Ya nada será igual: "el mejor sistema
electoral del mundo" estará ahora bajo la mirada escrutadora del país y
del entorno internacional que, a diferencia de otras ocasiones, ha tomado muy
en serio las críticas formuladas por la oposición venezolana a un CNE
evidentemente controlado por el régimen bolivariano.
Los eventos violentos
ocurridos en la Asamblea Nacional contribuyeron a darle credibilidad a estos
cuestionamientos, cuyos efectos beneficiarán la lucha en contra del obsceno
ventajismo oficialista y en favor de condiciones más equilibradas para la
celebración de jornadas comiciales en Venezuela. Diosdado nunca pensó en las
consecuencias de los hechos que estimuló y que, en adelante, le proporcionarán
a la Unidad Democrática un mejor apresto para exigir un cambio en la conducta
complaciente de los rectores del organismo.
Sí, las cosas han cambiado: la tolerancia con
que el mundo vio los excesos del comandante Chávez no sólo provenía de la
eficiencia de su dadivosa diplomacia petrolera, el principal motivo del
silencio que tantos guardaron frente a las desviaciones autoritarias de la
revolución venezolana. La certeza del liderazgo del fallecido presidente
también ayudó a asfixiar los reparos que sus adversarios le hacían al
comportamiento aquiescente del CNE, que -amparado en la alta popularidad del
"invicto"- siempre pudo sortear con facilidad las quejas de una
oposición que tuvo que pagar un muy alto costo por los errores cometidos en
abril de 2002. La muerte del gran hegemón y la insolvencia democrática de una
"sucesión" que se inició a punta de trompadas constitucionales, con
la colaboración del TSJ, han inaugurado otro momento, al que se le suma el
exitoso desempeño de Capriles y de la MUD, cuyas voces poseen ahora una
autoridad reconocida tanto dentro como fuera del país.
La desaparición física de Chávez, la
accidentada toma del poder por parte del "heredero" en enero pasado y
la coincidencia del represivo silenciamiento de la bancada opositora con la
impugnación de los resultados electorales, definieron un escenario
ostensiblemente favorable a la emergencia de las voces críticas del continente
y del mundo, que ahora tienen por delante la oportunidad perfecta para exponer
sus reproches, no sólo a la conducta pendenciera del oficialismo bolivariano
respecto de sus rivales, sino también a las repercusiones tóxicas que la
revolución venezolana les ha generado a las frágiles democracias de América
Latina.
Diosdado y Maduro todavía desconocen la
trascendencia de sus últimos errores, aunque deben estar ya al tanto de que, en
adelante, el CNE estará siempre bajo sospecha y de que la batalla opositora por
mejores condiciones electorales ha adquirido una nueva dimensión.
Argelia.rios@gmail.com
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