La
Nación - 09-Abr-13 - Opinión
http://www.lanacion.com.ar/1570810-gobiernos-en-campana-permanente
Democracias
frágiles
Gobiernos
en campaña permanente
Emilio
Cárdenas
Desde
hace tres décadas, la estrategia de las llamadas "campañas
permanentes" se ha afincado en el mundo de la política. Supone unificar
constantemente la acción de gobierno con la propaganda y las acciones
publicitarias que hasta no hace mucho eran propias de las campañas políticas
propiamente dichas. Como si ambas cosas fueran absolutamente inseparables con
el propósito obvio de procurar mantener vigente la popularidad de los
gobernantes electos.
Cabe
recordar que esta modalidad de acción política se originó en los Estados
Unidos. Conceptualmente, es hija de uno de los estrategas de Jimmy Carter,
Patrick Cadell. La racionalizó luego el periodista Sidney Blumenthal. Pero su
utilización devino durante la presidencia de Bill Clinton, que la trasformó en
prioridad permanente.
Por
su parte, el presidente Barack Obama la acaba de profundizar al crear -pese a
que naturalmente no persigue una reelección, prohibida por la Constitución de
su país- el grupo privado denominado "Organizados para la Acción".
Con ese grupo que actúa formalmente desde "fuera" de su
administración, apuntalará ante la opinión pública las acciones de su gobierno
y de su partido, con el apoyo de muchos de aquellos donantes que ayer aportaron
los fondos utilizados en la campaña presidencial. No con fondos públicos, sin
embargo, y la diferencia no es menor.
Tony
Blair y Silvio Berlusconi, en sus respectivas gestiones, recurrieron a la
"campaña permanente". Sin descanso. Lo mismo hicieron Hugo Chávez,
desde 1998, y Rafael Correa, en los últimos años. Así como algunos de nuestros
gobernantes, a partir de Carlos Menem. Tanto es así, que Néstor Kirchner
afirmó, en julio de 2005, suelto de cuerpo: "Sí, estoy en campaña
permanente".
Las
"campañas permanentes" suponen -por definición- que los encuestadores
y expertos en comunicaciones estén operando constantemente junto con los
líderes políticos, de modo de modelar sin descanso sus actitudes, sus mensajes
y sus conductas, para que impacten positivamente en la opinión pública. Esto
es, para exagerar sus logros y ensalzar sus imágenes. Y lograr que sus
desaciertos no se adviertan o se disimulen. De alguna manera, parecería que
interesa más "cómo" se comunica la acción de gobierno que cuál es su
sustancia. La forma por encima del fondo.
Todo
parece así subordinarse a la búsqueda de popularidad, sin descanso ni límites,
como se hace evidente en las democracias frágiles y de valores relativos donde
se llega incluso al sacrificio de la verdad con la manipulación de cifras, de
circunstancias y hasta de la historia.
La
acción de gobierno se transforma en un persistente plebiscito. Por ello, las
técnicas de comunicación, las encuestas y el escrutinio constante de lo que
piensan los llamados focus groups se entrelazan profundamente con el andar de
los gobiernos, en inédita simbiosis. La escenografía y el espectáculo se
apoderan de las reuniones y de los eventos. El ruido ahoga al discurso. Y la
presencia de los gobernantes de turno se adueña monopólicamente de los
escenarios. En ese ambiente, el uso de las "cadenas nacionales" se
multiplica, en actitudes que hasta generan hastío.
En
algunas partes el tema es aún más complejo. Porque, como consecuencia de las
"campañas permanentes", se da un paso agresivo más. Las críticas a la
oposición devienen permanentes y despiadadas. La retórica se adueña de los
mensajes de manera agresiva y casi sin límites. Hasta el insulto se instala en
lo que debe ser un diálogo normal. Y la intimidación se transforma en
instrumento de la lucha política, degradando el clima de convivencia y
lastimando a la sociedad a la que se procura polarizar.
Lamentablemente,
todo esto se hace con los dineros públicos, a los que se tiene como una suerte
de combustible inagotable, lo que inclina el tablero a favor de quienes
circunstancialmente están en el poder. El ambiente de la política se puebla de
ataques y demonizaciones que procuran dividir, desprestigiar, denigrar y
difamar a todo aquel que pueda hacer sombra a quienes (insaciablemente
sedientos, como acaba de señalar el papa Francisco) buscan acumular poder y
mantenerlo el mayor tiempo posible.
Los
medios de comunicación independientes -esto es, aquellos que no se prestan a
acompañar los requerimientos y las exigencias de las "campañas
permanentes"- se transforman en enemigos intolerables, simplemente porque
no contribuyen al discurso que se impulsa desde el poder. Por ende, pronto son
blancos a destruir y silenciar. Por esta razón seguramente, la libertad de
expresión e información de pronto parece incomodar a tantos en nuestra región.
Y, por esto también, aparecen las acusaciones difusas contra las
"corporaciones" o los "poderes fácticos" que, en rigor de
verdad, son todos aquellos quienes -por las razones que fueren- no se someten
al poder de turno.
Por
todo esto las sociedades pierden la civilidad y se dividen y enfrentan.
Lastimadas por las confrontaciones continuas, resultan presas fáciles de las
convulsiones provocadas por un lenguaje de guerra. El disenso se califica de
"reaccionario" o "destituyente". La tolerancia y el respeto
recíproco no importan. Es más, molestan.
De
este modo, la calidad de la democracia se deteriora como resultado de los
intentos constantes de dominar a todas las instituciones desde el Poder
Ejecutivo, empeñado en la tarea de concentrar el poder en sus manos. Los
equilibrios y contrapesos -esenciales en las democracias- perturban a los
gobernantes; razón por la cual se procura eliminarlos o desnaturalizarlos de
mil distintas maneras. En las democracias frágiles, la técnica de la
"campaña permanente" puede, queda visto, tener efectos sociales y
políticos bien serios.
Ante
el fenómeno descripto, los límites a las reelecciones no son sólo importantes,
sino también esenciales. Y la alternancia en el poder, también; así como la
urgencia de establecer límites verificables al uso de los dineros públicos para
financiar las "campañas permanentes". Porque éstas, al dañar la
textura de las sociedades, imposibilitan el camino de la unidad e impiden la
generación de los consensos mínimos para una visión común del destino de las
sociedades. Lamentablemente, hasta la libertad misma puede de repente quedar
amenazada cuando las técnicas de las "campañas permanentes" tiñen
indeleblemente la acción cotidiana de los gobiernos.
Este
es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"
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