Lo que en vida fue la glorificación de un
reyezuelo, en la muerte será una santificación
Finalmente murió y su muerte, a pesar de
estar motivada por una enfermedad, será revestida de épica. Como si Chávez
hubiera muerto combatiendo a aquel demonio que mentó en la ONU, haciendo alarde
de su falta de sentido del ridículo. Como si hubiera caído en combate con el
enemigo imperialista, convertido en héroe del pueblo. La retórica del chavismo
llega a tal delirio que hasta el mismo cáncer fue enviado por los yanquis a
través de algún misil radiactivo.
Y lo que en vida fue la glorificación
mesiánica de un pequeño reyezuelo, en su muerte se convertirá en una
santificación. Él mismo se había otorgado la herencia del martirio de Jesús, y
de ahí a ser santo hay un pasito. Ha muerto el Napoleón de Venezuela, usurpador
del buen nombre de Bolívar, a pesar de no llegarle ni a la suela de la memoria.
Y por más que su herencia deja un país empobrecido, corrompido, con un Estado
de derecho al borde del derribo y aliado de los peores países de la humanidad,
a pesar de ello todo lo armarán para vender la imagen de un líder glorioso. Fue
un patán, pero lo venderán como un Alejandro Magno.
¿Qué ha sido el chavismo, más allá de la
retórica grandilocuente del eje bolivariano y sus amigos de la izquierda más
jurásica, más recalcitrante y más reaccionaria?
De entrada, la recuperación de un discurso
populista fascistoide que recuerda las peores ideas de la extrema izquierda
latinoamericana de los sesenta, esa que comportó grupos terroristas tan
simpáticos como las FARC. Como si volviera a los tiempos en que el fascismo de
derechas y el de izquierdas se medían la locura y la maldad en la piel de
Sudamérica.
Chávez ha blanqueado ideas reaccionarias
vendiéndolas como libertadoras. Además ha significado la canalización de
recursos para crear un eje mal llamado "bolivariano" (¡pobre Bolívar,
ese gran intelectual convertido en bandera de esa parodia!), al que
desgraciadamente se apunta de cabeza la Argentina de Kirchner, y que tiene como
gran aliado al otro lado del Atlántico a una dictadura teocrática, cuyo
fascismo islamista reprime, encarcela y mata. Chávez puso la pista de
aterrizaje al Irán de los ayatolás, y el resultado es el delirio.
Aunque, si lo pensamos bien, tampoco es tan
extraño que la extrema izquierda más totalitaria y el islamismo más extremista
se den la mano: ambos odian los valores occidentales. Y gracias a ese puente
aéreo Teherán-Caracas, Irán ha campado a sus anchas por todo el continente.
Ha conseguido, incluso, que Kirchner vendiera
la memoria de las víctimas de la AMIA a su propio verdugo. Y es así como un
pequeño dictador que usó la democracia para destruirla se convierte en héroe de
las izquierdas antisistema del mundo.
Lo cual nos recuerda lo que siempre supimos: que si bien hay una derecha fascista, también hay, al otro lado de la cuerda, una izquierda fascista. Usar el nombre de la libertad no significa servirla.
Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona
@RaholaOficial.
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