viernes, 1 de marzo de 2013

ALBERTO MANSUETI, ¿QUÉ ES SER LIBERAL?

El Centro de Liberalismo Clásico (CdeLC) es una institución laica y no religiosa, no confesional, no sectaria ni excluyente.
Nuestros principios liberales son tres, que compartimos todos los liberales católicos, protestantes y evangélicos, y personas de otros credos y religiones, y también de ninguno: Gobiernos limitados; mercados libres; y propiedad privada

Y entre todos los de este Equipo, hemos traducido esos tres Principios en una propuesta de Cinco Reformas concretas y específicas, que se explican a continuación. Pensamos que son cinco propuestas aceptables para todos los liberales, de cualquier religión o ninguna.
Definir o describir de este modo el Liberalismo Clásico es lo más práctico, y es la única manera de abordar la acción política frente a la opinión pública.
I
Cada liberal tiene su respuesta a la pregunta “¿qué es ser liberal?”; y cada antiliberal tiene la suya también. Para algunos, ser liberal es ser “tolerante”; para otros es identificarse con la defensa del libre mercado, o las libertades individuales, o los derechos de propiedad privada, o la propuesta de “achicar el Estado”, o decretar su abolición. O con los “milagros” europeos de Posguerra, o las experiencias de los “dragones asiáticos” de los ‘70 y ‘80, o de los gobiernos Thatcher y Reagan (o Pinochet), o las ideas de la Revolución de 1776 en EEUU, o de tal o cual filósofo, economista, novelista, etc. de su preferencia.
Para otros, ser liberal es asumir “el ideario de la libertad”, o el “principio de no agresión”, o también de “respeto al prójimo” … etc etc. El tema es inagotable.
Por supuesto, la definición de cada quien se relaciona con su posición en materia filosófica o religiosa; y en particular respecto del Cristianismo. Según el economista austro-cristiano Jorg-Güido Hulsmann, hay cuatro formas de ver este punto, en general y particularmente entre los liberales: 1) Unos ven la religión y la libertad como antagónicas, siendo toda religión enemiga mortal de la libertad individual, peor que el Estado. 2) Para otros, libertad y teología nada tienen que ver: pertenecen a las esferas separadas de la política y la religión, entre las que no hay punto de contacto conceptual o histórico. 3) Para otros, religión y libertad son complementarias y se necesitan, porque la religión sólo florece en un clima de libertad, y porque la religión cristiana proporciona el clima moral que permite y facilita prescindir de gobierno o al menos reducirlo al mínimo. 4) Por fin, algunos piensan que la religión, y en particular el cristianismo, es factor fundamental para la libertad del hombre, entendido a nivel conceptual como creatura de Dios y no del Gobierno; y así la historia de Occidente lo confirma.
Las dos últimas posturas asumimos en el CdeLC, como primer paso para la reconciliación entre el Cristianismo y la que fue su doctrina política, la del Gobierno Limitado. Cualquiera sea la creencia de cada quien en Dios, o en la inspiración de la Biblia, el hecho es que esta es la doctrina de gobierno que enseña la Escritura, tal cual como fue la interpretación más o menos generalizada en el cristianismo occidental hasta el s. XIX.
Esta doctrina se llama “liberalismo” desde 1812, cuando entre el cristianismo y ella se dio un funesto divorcio, causado por leer los cristianos sus Biblias con anteojeras estatistas y socialistas. Y hasta hoy han seguido caminos separados: el Cristianismo abrazando el estatismo y el Socialismo, al calor del Romanticismo; y la doctrina del Gobierno Limitado, en el marco de corrientes humanistas no afines al Cristianismo. Los resultados del divorcio han sido funestos para ambas partes, y para todos: el Socialismo se impuso en todo el mundo y en todos los frentes, ante una muy debilitada y fragmentada resistencia liberal.
No obstante lo anterior, los principios liberales del CdeLC son tres, que compartimos católicos, protestantes y evangélicos, e incluso personas de otros credos y religiones, y también de ninguno: Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; y los hemos traducido en una propuesta de cinco reformas concretas y específicas, aceptables para todos los liberales, en vistas a la acción política y en la opinión pública.
II
Pero estos tres principios se basan en otro más general que le sirve de fundamento: la separación entre lo público y lo privado. Lo público se refiere al uso de la fuerza pública, a cargo del Estado, “el monopolio legal de la fuerza” según la conocida definición de Max Weber. En el muy citado cap. 13 de su Carta a los cristianos de Roma, el Apóstol Pablo les exhorta a obedecer a las autoridades públicas. Pero lo que tiene en mente no es un Welfare State sino un Gobierno “limitado” al uso de la fuerza, para cumplir sus funciones y para colectar los impuestos que han de cubrir sus gastos. El poder público “no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo […] pues por esto pagáis los tributos.” (Rom. 13:4-6) Y en su Primera Carta a Timoteo le pide orar “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (I Tim. 2:2).
