"El poder es una relación humana creada y puede ejercerse servicial y dominantemente”. (Anónimo)
En el primer caso, brilla además con
autoridad. En el segundo, no." (Juan Hernández Pico, SJ) Para lo primero
hay que despojarse de la gloria de creernos superiores porque en el segundo
caso no solo ensombrecemos al "otro" sino que evitamos la posibilidad
de ser y hacer paz. Del poder se escribe mucho, y se seguirá escribiendo
mientras se sigan imponiendo estructuras que condenen a la pobreza y al terror
¿Cuántas veces, mientras llueve, hemos pensado en las mujeres que viven sobre
el lodo en Monte Sinaí? Tal vez un par de veces e inmediatamente habremos
rezado agradeciendo lo que tenemos y medianamente salvamos nuestra conciencia.
¿Cuántas veces desde el poder se atropella y no hacemos nada? Y probablemente
solo exclamamos "qué barbaridad"
Terror y pobreza, son consecuencias de esos
determinados concubinatos de lo público y privado que debemos distinguirlos. Y
para lograrlo hay que conocer. Reflexionar sobre lo que viene desde lo público,
desde lo privado y desde nosotros. Preguntarse si todo aquello es compatible
con el derecho de tener un mundo mejor. El poder atrapa, unas veces sin darnos
cuenta, otras tan conscientemente que se nota en la mirada de quien se sumerge
en las delicias de sentirse poderoso. Sucede también cuando creemos que tenemos
la verdad.
La firmeza no es sinónimo de agresión. El
sometimiento y la descalificación siempre serán actos contra la ética. Porque
el tema de la verdad en lo político y religioso, como refieren algunos
politólogos, tal vez esté planteado al revés. En nombre de la verdad se ha
llegado a la intolerancia y a la crueldad. En tal sentido, se tiene temor que
cuando alguien dice que tal cosa es la verdad…nunca la poseemos; en el mejor de
los casos, ella nos posee a nosotros. ¿Vemos la verdad desde el amor y el
respeto a los demás?
¿Cómo se puede interpretar el rechazo que
mediante la protesta masiva en todo el país ha originado el oficialismo, por la
violencia y el uso indiscriminado de la fuerza contra su propio pueblo?.
Y toda
esa acción ilegal e injustificable propósito que tiene el gobierno de imponer
en el poder a Maduro y continuar con el financiamiento del régimen de los
Castro en Cuba, y al mismo tiempo empobrecer mucho más al país.
Ese libreto no
funciona para muchos venezolanos y principalmente para los militares que cada
día se ven más abocados en la encrucijada de verse en la obligación de reprimir
a quienes protestan, sabiendo que a ellos no les asiste la razón. Y si el
pueblo sigue en las calles, enardecido por los hechos devenidos luego del pasado
14 de abril, y se incrementan las sanciones y condenas por parte de la
comunidad internacional, la posibilidad de que se acreciente la crisis que
atraviesa el país en los actuales momentos, se elevaría cada vez más.
Lo más importante y primordial es la reacción
del pueblo, y esa parece indetenieble. Además, tal y como se vio en el Medio
Oriente, la represión desesperada ante las acciones populares masivas, solo
consiguen enardecer aún más el rechazo y la determinación del pueblo frente a
la opresión. Más allá de las apariencias, el chavismo sin Chávez no tiene
manera de consolidarse. Más temprano que tarde entrará en un franco declive y
será superado por las ansias de libertad y el deseo de vivir en democracia.
Populismo sin pueblo
La victoria de Maduro en las elecciones presidenciales plantea una
cuestión delicada para la institucionalidad y no es otra que la duda que
embarga a miles de venezolanos que desconfían de su triunfo, lo cual además
obligaría a repetir las elecciones de comprobarse la existencia de
irregularidades como las planteadas por Capriles, y erosionaría las bases del
partido de gobierno: PSUV, condenando a los chavistas a quedar divorciados del
populismo que tanto los ayudo para mantenerse en el poder.
Algunos observadores, refieren que los
populistas solo saben protestar, pero nunca gobernar, por cuanto el populismo,
a diferencia del liberalismo o del marxismo, no es un corpus coherente de ideas
políticas y sus minorías arrogantes en el poder desechan el sentido común del
pueblo, amén de que lo enfrenta con una clase corrupta, apoyados siempre
directa o indirectamente por el poder, a diferencia – por ejemplo – de los
populistas del Tea Party americano, que imaginan con frecuencia una alianza
contra natura de las minorías izquierdistas de las dos zonas costeras de EE.UU
y la subclase afroamericana, alianza que, en su opinión, encarna el presidente
Barack Obama.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
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