lunes, 22 de abril de 2013

TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ, LA INVENCIÓN DEL FUTURO

En Así habló Zaratustra recordamos como Nietzsche habla de la transmutación de todos los valores. Pensando en la realización de prospectiva del futuro nos preguntamos si este último es posible de construir en un país atrapado en certezas y que olvida todo cambia. Tampoco podemos dejar de recordar que esas certezas de los observadores les vienen de la posición en que miran al objeto país y que la narración es sólo eso, la instrumentación de las técnicas para hacer posible el trascurso del relato.
Si vemos sólo lo que queremos ver, cada uno encerrado en sus certezas equivalentes a ficciones, viviremos en un eterno presente. Si no es posible mover a los observadores será igualmente imposible una actualización de las miradas con el consecuente enterramiento en un presente continuo. Queremos señalar como imposible la prospectiva del futuro si no se sale de la mirada rutinaria.
La mejor manera de construcción del futuro es alimentar el presente con él. Nadie pide la sustitución de una ficción por otra. Lo que se requiere es hacer de la mirada una complejidad de interacción. Si nos sentamos en las creencias sin dotarla de visión el presente se asienta y el futuro se torna esquivo. Michel Foucault los llama ‘sistemas de transformaciones”. Prospectiva es una manera de mirar a lo lejos y de lejos.  Quiere decir que la búsqueda del futuro no pasa por un análisis de las evoluciones posibles del presente sino por conjeturarlo. La determinación de cómo llegamos al presente es la primera pregunta, lo que se denomina retroceso retrospectivo hasta arribar a un retroceso prospectivo que determina, vía imaginación, la posibilidad de lo que viene. 
En términos heredados de la tecnología se puede hablar de “gestión de la innovación”. En ese campo encontramos expresiones tales como aquella que indica que la mejor manera de predecir el futuro es creándolo uno mismo. Nadie pretende que esta inerme sociedad venezolana olvide el presente. Lo que nos permitimos recordarle a esta sociedad venezolana es que encerrada en el presente se ha olvidado de pensar el futuro y, en consecuencia, ha contribuido a eliminar lo político, pues el futuro es una construcción eminentemente política.
La mirada sobre el presente tiene que provenir del futuro. El político que mire el presente desde el presente perdió la capacidad de soñar, pues no podrá influir al presente hacia una transformación y constitución del mañana. Si no se tiene la visión del futuro toda actuación sobre el presente no es más que un enterramiento de la estaca en el mismo lugar con el único cambio del creciente hundimiento de la estaca.
Volvemos a Foucault cuando nos reclama percibir la singularidad de los sucesos escapando de toda finalidad monótona. Quizás podríamos alegar que debemos captar el futuro como su retorno e ir entonces a todas las escenas y a todos los roles posibles, definiendo incluso las ausencias (puede leerse en la praxis política como el fracaso en haber alcanzado los objetivos propuestos) porque determinar lo que no ha tenido lugar es esencial para definir el futuro, uno visto correctamente como una construcción para poder decidir en el presente.
La sociedad venezolana está centrada en el cortoplacismo, entendible por la gravedad de los sucesos que vive cotidianamente. Uno de sus problemas es que el liderazgo tampoco encuentra tiempo para superar lo omnipresente, aunque prevalezca, hay que admitirlo, su falta de talento. Han olvidado que sólo la mirada desde el futuro hace posible la modificación del presente porque sabiendo lo que se quiere los textos ficcionales del presente se modifican hacia un relato pendiente de ser convertido en realidad mediante la acción de lo político.
@teodulolopezm

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