martes, 23 de abril de 2013

FERNANDO OCHOA ANTICH, LA LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA,

Esa es la tragedia de Nicolás Maduro. La tendrá que enfrentar mientras ejerza la presidencia de la República, si es que en definitiva triunfa en las elecciones. Lo delicado de su situación es que la legitimidad democrática no se logra por una decisión institucional, sino que es un sentimiento que surge en los ciudadanos.  
Lo puede designar presidente electo el CNE, se puede juramentar ante la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia puede rechazar la impugnación que hará Henrique Capriles. De todas maneras, si la mayoría de los venezolanos consideran, como ocurre actualmente, que las elecciones no fueron transparentes, siempre será un presidente espurio. Esa percepción popular no se creó gratuitamente. Surgió a través del tiempo. Veamos.
La maniobra concebida por los hermanos Castro comenzó estando aún vivo Hugo Chávez. El sabía que su gravedad no le permitiría ejercer la presidencia de la República. De allí, el adelanto de las primeras elecciones para el 7 de Octubre. Después del triunfo, antes de ir a operarse, la designación de Nicolás Maduro como su heredero político. La tragedia de su enfermedad a espaldas del pueblo venezolano. Su muerte. La triquiñuela jurídica para permitir que Nicolás Maduro fuera designado presidente encargado de la República con el fin de  que pudiera   presidir las exequias de Hugo Chávez. Después, el inaceptable aprovechamiento de dichos actos para fortalecer su popularidad. En verdad, la maniobra parecía haber alcanzado su objetivo. Las encuestas así lo mostraban.
Nicolás Maduro se encargó de la presidencia de la República. Empezó a gobernar… Sorprendentemente, casi de inmediato, debido a las medidas económicas que tomó y a su falta de carisma, empezó a disminuir su popularidad. Se convocó a unas nuevas elecciones presidenciales. Curiosamente se decidió utilizar el patrón electoral del 7 de Octubre y no el de las elecciones para gobernador, impidiéndole votar a un número importante de jóvenes que posiblemente lo hubieran hecho por la oposición. Al aceptar Capriles la candidatura de la Mesa de la Unidad se inició un fortalecimiento realmente impresionante de su popularidad. Al mismo tiempo, las encuestas empezaron a señalar el desplome de Maduro. Ese era el panorama al iniciarse la corta campaña electoral.
En ese momento, comenzaron los abusos: las cadenas presidenciales, la utilización de los medios públicos para promocionar la candidatura de Maduro, la abusiva utilización de los empleados  públicos en la campaña y pare usted de contar.  La situación electoral, el día de las elecciones, señalaba que la competencia sería muy cerrada. El comando de campaña de Capriles había logrado la presencia  de testigos en todas las mesas. A media mañana, motorizados armados empezaron a recorrer los centros electorales de las zonas populares, en complicidad con  algunos miembros del plan República, para intimidar a los votantes y lograr que se retiraran algunos testigos de la oposición. Al lograrlo empezaron las irregularidades. Las cámaras de los  celulares permitieron las pruebas…
El descarado ventajismo del oficialismo no impidió que el resultado fuese sorprendentemente cerrado.  La diferencia a favor de Maduro sólo alcanzó a 170.000 votos, al contar los sufragios del exterior. Los comandos de campaña, ante una situación tan compleja, tomaron inicialmente una decisión acertada.  Recontar el 100 % de los votos a objeto de comparar las actas, las papeletas y los cuadernos de votación antes de informar los resultados. Sorprendentemente, la presidente del Consejo Nacional Electoral dio los resultados, en los cuales ganaba Maduro por 230.000 votos. Capriles no reconoció el resultado y solicitó el recuento de los votos para hacerlo. Maduro, en su discurso aceptó recontar el 100 % de los votos. El rector Díaz también lo solicitó…
 Al día siguiente todo cambió. Nicolás Maduro mantuvo que había ganado las elecciones y la presidente del CNE rechazó la posibilidad de recontar los votos. A partir de ese momento, el oficialismo se ha ido radicalizando ante las protestas de la oposición. Las amenazas han cerrado toda posibilidad de diálogo. Nicolás Maduro parece no entender lo delicado de la situación. Su gobierno, si es que en definitiva ganó, va a ser sumamente difícil: la crisis política y el descontento social pueden comprometer su estabilidad. Enfrentar una situación tan compleja exige de una indiscutible legitimidad. La única manera de lograrla es mediante el reconocimiento, por la oposición, del resultado electoral. Aceptar la auditoría que exige Capriles es lo inteligente. Lo demás es un suicidio político…
fochoaantich@gmail.com     

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