Recordaba
en las redes sociales que en un país normal se suele otorgar a un nuevo
mandatario unos cien días de “luna de miel” mientras nombra su gabinete y toma
sus primeras decisiones.
Especulaba sobre cuánto duraría en un país anormal
como Venezuela lo que motivó que algunos tuiteros ensayaran sus propias
respuestas: Unos hablaron de 30 días y otros de cien horas. La realidad fue más
dura, pues no hubo tal espacio. La única verdad es que el gobierno perdió todo
chance de espera en un lapso comprendido entre la proclamación y la toma de
posesión o, si se quiere, en los segundos siguientes al anuncio de los
resultados electorales.
El
gobierno ha ratificado con creces que no hay “luna de miel”. Frente a la
solicitud del candidato Capriles respondió con una virulencia clásica y la ha
estado repitiendo hasta lograr que, incluso antes de su toma de posesión
formal, ya no haya lugar a dudas sobre la necesidad de mantenerse de frente. El
gobierno no tomó nota de nada, a no ser algunos sectores críticos que han
manifestado su preocupación por los resultados y el futuro de este denominado
“proceso”.
Ha
sucedido de todo, hasta la prohibición emanada de Maduro de la realización de
una marcha oposicionista lo que equivalió a una suspensión de hecho de la
garantía constitucional a la libre manifestación. La Constitución establece ese
derecho y nadie jurídicamente está autorizado a prejuzgar violencia. La vía es
la de un decreto de suspensión firmado por el presidente y aprobado en Consejo
de Ministros, pero aquí funcionó de hecho. La reacción oposicionista de
suspenderla es correcta, pues a nadie le cabe duda que hubiese desembocado en
penosos hechos de violencia con un saldo sangriento, lo que no obvia digamos
que la suspensión de hecho de una garantía constitucional surtió su efecto y
que es menester recordar cuando un político convoca a una acción debe prever
todas las respuestas posibles, pues, como en este caso, una decisión correcta
conduce a una derrota, pues la única conclusión posible es que en el episodio que
narramos el gobierno ganó.
Este
gobierno entrante, desde sus pañales, está actuando como una pésima copia, con
una torpeza inigualable, con la manifestación diaria de prepotencia y amenazas
no correspondiente a la pírrica ventaja electoral obtenida. Hemos oído todo
género de amenazas, pero basta citar la de “radicalizar la revolución” hasta la
del presidente de la Asamblea Nacional de no conceder la palabra a los
diputados oposicionistas que, por lógica, se mantienen en la postura asumida
ante el resultado. Hemos oído toda clase sandeces, como la del Ministro de
Información que, refiriendo los muertos habidos en la protesta, ha señalado a
uno de ellos, hecho ocurrido en una barriada de Caracas, como sucedida porque
“no le perdonaron haber sido adjudicatario de una vivienda”.
La
conclusión es que en el gobierno no hay la menor inteligencia, afirmación que
alguno podrá calificar de Perogrullo, pero que abre serias perspectivas sobre
el futuro del país. Estamos frente a un gobierno débil y tan torpe como elefante
en cristalería y, más aún, tutelado “por ahora”, como señalamos en texto
anterior. El humor del país ha quedado de manifiesto. El otro humor brotará en
conformidad.
He
planteado, seguramente a destiempo, es mi hábito, la necesidad de un gran diálogo, uno que
entiendo no es entre gobierno y oposición, sino entre los factores críticos de
ambos bandos y que incluye a quienes no tienen bando. La situación de un futuro
frágil obliga a adelantarse y comenzar a mirar la posibilidad de definir, bajo
una gran y seria discusión, la posibilidad de un proyecto común de país. Al
menos que por ahora se sepa que ese diálogo es posible y conveniente.
En
nuestra fecha patria del 19 de abril tomará posesión el inefable Nicolás Maduro
y la irritación de la sensibilizada piel de este país llegará a requerir dosis
extras de paciencia. Luego bajará, pero comenzará otra, la incertidumbre del
futuro. Es allí cuando el diálogo entre opuestos, no entre gobierno y oposición
repito, sino entre quienes han mantenido vivo el sentido crítico, pertenezcan a
cualquier bando o a ninguno, se manifestará como absolutamente indispensable a
la reorganización de nuestro futuro.
@teodulolopezm
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