El futuro nos reta. Toca a los venezolanos domeñarlo y hacerlo todo posible mediante una aceptación del desafío. Es allí cuando sabremos la verdad que tanto ha sido requerida en este tiempo transitorio.
Cuando termine el período de luto por la
muerte del presidente el país retomará el debate arduo, sobre todo por la
previsión de convocatoria a nuevas elecciones.
No se trata de incurrir en citas
constitucionales. El asunto no es para sesudos juristas ni espléndidos exégetas
de la Constitución. Funcionamos sobre los hechos que los órganos del poder
público convierten en Derecho o que los voceros del gobierno atribuyen a la
voluntad del presidente fallecido más que al cuerpo de normas jurídicas de la
república.
No podemos asegurar que las elecciones se
celebrarán en 30 días, aunque es obvio que la prontitud del efecto emocional
sobre los votos indique ese sentido. En cualquier caso elecciones habrá y está
claro que se enfrentarán Nicolás Maduro y Henrique Capriles, con previsibles resultados
a favor del primero.
Lo mediato es otra cosa. Implica la
sustitución de un liderazgo insustituible, el mantenimiento de una política de
asistencia social en difíciles condiciones económicas y una mediocridad
evidente en el discurso.
Chavismo sin Chávez habrá. Será protagonista
en la política nacional por mucho tiempo. Eso no implica una estabilidad en el
ejercicio del gobierno ni la imposibilidad en una evolución del PSUV hacia
formas más democráticas de comportamiento.
A mediano plazo volveremos a estar en la
disyuntiva marcada por el entendimiento o no de modificación de un lenguaje
amenazante y de pasos o no hacia la paz social. También en la aparición de
nuevas ofertas sustitutivas en detrimento del fetiche de la “unidad” y de
alternativas que convenzan a los venezolanos de la posibilidad de incidir de
manera mucho coherente en la inclusión social.
Entramos, entonces, en lo inmediato, en una
ratificación de la continuidad chavista en el poder cuya estabilidad en
funciones está por verse, lo que incluirá una evolución en el seno mismo de las
Fuerzas Armadas y de la paciencia popular. Lo que quiero precisar es que el
destino venezolano no está claro en lo inmediato y muchísimo menos en lo mediato.
En política se puede intuir, se puede llegar
a una visión del futuro y hasta prever las convulsiones del cuerpo social, pero
jamás se puede olvidar eso que se llama imprevisto.
Mucho más complejo es
determinar la evolución cultural de ese cuerpo social, uno que, especialmente
en su clase media, ha dado muestras de escasez. Las clases populares tienen al
respecto su propia versión, una de inclusión que jamás abandonará, la cual,
creemos, debe ser limpiada de populismo y llevada a los parámetros que lo
conceptual ya ha precisado con extrema claridad en sus modos y formas de
ejecución.
En consecuencia, el futuro mediato de la
república resulta una incógnita, una que sólo la evolución de los
acontecimientos nos irá señalando, unos sobre los cuales habrá de ejercerse una
acción concientizadora de alto vuelo y de extraordinaria eficacia.
Frente a las eventualidades del futuro cabe
recordar nuestras fallas y omisiones, más que de eso que podríamos llamar
“institucionalidad política”, del cuerpo social mismo. He recordado de manera
insistente que es el cuerpo social el que produce sus dirigentes y que en el
siglo XXI es cada vez más obvia la asunción colectiva de la responsabilidad y
del destino.
Seguramente la palabra apropiada es
“transición”, porque después de la desaparición de un líder fuerte y
carismático como Hugo Chávez, y su sustitución por un liderazgo colectivo y de
poder compartido, debe evolucionarse hacia nuevas formas. No obstante, los
herederos parecen encerrados en fotocopiar y en repetir, lo que a nuestro
entender es una equivocación que incidirá de manera más que negativa en cuanto
a la estabilidad política y la paz social.
Es menester una oferta de país, un mensaje de
construcción de una república posible, uno que exceda en materia de
organización y diseño al mero rescate de los planteamientos clásicos y básicos
de la democracia representativa y hable de un cuerpo social organizado sobre
las bases del conocimiento y de un ejercicio consciente de la ciudadanía. Es
hora de ir hacia la edificación de una democracia del siglo XXI.
El futuro nos reta. Toca a los venezolanos domeñarlo y hacerlo todo posible mediante una aceptación del desafío. Es allí cuando sabremos la verdad que tanto ha sido requerida en este tiempo transitorio.
@teodulolopezm
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