Será difícil que Venezuela vuelva a padecer
un tóxico ambiente de manipulación tan apabullante y desolador, como el
desatado desde la última aparición pública de Chávez.
El país, comenzando por
sus seguidores, estuvo tres meses sin
verlo u oírlo.
Nicolás Maduro, sus cómplices más inmediatos, y el régimen
cubano, secuestraron a Hugo Chávez. Nadie que no fuera de la más absoluta confianza
de ellos pudo tener contacto con él. Cuando los estudiantes presionaron
exigiendo información cierta sobre su estado, publicaron una foto que lo
mostraba leyendo Granma, pretendiendo –en tiempos de photoshop- convertirla en
fe de vida.
Ha sido ese secretismo infame, distintivo de regímenes fascistas y
comunistas, el que ha dado pábulo a las dudas y preguntas que se hacen los
venezolanos sobre los hechos que han rodeado la muerte de Chávez, y las
trapacerías cometidas en su nombre. Desde el mismo día 5 de marzo, fue evidente
el empeño torvo, escabroso, de utilizar el cadáver de Chávez como escalera para
trepar al poder.
Cierto nerviosismo deben sentir Maduro y su combo al recordar
que los sectores populares, los trabajadores del campo y la ciudad, siempre
repetían que sus problemas no se solucionaban pues quienes rodeaban al
comandante eran unos incapaces. Y son precisamente esos incapaces los que
estrujando el cadáver del difunto, multiplicando las mentiras, exacerbando la
cursilería y extremando el ridículo, aspiran seguir atornillados al poder.
Al
pueblo chavista se le mintió. Se le aseguró que Chávez regresaría a gobernar,
se le hablo de charlas con el de cinco horas, y de repente, cuadradas ya las
trapisondas para la usurpación, se informa su gravedad y muerte.
En estos tres
meses Maduro devaluó la moneda en 46%, es decir que con un billete de 100 Bsf,
solo compra 54 Bsf, se agudizó la escasez, y le endosan la responsabilidad al
fallecido presidente. Pero cuando Nicolás inscribe su candidatura ante el cne,
entrega el programa de gobierno de Chávez, y allí no está señalada ninguna
devaluación. Todo es una mezcla de farsa y cinismo. Anuncia Maduro el embalsamamiento –práctica
común de los tiranos- y ahora dice que no. ¿Era entonces mentira, o una irresponsabilidad?
El atropello propagandístico copa todos los espacios y da paso a cuanto
disparate se les ocurra, desde haber
convertido a Cristo y a Bolívar en un par de bolsas al lado de Chávez, hasta inventar un atentado a Capriles por parte de
quienes ellos mismos señalan como sus aliados.
La campaña de Maduro es el cadáver de Chávez,
con el aspira pulsar todas las fibras de la irracionalidad, imponer un clima
nacional de embotamiento que impida al ciudadano razonar, y sobre todo que le
impida ver con claridad que sus inmensas
limitaciones pueden llevar a Venezuela a
un grave colapso.
Es todo este asunto sórdido lo que constituye un verdadero
irrespeto a los venezolanos, a Chávez y a su familia. Quizá sea una señal de
que la providencia le ha dado al país una nueva oportunidad para acompañar a
Capriles en su propuesta de cambiar y avanzar en democracia.
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