ANTONIO JOSÉ MONAGAS, SE DESATARON LOS DEMONIOS, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

Después del 14-A, en el país, se desataron los demonios que el extinto presidente mantuvo encerrados.

¿EL “PAÍS” DE MADURO?

La insolencia gubernamental, utilizada como criterio político, a desdén de las consecuencias que sus efectos arrojan, terminó por dar al traste lo que en principio pudo haberse arreglado desde la palabra apoyada en un ejercicio de tolerancia concebido a través de la mediación de un proceso de negociación que hubiese considerado los factores desencadenantes a los fines de procurar la mayor conveniencia posible que, ante la situación de crisis política, fueron alcanzados. Sobre todo, si tan apesadumbrada situación manchó al Parlamento venezolano cuyo ámbito institucional constituye el espacio dedicado al debate democrático del cual surge la normativa necesaria que tiende a consolidar el sistema político y así garantizar el bienestar ciudadano.

En el fragor de tan vergonzosas acciones que envolvieron al país estos últimos días, particularmente las que mancillaron la ya maltratada Asamblea Nacional como resultado de la celada que factores del oficialismo desplegaron a representantes de la oposición democrática, quedaron al descubierto deplorables verdades. La brutalidad asumida como praxis del socialismo del siglo XXI, contra quienes el martes 30-A elevaron su voz de protesta ante las decisiones despóticas de quien ha creído que su condición de teniente (destituido) le permite pasar por encima de la norma establecida, constituyó un hecho que incitó agudas repulsiones. Pero especialmente, en el círculo de relaciones políticas asumidas con la discreción y el sentido pacifista que pauta una relación entre adversarios que deben atender una mínima pauta de comportamiento civilista.

Si bien la lógica política puede admitir razonamientos de necesidades de engorrosa causa toda vez que afecta un grupo social o factor político, también debe entenderse que existe una lógica en la incertidumbre que resulta a consecuencia del estado de indeterminación que viene fustigando al país cuando se advierte un proceso eleccionario cuyos resultados se han puesto en franca y seria duda. Surge un problema de ilegitimidad en medio de la creencia que tiene el país político de que no hay pleno derecho para que el régimen ostente la autoridad con la cual toma decisiones y ordena medidas para demandar obediencia.

En democracia, todo intento de ganar el control del gobierno sin usar la fuerza, siguiendo el proceso constitucionalmente previsto, requiere de la motivación necesaria para lograr el apoyo pacífico de la mayoría de los ciudadanos a las decisiones gubernamentales. 

Pero en Venezuela, lamentablemente, la democracia se vino a menos desde el mismo momento en que la impunidad precedió buena parte de las ejecutorias emprendidas por miembros del alto gobierno. Dicho de otro modo, el gobierno se quitó el disfraz dejando al descubierto su condición de arbitrario. Peor aún, de instigador, de subversivo, de incendiario, frente a lo que representan los derechos humanos y los valores superiores del ordenamiento jurídico nacional.

Después del 14-A, en el país, se desataron los demonios que el extinto presidente mantuvo encerrados. Bastó que anunciara su viaje de no retorno hacia Cuba, para que el día se hiciera noche y se liberaran espíritus imperfectos que, en medio de la oscuridad inmanente, se dedicaron a sembrar más odio, terribles mentiras y crudos agravios. El desbarajuste ha sido tan intenso que el supuesto gobierno establecido el 19-A, sólo ha logrado encarnar un mascarón que presume de lo que no es y alardea de lo que carece. Y tan peligrosa crisis, sólo tiene sentido y razón en medio de la endemia política, social y económica que azota ¿el “país” de Maduro?

