a la incertidumbre que plantea la figura de los
Consejos de Trabajadores, sujeta a legislación posterior, conforman una seria
amenaza al desarrollo de la libertad sindical consagrada en la Constitución de
1999.
Por el lado patronal las dudas y temores son
aún mayores, entre otros motivos, porque
la estabilidad allí contemplada, que impide, en la práctica, el despido
de un trabajador si no hay una autorización de la Inspectoría del Trabajo, atenta
contra el empleo, la calidad del empleo, la competitividad y la productividad
en el trabajo. Esto, sin contar que esta LOTTT es más intervencionista que la
anterior, para lo cual establece nuevas regulaciones y sanciones dentro del poder discrecional aumentado de las
autoridades laborales, que van desde
multas muy fuertes hasta el posible cierre de la empresa.
En un país como Venezuela donde el Estado es
el mayor empleador y el clientelismo juega un rol político-electoral
fundamental, da la impresión que la conmemoración del Día Internacional del
Trabajador, o de cualquier otro evento que tenga que ver con los trabajadores,
solo tiene sentido si se interpreta como un hecho de dominio político, de
ideología o contenido partidista, donde los votos se cuentan en salarios
mínimos y las reivindicaciones socioeconómicas se convierten con los años, en promesas rancias de Mayo, que
van y vienen como una brizna de paja en el viento.
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