jueves, 9 de mayo de 2013

FELIPE GUERRERO, NI UNA MÁS

Fue una alumna sobresaliente. Era brillante en cada intervención que hacía en clase y luego se ha destacado como una exitosa docente  de gran prestigio profesional. Este fin de semana me envió un mensaje antes de partir a otras tierras. El recado escrito dibuja el dolor de la separación de su familia, de no saber si podrá volver a verlos, de dejar de aplicar los conocimientos adquiridos en su amada profesión de educadora, de sentirse desterrada, de dejar sus sueños, sus costumbres y las raíces a la deriva.
Se va una joven promesa por no soportar la indignación que produce  el vacío intelectual y la corrupción moral y económica que vive la patria. Se dispuso a renunciar como muestra de descontento ante la brutal agresión que viven todos pero particularmente las mujeres.
Decidió  abandonar este suelo que la vio nacer, este espacio que decía ser su casa, porque  ya no lo siente como tal.
Al partir, multitud de reminiscencias vinieron a su mente. Recuerdos que no había recordado cuando se convenció que debía marcharse, pero que ahora, al despedirse quizá por última vez, esas nostalgias se mostraron como recientes, como si la partida le hubiese transmitid
o los momentos vividos entre la paz y tranquilidad que ahora sentía tras ella.
Las dolorosas realidades pusieron más peso en el lado de la balanza que le precipitaba a partir.
Lo ocurrido en la sede nacional del Poder Legislativo precipitó el camino al exilio. Cuando en la sede del parlamento nacional ante la ausencia de argumento, se levanta el puño para golpear a indefensas mujeres  no solo estamos mostrando los bajos niveles de primitivismo de algunos que se hacen llamar «Diputados», sino que dibujamos  a unos seres repletos de odio y de crueldad que utilizan todas las herramientas del poder para pisotear a una dama.
Indigna cuando se oye  a los voceros que intentan justificar estas atrocidades afirmando que ese ataque es la acción particular de un sicópata, como se ha escuchado decir cándidamente, porque estas justificaciones lo que buscan es generar el ocultamiento del problema de la discriminación de la mujer.  Las infames expresiones «Ella se lo buscó» y demás excusas que se cuelan en el pensamiento de muchos pusilánimes deben ser erradicadas en el discurso de esta sociedad, porque sólo así se podrá construir una comunidad igualitaria y respetuosa.
«¡Ni una más!» fue el grito de guerra que utilizó la sociedad colombiana para convocar una millonaria marcha ciudadana que se realizó a mediados del año pasado, con el propósito de rechazar la deplorable práctica de la violencia contra la mujer.  «¡Ni una más!» es la expresión de rechazo que debe inundar todos los espacios en Venezuela para desnudar y aislar a los cobardes que se aprovechan de la debilidad física de la mujer para desatar contra ellas sus complejos y sus traumas cargados de salvajismo; porque en nuestra patria toda expresión femenina causa desagrado en quienes detentan el poder.
Ojalá y comencemos a gritar «¡Ni una más!» a fin de comenzar en serio una revolución en nuestra patria, la revolución de una sociedad realmente igualitaria y respetuosa.
Ni una mujer más golpeada, ni una mujer más discriminada, ni una mujer más excluida.
Que ni una mujer más se marche al exilio, porque con cada partida se nos va un sueño y es un sueño menos para  intentar hacer realidad y es una noche más en vela, sin poder soñar.
«¡Ni una más!», porque a Venezuela se le están terminando los sueños a causa de tantas noches en vela.
felipeguerrero11@gmail.com

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