VENTANA DE PAPEL

BOMBEROS “ÁNGELES”

Las circunstancias políticas nacionales han tergiversado funciones, principios y valores. En principio, se tiene que la Policía es una fuerza de seguridad encargada de mantener el orden público y la seguridad de los ciudadanos. De hecho, su trabajo estriba en garantizar el desarrollo de las actividades dentro del orden, preservando la armonía social. Sin embargo, las realidades actuales dan cuenta de otras verdades que aunque no habituales, revelan una situación que observada desde la perspectiva de ciudadanía, describe un sentimiento de solidaridad y de apoyo a ciudadanos que no se corresponde con la función pública pero que ha sido bien visto. Particularmente, por la población que ha necesitado de protestar, asumida como derecho constitucional, ante situaciones de injusticia y exclusión.

Vale entonces exaltar la abnegación de los funcionarios “de azul” quienes en las últimas movilizaciones de factores políticos merideños, se han dado a la tarea de resguardar al ciudadano movilizado ante la ausencia de una policía alejada de sus funciones de seguridad ciudadana. Las recientes protestas de calle protagonizadas por estudiantes universitarios, así como la que conmemoró el día del trabajador, no fueron asistidas por la Policía del estado Mérida a pesar de ser el cuerpo de seguridad encargado de mantener el orden interno público. Lejos de lo que su deserción dejó ver, las mismas han sido cubiertas por los bomberos regionales quienes han estado prestos a brindar la protección necesaria sin que ello haya significado dotarse de equipos antidisturbios.

El civismo merideño hace innecesario el uso de dicho equipamiento. El espíritu ciudadano que caracteriza las congregaciones con fines de reclamo político que vive Mérida, ha armonizado con la colaboración del cuerpo bomberil cuyos funcionarios demuestran un sentimiento de protección propio de exaltar. Así que quienes participaron en esta marchas, agradecen tan especial gesto con un inmenso aplauso. Debe decirse que en la Mérida estudiantil y trabajadora, se cuenta con bomberos que resguardan derechos. Es decir, bomberos “ángeles”.

EL PROVECHO POLÍTICO DE LA MANIPULACIÓN

Para referir a quien labora con algún interés encubierto, la jerga popular dice que “no da puntada sin dedal”. Es decir, que tiene siempre una escapatoria lista cada vez que arriesgue algo. Así trabaja la política “oscura”. Procura sacar el máximo provecho de toda actitud. Precisamente, para lograr esos propósitos de manera arrolladora, la “baja” política se vale de la manipulación pues así consigue asegurar la mayor obnubilación de quienes ilusamente se acogen al mensaje que despliega a través de la propaganda (política). Ante esto, Noam Chomsky, profesor emérito de Lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachussets, MIT, y crítico activista político, destaca ciertas estrategias de manipulación que siguen gobiernos con ínfulas dictatoriales para imponer su pensamiento ortodoxo.

Son estrategias que marcan el discurrir de prácticas autoritarias a manera de ejercicio de una forma de hacer política “sucia” desde las alturas del poder. Muchas veces, con el apoyo de leyes que consigue dictar a objeto de remarcar sus ansias de cuajarse dentro de las más elevadas posiciones de gobierno. Justamente, es lo que ha adelantado el régimen venezolano cuando busca, por ejemplo, desviar la atención del público de los problemas importantes para entonces impedir que la población pueda interesarse por el conocimiento exacto de las realidades. Es un tanto el intento de mantener a una parte importante de la sociedad en la más acentuada ignorancia y mediocridad. Para ello, se vale de mensajes que exhibe a través de todos los medios de comunicación posible, propios y privados.

Tan manidos mecanismos, contribuyen a hacer creerle al venezolano que él es único culpable de la desgracia que padece cuando atina a comprender que no tiene vivienda, que su sueldo es realmente ínfimo para cubrir necesidades básicas (pese al tímido aumento decretado), que vivir un momento de esparcimiento es casi imposible, o de su impotencia para contrarrestar la inseguridad que cabalga cada calle y a toda hora. Por eso que el actual régimen busca obtener el mayor provecho político de la manipulación.

antoniomonagas@gmail.com

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