Al ser presas nuevamente de la terrible
maldad que ha caracterizado al pensamiento chavista, muchos se preguntan qué
hacer con toda la ira que sienten.
Lo
primero que no debemos hacer es sentirnos vencidos, desanimados, deprimidos o
avergonzados, ya que lo verdaderamente vergonzoso son las verdades que van
saliendo a la luz, el abanico de maquinaciones llevadas a cabo por el Gobierno
para destruir el bien, para tratar de mantenerse en el poder a toda costa.
Son
hechos que revelan las oscuras intenciones de quienes quieren adueñarse de
nuestro país, quienes con osadía nos tratan como si fuéramos un montón de gente
sin pensamiento y sin fuerza. Nos han subestimado, nos convocan en el marco de
un proceso legal y dentro de la falsa legalidad cometen todas sus fechorías.
¡Que sean avergonzados! ¡Que Dios levante su mano contra ellos y nos defienda!
La ira constituye un instinto natural que
forma parte de esa estructura interna e integral del ser humano diseñada para
hacernos actuar frente al peligro y la injusticia. Muchos quieren lavarnos la
cara citándonos en el evangelio sobre el amor a los enemigos; pero no se
equivoquen, Jesucristo mismo hizo visible su ira al ver a los cambistas en el
templo; su celo por la casa de Dios le llevó a defenderla sacando de allí a todos los que sin vergüenza
la usaban como un mercado.
Permanecer inmóviles ante la maldad es convertirnos
en cómplices silenciosos; la ira no canalizada puede llenarnos de ansiedad,
volvernos irritables y hasta igualarnos en un espíritu perverso. Sin embargo,
existe una alternativa, debemos convertir esta rabia que sentimos en la energía
de un motor que trabaja para un propósito de bienestar y no en la energía de un
volcán en erupción que quema todo a su paso, pues la ira en el cristiano
trabaja para restituir la justicia.
En la Biblia encontramos un maravilloso
ejemplo en el rey David, quien conocía muy de cerca la maldad. Había sido
víctima de sus enemigos cuando escribió el Salmo 25, una oración que todos los
venezolanos que hoy sentimos ira y angustia podríamos elevar a Dios, pero
debemos hacerlo con verdadera fe. El problema de nosotros es que pensamos que
no importa en lo que creamos mientras seamos sinceros; sin embargo, tengamos en
cuenta que los terroristas que derribaron las torres gemelas en la ciudad de
Nueva York creían que su perversa causa estaba ligada a la voluntad de su dios,
ellos sinceramente creyeron que su dios los enviaría directamente al cielo al
ser autores de semejante acto, pero el verdadero Dios es amor, justicia y
verdad. Así, pues, el verdadero Dios está en contra de cualquier forma del mal.
Hay fe verdadera y hay fe falsa.
Por lo tanto, lo más importante que debemos
hacer es volvernos a Dios y como David decir: "A ti, Señor, levanto mi
alma. Dios mío, en ti confío, no sea yo avergonzado (no seamos los venezolanos
avergonzados), no se alegren de mí mis enemigos (no se alegren de nosotros
nuestros enemigos) Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será
confundido; serán avergonzados los que se rebelan..." versos 1-3.
Lo segundo
que debemos hacer es pedir perdón a Dios por nuestras propias faltas.
"Mírame y ten misericordia de mí. Mira mi aflicción y perdona todo mi
pecado" 16-20. Me dirán ustedes: ¿Por qué pedir perdón siendo víctimas del
mal?¿Por qué pedir perdón mientras este falso gobierno se burla de nosotros en
nuestras propias caras? Les diré por qué, sencillamente porque la única manera
de no permitir que nuestros corazones se llenen de amargura y puedan conservar
la sensibilidad para ser dirigidos por Dios es a través de una actitud humilde
ante Él, en la que reconocemos su supremacía, al mismo tiempo que nuestra
limitación.
En tercer lugar, debemos pedir protección a
Dios. En los versos 20-22 David expresa: "Guarda mi alma y líbrame. No sea
yo avergonzado porque en ti confié (guarda a Venezuela y líbrala. No seamos
avergonzados, porque en Ti confiamos) La integridad y la rectitud me guarden,
porque en Ti he esperado. (Hemos sido íntegros y rectos, guardarnos porque en
Ti hemos esperado los venezolanos).
¡Líbranos de todas nuestras angustias! Pues aunque tuviéramos la
capacidad de solucionar hoy mismo toda la situación que vive nuestro país,
mañana estos enemigos diseñarían otra estrategia para hacerle mal a nuestra
nación.
Todos los venezolanos necesitamos volver a Dios, necesitamos entender
que se trata de una lucha que primeramente debe ser enfrentada en el plano
espiritual y, una vez conquistada allí, veremos caer a los malhechores frente a
nuestros ojos. Recuerden, los cobardes que practican la maldad quieren que nos
sintamos como sus víctimas, depende de nosotros si se los permitimos. ¡Dios
está con nosotros!
"Estén atentos, manténganse firmes en la
fe, sean valientes, sean fuertes, hagan todo en amor". I Corintios 16:13.
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