martes, 21 de mayo de 2013

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, CATORCE AÑOS DESPUES,


Decir que la situación que vive la Asamblea Nacional, antiguo Congreso de la República, es atípica, es decir lo menos. Los calificativos para definir o describir lo que está sucediendo allí aunque podrían ser muchos y variados, no serían nunca suficientes. Además, aquel viejo refrán popular, fue Campoamor quien lo puso de moda, conforme al cual “en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, apunta muy al objetivo aquel de que la subjetividad, los intereses creados, la subordinación ideológica o como se le quiera llamar a la causa de ese relativismo que afecta a la Venezuela actual, hace difícil “descolorarnos” para que todos podamos ver las cosas como realmente son.
La crisis de nuestro Parlamento, resulta hasta burlón llamarlo así, pude ser vista en muchas dimensiones. La más sencilla y que es la que generalmente llega a la óptica popular, a la del hombre de la calle, es la de reducir todo el asunto a un acto de violencia  entre diputados, es decir, a una vulgar trifulca entre partidarios de dos corrientes políticas adversas, de esas que es hasta lógico que se den en países del tercer mundo. Lo cual aunque refiere un hecho pasado, no del todo exacto, pues no hubo violencia reciproca sino proveniente de un solo lado, busca simplificar todo el asunto en una causal mundana, de comprensión popular. El, “si me atacan me tengo que defender”, pareciera pues, suficiente argumento. No importa que no haya habido violencia previa del otro.
En este caso, una sola palabra o un gesto pueden considerarse actos de agresión, por que hieren sentimientos personales e íntimos, que producen un “intenso dolor” emocional, ¿qué hubiera pensado Gaitán de esta extensión de su famosa tesis?, en quien  sufre esos gestos o escucha esas palabras, como por ejemplo, tocar una trompetilla dentro del recinto de la Cámara de Diputados o hacer un comentario sobre la muerte del presidente Chávez, que no es del agrado de un asambleísta chavista.  Y ¿por qué no?, el no reconocimiento del señor Maduro como Presidente de Venezuela, por parte de los opositores del régimen, también. Es de suponer que entre los seguidores del gobierno habrá quienes incluso lo consideren una falta de respeto y causa suficiente como para ir a la cárcel.
Total, que en esta vorágine emocional, en la cual los asambleístas opositores tienen la culpa de todo, por ofender con sus actuaciones a la bancada oficialista, llegar a la conclusión de que cuando no asisten a las sesiones de la Asamblea Nacional, en una actitud caprichosa y de mera oposición irracional, es porque sencillamente no quieren, es un paso fácil de dar. Justificar  luego, que el presidente de la Asamblea no les pague el sueldo por no asistir de manera” injustificada”, es aún más fácil. Por lo demás, que en un país presidencialista como el nuestro, el Presidente de la Asamblea Nacional haga su voluntad, desconociendo incluso, la representación popular de los diputados que no son de su tolda política y tratándolos como si fuesen soldados en el patio de un cuartel, tampoco es de extrañar.
Formalmente no se convoca a sesiones de la Asamblea Nacional desde finales de abril pasado, pero el Presidente de la misma, asegura que si las ha habido; un argumento más,  para confundir al público. El actual escenario de sesionar supuestamente sin los representantes de la oposición, pudiera derivar en decisiones anárquicas, de arrebato total del Poder  Legislativo. Un juego peligroso éste, que equivaldría a cerrarlo.
La violencia contra los diputados de la oposición y su defenestración del Palacio Legislativo  no son una novedad en nuestro acontecer político. Recordemos, en tal sentido, lo que pasó con los diputados electos en el 98 junto con Chávez, en el mismo proceso electoral, que fueron, desde el mismo comienzo de su mandato popular, desconocidos por el nuevo gobierno, perseguidos y apedreados en las adyacencias del Congreso y expulsados de sus curules por la ola constituyente, que pocos meses después los anuló por completo con la elección, lo cual no dejará nunca de ser contradictorio, del Poder Originario o Asamblea Constituyente. Han pasado catorce años, pero pareciera que la historia quieren repetirla de otra manera; aunque los tiempos, los personajes y el pueblo ya  no sean los mismos.
Xlmlf1@gmail.com

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