martes, 21 de mayo de 2013

ALBERTO JIMÉNEZ URE, LA TRAGEDIA REVOLUCION[«ARCA»]RIA DE ESPUTAR SOBRE LAS «LEYES»

«Poco duermo, empero una noche tuve la dicha de soñar que vivía en un mundo donde todos éramos fraternos. Cuando desperté, la persona a quien le conferí un mandato se mostraba hostil hacia mí y le decía a quienes fueron mis amigos que debían emprender querellas en mi contra. Luego, he decidido que no me representa y le he retirado mi confianza y atribuciones»
Pese a la resistencia de algunos bípedos (más próximos a los cuadrúpedos) para admitirlo, a quienes nos precede la Cultura Occidental convenimos que las de Moisés fueron las primeras y «monoteístas» leyes (en la infausta «Era de la Barbarie de Emperadores», la «Torah» -sin menoscabo del «Corán»- fue un insustituible intento por frenar las abominaciones de monarcas contra súbditos (actuales mandantes) y también de gobernados contra iguales). He aquí algunas máximas de Monoteísmo «[…] No tendrás ni reconocerás a otros dioses en mi presencia ni fuera de mí […]» «[…] No forjarás imagen tallada que imaginas semeja aquello que está arriba en los cielos, ni en la tierra, ni en el agua, ni debajo de la tierra […]» «[…] No cometerás perjurio […]» «[…] No robarás […]»  «[…] No asesinarás […]»  «[…] No codiciarás […]»
No discuto que combatir y destronar a los mon[«arcas»] haya tenido «legitimidad revolucionaria», en su más próxima a lo sacro significación. Porque «Revolución» es «transformación vindicativa»: es -comulgo con esa anti-tesis- lo más parecido a materializar fidedignos y de justicia actos. La irrupción de la «Torá», mediante las tablas de leyes que Moisés exhibía, aun cuando desapruebe algunas porque legitimaron la servidumbre (ej. «[…] No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva […]»), constituyeron el suceso más importante y «revolucionario» para la Humanidad en el curso de aquella Realidad y Tiempo.
Hubo, finalmente, que transformar o corregir las precarias y humillantes condiciones de existencia de los seres humanos frente a quienes se imponían como «aventajados» (que lo eran virtud a sus ejércitos y «arcas» abultadas de oro y gemas). La evolución del pensamiento político-filosófico fue gradual y cruenta, pero en el Mundo se comenzaría a reconocer ese otro e inocuo imperio llamado Civilización (de «civiles al mando»). No es fortuito que se asocie a lo «misterioso» («Arcanus») la posesión o control de tesoros o fortunas (tanto las «públicas» como «privadas»). Es curioso que se pretenda denigrar a un individuo cuando es «dextro» (cauto, favorable, correcto, derecho: es decir, de bien obrar) diciéndole que es un «maldito de derecha» y se exalte a quien es explícitamente «sinistra» (torpe, funesto, izquierdo). Ni siquiera porque la «dictata» en Latín contiene el vocablo «dextrosum», que fonéticamente suena «destrozo». «Dextrosum» significa que va hacia la derecha.
Empero, es un hecho que en Ultimomundano padecemos a hombres y mujeres que olvidan o ignoran que un  «mandatario» es quien ha recibido un  «mandato» del Vulgo. Como se han inconstitucionalmente calificado como «izquierdistas» (siniestros) aparte de necrófilos profesos, fetichistas, codiciosos y delincuentes en ejercicio de funciones de gobierno (que alguien me refute y diga que no delinque quien desacata las leyes que rigen a una república), tengo que definirlos como  hombres y mujeres revolucion[«arcas»]rias. Son propensos a saquear las «arcas» de las naciones, que son bienes públicos: entonces, deberíamos señalarlos «revolucionarcas».
Fueren o no usurpadores de funciones (que otra discusión será) y se arroguen la investidura de «mandatarios», tienen que aceptar que  se deben a quienes les han confiado sus «mandatos». Se deben a quienes somos votantes, a quienes elegimos (por ello tienen que obedecernos o renunciar). Es inconcebible que, de súbito y fortuitamente, se declaren enemigos de millones de ciudadanos: con sus «ofensivas u hostiles palabras», su resistencia a «dialogar», con sus «decisiones», «actos de gobierno» y mediante la intimidación de bodrio (tras ordenar la represión a la, convertida en adefesio, «Fuerza Armada Nacional» de cada país. Los «revolucionarcas» al mando esputan sobre las normas constitucionales, cada instante, sin pudor, y por ello todos experimentamos una sobrevenida e inmerecida tragedia política en Ultimomundano. Entre los tenidos por imperios, el de las leyes es peor de sus enemigos. 
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor

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