Capriles, esta vez lo hizo muy bien. Está
ejerciendo el rol natural que le corresponde: ser el líder político de esta
mitad de Venezuela que el régimen, obstinadamente, pretende continuar
desconociendo. De esta suprema responsabilidad no debe desprenderse. Si lo
hubiese entendido así en la oportunidad anterior, quizás otros gallos estarían
cantando en las madrugadas de este, hoy día, muy revuelto país.
¿Quién en verdad obtuvo la mayoría de los
votos? Me temo que es una interrogante que con el transcurrir de los días se
convertirá en misterio inescrutable. A eso juega el Gobierno. La información
filtrada desde el mismísimo núcleo de totalización indicaba una ligera ventaja
del 2% para Capriles, que se consolidaba en la medida que las transmisiones de
las mesas iban arribando. Pero al final, siempre faltan las provenientes de los
centros más remotos o la de los centros en los que hubo problemas en el
funcionamiento automatizado, precisamente en los que la mano peluda tiene mayor
libertad para accionar. Urnas desaparecen, unas por aquí, otras por allá, y así
ni el legendario Sherlock Holmes podría averiguarnos el verdadero resultado.
En definitiva, se cumplió lo que muchos
pronosticábamos: un cabeza a cabeza en la recta final que hacía muy difícil
predecir el ganador. Muchas veces he dicho y también se lo he escuchado decir a
otros: el día que los resultados sean muy reñidos, este gobierno, que ya nos ha
aportado suficientes muestras de lo poco democrático que es, va a hacer lo que
sea para no entregar. ¿Les extraña entonces lo que está ocurriendo? Había que
ganar por nocaut, como cuando nuestros boxeadores venezolanos iban a disputarle
el cetro mundial a los japoneses. Así que, dentro de lo impredecible, lo ocurrido
a posteriori me parece absolutamente previsible. Cada cual elegirá a su
ganador. En todo caso, para mí, el desconocimiento del mismo Maduro de lo que
todos le escuchamos decir: que se cuenten los votos, más el nerviosismo y la
premura con la que el CNE procedió a proclamarlo, me permite suponer, con
legítima razón, que el fraude sí se produjo. Otra cosa es que se pueda
demostrar.
¿Quiere esto decir que Capriles no está en lo
correcto al solicitar el reconteo de los votos? No, en lo absoluto. Lo que él pide
esta en total sintonía con lo que quieren sus seguidores. Los escenarios que se
pueden presentar en los días por venir son muy diversos. Dependerá mucho del
curso de acción elegido por el Gobierno para manejar esta crisis política.
Ahora bien, si se mantiene en ese estado de “unificada tozudez” que escenificó
en el acto de proclamación, implicará que ellos tendrán que cohabitar de ahora
en adelante con el sentir, por parte de la mitad del país, de legítimo
cuestionamiento a su legitimidad como gobierno. Esto les limitará, grandemente,
en sus posibilidades de manejar la crisis socio-económica que apenas tenemos en
ciernes. Que no se nos olvide, porque el país se haya mantenido ocupado en
política y más política, no quiere decir que el tic tac del reloj detonador de
la bomba atómica económica que nos amenaza se haya detenido.
De nuestro lado, los escenarios nos irán
diciendo sobre la necesidad de regular el optimismo con relación a la
consecución del objetivo político: el reconteo de los votos. Sin perder la
sintonía con lo que quiere esa mayoría que se siente defraudada, será necesario
hacer una reingeniería, sobre la marcha, de los objetivos de lucha. No hacerlo
sería algo así como autoatraparnos en un combate que puede conducirnos al
desgaste. La lucha hay que ampliarla con otros objetivos: ¡Reconteo de votos y
aumento salarial ya! ¿Por qué no? El desconocimiento del triunfo de Capriles
está impidiendo que una promesa suya no se esté concretando. Quizás, por ahora,
el enarbolar esta bandera no le corresponda hacerlo a nuestro líder, pero es
perfectamente válido que sus seguidores sí incorporemos a nuestra lucha el
reclamo de las justas reivindicaciones sociales y económicas que se nos vienen
difiriendo. Hay que conectar esa combatividad que está a flor de piel con
objetivos sentidos por los que están de este lado y los del otro también.
En definitiva, me remito a la segunda oración
con la que comencé este artículo. El 14 de abril este país cambió. La hegemonía
del “hago lo que me dé la gana y ustedes se la calan” se acabó. Mutatis
mutandi, el gran objetivo de lucha que debemos plantearnos, en un plazo que los
acontecimientos dictarán, debe ser el reconocimiento de esta mitad del país que
les adversa a los fines del establecimiento de las políticas de gobierno.
Tenemos el legítimo derecho a que nuestra opinión sea tomada en cuenta, a ser
realmente consultados, a que se busque el consenso y la concertación con
nosotros de cara al difícil reto de gobernar a Venezuela. Y esto es traducible
a decisiones concretas: diálogo real con el sector privado para reactivar la
economía, restablecimiento de la bilateralidad en la discusión de las
reivindicaciones de los trabajadores, designación de un CNE por consenso –como
se hacía en la tan criticada IV República–, institucionalidad en el manejo de
los recursos para los estados –con prescindencia de la identificación política
de sus gobernadores–, devolución de competencias a las regiones, liberación de
presos políticos, en fin, podría extenderse hasta el infinito esta mención a
ejemplos concretos que se enmarcarían dentro de la nueva realidad política que
debe surgir de este 14 de abril.
Tenemos el líder, las ganas inmensas de
luchar, la inteligencia y astucia necesaria para hacerle sentir al régimen que
sin el reconocimiento a esta otra mitad no tienen país para gobernar.
autonomiaspoliticas@gmail.com
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