«Poco duermo, empero una noche tuve la dicha
de soñar que vivía en un mundo donde todos éramos fraternos. Cuando desperté,
la persona a quien le conferí un mandato se mostraba hostil hacia mí y le decía
a quienes fueron mis amigos que debían emprender querellas en mi contra. Luego,
he decidido que no me representa y le he retirado mi confianza y atribuciones»
Pese a la resistencia de algunos bípedos (más
próximos a los cuadrúpedos) para admitirlo, a quienes nos precede la Cultura
Occidental convenimos que las de Moisés fueron las primeras y «monoteístas»
leyes (en la infausta «Era de la Barbarie de Emperadores», la «Torah» -sin
menoscabo del «Corán»- fue un insustituible intento por frenar las
abominaciones de monarcas contra súbditos (actuales mandantes) y también de
gobernados contra iguales). He aquí algunas máximas de Monoteísmo «[…] No
tendrás ni reconocerás a otros dioses en mi presencia ni fuera de mí […]» «[…]
No forjarás imagen tallada que imaginas semeja aquello que está arriba en los
cielos, ni en la tierra, ni en el agua, ni debajo de la tierra […]» «[…] No
cometerás perjurio […]» «[…] No robarás […]»
«[…] No asesinarás […]» «[…] No
codiciarás […]»
No discuto que combatir y destronar a los
mon[«arcas»] haya tenido «legitimidad revolucionaria», en su más próxima a lo
sacro significación. Porque «Revolución» es «transformación vindicativa»: es
-comulgo con esa anti-tesis- lo más parecido a materializar fidedignos y de
justicia actos. La irrupción de la «Torá», mediante las tablas de leyes que
Moisés exhibía, aun cuando desapruebe algunas porque legitimaron la servidumbre
(ej. «[…] No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva
[…]»), constituyeron el suceso más importante y «revolucionario» para la
Humanidad en el curso de aquella Realidad y Tiempo.
Hubo, finalmente, que transformar o corregir
las precarias y humillantes condiciones de existencia de los seres humanos
frente a quienes se imponían como «aventajados» (que lo eran virtud a sus
ejércitos y «arcas» abultadas de oro y gemas). La evolución del pensamiento
político-filosófico fue gradual y cruenta, pero en el Mundo se comenzaría a
reconocer ese otro e inocuo imperio llamado Civilización (de «civiles al
mando»). No es fortuito que se asocie a lo «misterioso» («Arcanus») la posesión
o control de tesoros o fortunas (tanto las «públicas» como «privadas»). Es
curioso que se pretenda denigrar a un individuo cuando es «dextro» (cauto,
favorable, correcto, derecho: es decir, de bien obrar) diciéndole que es un
«maldito de derecha» y se exalte a quien es explícitamente «sinistra» (torpe,
funesto, izquierdo). Ni siquiera porque la «dictata» en Latín contiene el
vocablo «dextrosum», que fonéticamente suena «destrozo». «Dextrosum» significa
que va hacia la derecha.
Empero, es un hecho que en Ultimomundano
padecemos a hombres y mujeres que olvidan o ignoran que un «mandatario» es quien ha recibido un «mandato» del Vulgo. Como se han
inconstitucionalmente calificado como «izquierdistas» (siniestros) aparte de
necrófilos profesos, fetichistas, codiciosos y delincuentes en ejercicio de
funciones de gobierno (que alguien me refute y diga que no delinque quien
desacata las leyes que rigen a una república), tengo que definirlos como hombres y mujeres revolucion[«arcas»]rias.
Son propensos a saquear las «arcas» de las naciones, que son bienes públicos:
entonces, deberíamos señalarlos «revolucionarcas».
Fueren o no usurpadores de funciones (que
otra discusión será) y se arroguen la investidura de «mandatarios», tienen que
aceptar que se deben a quienes les han
confiado sus «mandatos». Se deben a quienes somos votantes, a quienes elegimos
(por ello tienen que obedecernos o renunciar). Es inconcebible que, de súbito y
fortuitamente, se declaren enemigos de millones de ciudadanos: con sus
«ofensivas u hostiles palabras», su resistencia a «dialogar», con sus
«decisiones», «actos de gobierno» y mediante la intimidación de bodrio (tras
ordenar la represión a la, convertida en adefesio, «Fuerza Armada Nacional» de
cada país. Los «revolucionarcas» al mando esputan sobre las normas
constitucionales, cada instante, sin pudor, y por ello todos experimentamos una
sobrevenida e inmerecida tragedia política en Ultimomundano. Entre los tenidos
por imperios, el de las leyes es peor de sus enemigos.
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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