jueves, 16 de mayo de 2013

FERNANDO OCHOA ANTICH, EL RIESGO DE NEGOCIAR


          Negociar con el chavismo es un inmenso riesgo.  Esta verdad se ha transformado en un axioma. Lo demostró el importante fracaso que tuvo la Coordinadora Democrática, después del 11 de abril de 2002. Hugo Chávez regresó de La Orchila, dándose golpes de pecho para demostrar que pensaba rectificar. 
           La dirigencia de la oposición cayó en la celada. La crisis, provocada por él mismo cuando despidió de una manera ignominiosa a un grupo de altos empleados de PDVSA, se le había ido de las manos y necesitaba ganar tiempo. Utilizó a los ex presidentes Carter y Gaviria, para que sirvieran de intermediarios, ofreciéndoles todas las garantías que ellos exigieron para después violarlas descaradamente.
           La situación política de Venezuela se caracteriza por varios factores que se observan a simple vista: el primer factor, el surgimiento de un gobierno absolutamente ilegítimo después de haber realizado unas elecciones que han dejado inmensas dudas de su transparencia, tanto en la opinión pública nacional como internacional. El segundo factor, la existencia de un líder de ese gobierno, Nicolás Maduro, que ha despilfarrado un capital político de  manera sorprendente. En menos de un mes de campaña electoral  perdió cerca de un millón de votos que fue captado por Henrique Capriles. El tercer factor, la profunda crisis política, económica y social  que se observa en la sociedad.
         Estas delicadas circunstancias tienen acorralado al régimen chavista. Inicialmente, Nicolás Maduro y los hermanos Castro, pensaron que la manera de responder era mediante la represión. Empezaron a  aplicarla, pero se encontraron con el dilema de que la estrategia de Henrique Capriles era la no violencia y el respeto de las normas constitucionales. Al equivocarse en el análisis inicial de la crisis cometieron errores muy graves como el golpe al parlamento, la represión a las iniciales protestas contra el fraude electoral, la detención del general Rivero y pare usted de contar. Las consecuencias han sido sumamente graves: un total rechazo en los sectores democráticos del mundo y en particular de la América Latina.
         El juego estratégico planteado es suma cero. Uno de los dos actores políticos, chavismo u oposición, se impondrá de manera definitiva. En la actualidad, no hay margen para la negociación. Eso deben entenderlo los jefes de las fracciones parlamentarias. Si no establecen claramente los objetivos a alcanzar en dichas conversaciones pueden causarle un grave daño a las reales posibilidades que tiene Henrique Capriles de hacer respetar la voluntad popular. Es cierto que lograr, de nuevo,  el funcionamiento del parlamento es importante, pero sólo es posible alcanzarlo, sin pagar un elevado costo, si se logran establecer condiciones claras que  muestren la derrota del régimen a los venezolanos y al mundo.
         El nuevo liderazgo del chavismo, Maduro y Cabello, no tienen la imaginación ni la capacidad de maniobra de Hugo Chávez. De todas maneras, eso no indica que dejen de ser peligrosos y más desesperados como están. Las recientes amenazas contra Capriles así lo indican. Plantear su destitución utilizando alguna triquiñuela jurídica muestra que no se quedarán tranquilos ante una realidad política que se resume en las últimas encuestas: Capriles fortaleciéndose, Maduro cayendo estruendosamente. Esta acción ratifica que mantendrán la línea de la represión con la finalidad de atemorizar al pueblo opositor. La otra línea es utilizar el petróleo para alcanzar cierto grado de legitimidad en el exterior.
         ¿Qué campo de maniobra tiene la oposición democrática para enfrentar a un régimen arbitrario que concentra todo el poder del Estado?  El camino es uno sólo: mantenerse dentro de la línea de la no violencia, preservando con firmeza el orden constitucional. Eso sí, entender que las acciones deben ser totalmente ofensivas. El campo de maniobra existe: el descontento social. Las protestas deben ser orientadas y capitalizadas por la oposición democrática. Eso exige preservar la unidad y fortalecer el liderazgo de Henrique Capriles. La primera etapa de la lucha debe mantenerse en el campo jurídico, después sólo queda tomar la calle para desarrollar una  permanente protesta popular.
         En esas circunstancias es muy difícil prever el desenvolvimiento de los acontecimientos políticos.  Una crisis de la magnitud de la que va a vivir Venezuela buscará algún camino de solución. En la sociedad surgirán factores que presionarán para una solución rápida. El liderazgo democrático debe preservar, en cualquier circunstancia,  su objetivo: lograr que se organicen, a la brevedad posible,  unas elecciones dentro de condiciones totalmente diferentes a las actuales. ¿Se podrán obtener nuevas instituciones en una negociación con el régimen? No lo veo fácil. Al contrario, me imagino una crisis política que modificará a motu proprio la estructura del Estado. 
fochoaantich@gmail.com.
FOchoaAntich.

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1 comentario:

  1. ¡Excelente! Ud. es de las pocas personas bién realistas y ubicadas que he podido leer.

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