En algunas familias tradicionales y centradas
en la figura de un padre intransigente o una madre disponedora, la pérdida de
cualquiera de ellos es un descalabro para el resto del grupo familiar que de la
noche a la mañana se quedan sin la figura que, para bien o para mal, se encargaba
de tomar las decisiones. Muy
posiblemente, frente a la ausencia del jefe de familia, se produzca una
desbandada pues ya no hay quien contenga a sus miembros.
De historias como la anterior, la sociedad
venezolana está llena. Baste recordar aquellas familias donde el padre
afirmaba, con un caudaloso torrente de voz, que "en esta casa el único
gallo que canta soy yo" y, en efecto, así ocurría. Episodios como el
descrito tienen impactos que no solo se restringen al ámbito familiar. No hay
que olvidar que los miembros de familias como ésta, nunca aprendieron a vivir en medio de la
libertad y el diálogo.
Cuando hablamos de todo un país, la cosa es
algo más complicada. Calificar a un gentilicio como una familia es muy loable
siempre y cuando esa gran familia no se parezca a la que hemos descrito
anteriormente. Si el que dirige a un país no logra entender que los hermanos
tienen diferencias y que las mismas no se resuelven profundizándolas, sino
creando condiciones para que aprendan a resolverlas, esa gran familia será una
familia enferma.
En el caso venezolano, quien gobierna piensa
que la enfermedad social es de algunos de sus miembros y la terapia aplicada es
la exclusión de los enfermos. Ese grupo ha sido llamado de diferentes maneras
siendo las más emblemáticas "escuálido" y "majunche". Modernamente lo llaman
"muchachos con apellido", me imagino que es una innovación de quien
quiere asumir un estilo propio en la conducción del país.
La ausencia inesperada, que no sobrevenida,
del líder de un proceso tan particular
como la revolución bolivariana, ha creado una crisis social que busca cauces
para su comprensión y manejo. Algo que puede resultar difícil de entender se
resuelve muy fácilmente: ¡estamos frente a una crisis de poder!
A quienes les corresponde asumir el poder,
pues nunca podrán llenar el vacío, se les presenta un terrible inconveniente,
no pueden cuestionar la legitimidad del anterior liderazgo pues ellos se
formaron allí y son corresponsables de sus resultados.
La crisis del PSUV, no es la crisis del país. Es la crisis de poder que se da al interior del movimiento revolucionario que, en estricto sentido, no debiera afectar a los problemas cotidianos del país. En otras palabras, el padre acostumbró a sus hijos a no tomar decisiones, a decirles dónde eran más útiles al proceso revolucionario sin importar si tal designación era inútil para el país. Los acostumbró a mantener en sus bolsillos una libretica para anotar instrucciones dadas en sitios y momentos insólitos y por razones incomprensibles. Esa gran familia no era autónoma, era, y sigue siendo, una familia enferma.
Antes de desaparecer, el padre designó a uno
de los hermanos jefe de la familia. Este hermano, al igual que los demás, nunca
aprendió a decidir y sus restantes hermanos, que tampoco aprendieron, se
preguntan y por qué él y no yo. La respuesta es muy sencilla, porque nunca se
hubiesen puesto de acuerdo en tal designación.
Asumir el gobierno de un país supone entender
que el mismo tiene fundamentalmente la finalidad de trabajar por la integración
social. Para entender esto y actuar en consecuencia, hace falta mucha madurez.
Mayora.j@gmail.com
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