La violencia que se desarrolló en la Asamblea
Nacional no es fácil de explicar. El primer punto a analizar es el origen.
Prohibir que los parlamentarios hablen, como lo hizo Diosdado Cabello, es un
total absurdo. Sus consecuencias están a la vista: una crisis política en el
momento que Nicolás Maduro más necesita del reconocimiento nacional e
internacional.
Un gobierno que surge sin suficiente legitimidad no es capaz de
enfrentar la difícil situación económica
y social que vivirá Venezuela. Su interés político inmediato es fortalecerse.
Hechos como los ocurridos en la Asamblea Nacional lo impiden totalmente.
Además, las declaraciones de Maduro son
inaceptables: el presidente de la República no puede exigir respeto y
disciplina al parlamento. Viola la
independencia de los poderes.
La
posición de las rectoras del CNE tampoco es fácil de explicar. El régimen chavista debería estar más que
interesado en que el proceso electoral fuese considerado transparente por la
mitad de los ciudadanos que votaron en contra de su candidato. La única manera
de lograrlo, como lo ha mantenido con gran inteligencia Vicente Díaz, era
satisfaciendo absolutamente las condiciones de la auditoría solicitada por la
oposición para lograr su presencia en el momento de realizarla. No haberlo
permitido compromete aún más la legitimidad del resultado electoral. El
cuestionamiento de Henrique Capriles no se refería a la suma de los votos ni al
funcionamiento de las máquinas, sino a las numerosas violaciones que ocurrieron
el día de las elecciones en las distintas mesas electorales.
El
tercer punto, inaceptable para un gobierno popular que se inicia, es la
exagerada represión. No es fácil enumerarlas porque han sido demasiadas. Me voy
a detener en tres: las ofensas y amenazas a Henrique Capriles y a los más
importantes líderes de la oposición. Actuar de esa manera limita totalmente
cualquier posibilidad de establecer un diálogo constructivo con la oposición.
Sin esa posibilidad, un gobierno débil como el de Maduro difícilmente puede
tener destino… La represión contra los estudiantes detenidos por la Guardia
Nacional y la prisión del general Antonio Rivero, realizada en la propia
oficina del ministro Miguel Rodríguez Torres, acusándolo, sin prueba alguna, de conspiración e instigación al delito son
flagrantes violaciones de los derechos humanos.
El
diputado Julio Borges, con una perspicacia política indiscutible, le recomendó
esta semana a Nicolás Maduro que se cuidara de Diosdado Cabello. Las razones
están a la vista. Los hechos que resumimos en los párrafos anteriores, sólo
le hacen daño a la estabilidad del
recién juramentado gobierno. Es imposible que estos hechos estén ocurriendo de manera casual.
Tiene que haber algún interés en juego y una dirección en dichos eventos. Es
verdad que inicialmente, al existir la designación de Maduro por parte de
Chávez, se consideró que esa escogencia era acertada y fue aceptada por todos,
pero el descalabro electoral, perder más de un millón de votos en quince días,
ha producido entre los oficiales que se insurreccionaron el 4 de Febrero una
profunda inquietud.
Están
convencidos de que el débil liderazgo de Nicolás Maduro no es suficiente
garantía de supervivencia de la Revolución Bolivariana. Esta realidad tiene muy
angustiado a ese sector. Sus integrantes comprenden que Venezuela enfrentará una muy compleja
situación económica y social que debilitará aún más la imagen de Maduro y la
legitimidad de su gobierno, sin que exista ninguna posibilidad de
recuperación. Para colmo, en medio de
esa inmensa crisis, habrá que enfrentar los embates, que ya empiezan a
observarse, de las elecciones municipales y
parlamentarias. Esta realidad, los ha llevado a presionar a Cabello para
que trate de liderar al sector más radical del PSUV para que pueda
transformarse en una verdadera alternativa ante Maduro.
El
liderazgo de Cabello se encuentra muy cuestionado. De allí que este grupo
piense que la única manera de fortalecerlo es a través de acciones violentas
como las vividas en la Asamblea Nacional. También consideran un gravísimo error
de Maduro no interpretar cabalmente el rechazo que tiene en la Fuerza Armada la
presencia cubana. Su viaje a visitar a los Castros ha incrementado el malestar.
Esa lucha interna se irá desarrollando en los próximos meses con un resultado
no previsible, ya que también hay que considerar el creciente liderazgo popular
de Henrique Capriles. De todas maneras, el grupo que conspiró el 4 de Febrero
no se presenta homogéneo, ya que algunos
piensan que tomar el camino de una aventura es peligroso. Prefieren negociar
una solución constitucional.
Caracas, 5 de mayo de 2013.
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich.
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