Las autoridades llevan espada porque se encargan de los ladrones, asaltantes, invasores, violadores, secuestradores y demás malhechores y transgresores que no entienden otro lenguaje que el de la violencia. Gracias a las autoridades que cumplen ese papel, dice Pablo, podemos vivir “quieta y reposadamente” (en paz y seguridad, apartados de la violencia) nuestra vida privada “en toda piedad y honestidad” (conforme a nuestros valores.)
Por eso en el sector público se requiere la violencia. Pero no se requiere fuerza física o coacción alguna para practicar la agricultura, la minería, el comercio, la industria, la banca, la educación, la medicina o las obras de caridad con los menesterosos. Por eso en el sector privado no es necesaria la violencia.
Y por eso el estatismo no funciona: porque en todo sector estatal hay rasgos esenciales que son funcionales al uso de la violencia y a la coacción. Estos son en extremo útiles en la burocracia, el ejército, la policía y los tribunales, la diplomacia o la colección de impuestos. Entre otros rasgos funcionales conviene mencionar: el orden jerárquico en lugar del orden consensual (acuerdos) o el orden democrático (mayoría de votos); la uniformidad en vez de la variedad, la diversidad o el pluralismo; la formalidad y aún solemnidad en lugar de la informalidad; y la disciplina vertical como en los Ministerios, en lugar de la disciplina horizontal como en los mercados. Pero estas características, connaturales al Estado, no sirven para nada y en cambio mucho estorban en otras actividades que no requieren el uso de la coacción o la fuerza física.
III
Ser liberal es entonces es proponer las cinco soluciones liberales a los cinco problemas señalados como más graves por la gente en las encuestas, relacionados respectivamente con los gobiernos, la economía, la educación, la atención médica, y las jubilaciones y pensiones.
Cualquiera sea su religión, filosofía, simpatías literarias o color partidista, un liberal es entonces quien se identifica con estas cinco reformas:
1. Reforma Política. Poner al Estado en su lugar, a cargo de las funciones de seguridad y defensa, administración de justicia, y obras de infraestructura; y en consecuencia limitar sus poderes y su presupuesto a las atribuciones y recursos estrictamente necesarios al cumplimiento de tales funciones. En otras palabras, poner en sus funciones públicas a los agentes estatales: militares y policías (y diplomáticos); jueces y oficiales de justicia; contratantes de la construcción de puentes, caminos, diques y embalses, etc.; y colectores de los pocos tributos o contribuciones “impuestas” indispensables para estos fines, impuestos directos y no indirectos, bajos y planos, e iguales para todos.
Esto implica poner a los militares y policías a combatir la inseguridad, la violencia, el terrorismo y el crimen, como primera prioridad en la agenda estatal; y a los diplomáticos y cónsules a atender a los nacionales en el exterior antes que a los políticos locales. Y poner jueces y tribunales a cargo de la intervención del Estado en la economía, la banca, la educación y todas las esferas de la vida social y cultural; pero sólo si ocurre una violación cierta y comprobable de los derechos a la vida, propiedad y libertades, definida y tipificada en los códigos ordinarios o comunes del Derecho civil, mercantil o penal. A estos fines, y a la realización y mantenimiento obras públicas de infraestructura que incrementen la productividad y rendimiento de las actividades privadas, ha de limitarse la política pública.
Del campo privado son las relaciones sexuales, matrimoniales, familiares, laborales, comerciales, educativas, cívicas, culturales, artísticas, religiosas, médicas, informativas y de entretenimiento, científicas y técnicas, previsionales y de beneficencia, etc., y tienen que desenvolverse conforme la voluntad de los participantes e involucrados expresada en contratos; no de reglamentos dictados por el Congreso bajo forma de leyes especiales, ni por el Ejecutivo bajo forma de decretos, ni por la ONU, la OEA u otras organizaciones interestatales bajo forma de “convenios internacionales”.
Esto implica quitar al Congreso de la reglamentación de las actividades privadas por naturaleza, y ponerle en su lugar: a vigilar que no salga el Ejecutivo de sus límites, sobre todo mediante el control de su Presupuesto Fiscal, alimentado sólo de los impuestos y no de empréstitos. Implica además poner a los partidos políticos en su lugar: como entes privados, sin relación de dependencia alguna con el Estado, a fin de que puedan ser instrumentos en manos de la ciudadanía.
No habrá monopolios o privilegios legales. Implica que no habrá p. ej. “curso legal”, y las monedas circularán libremente, cada quien escogiendo la de su preferencia. Implica poner a los bancos en su lugar, eliminando el privilegio de “encaje legal” que exige la reserva de sólo una fracción de los depósitos. Por consiguiente no habrá multiplicación artificial del dinero, ni del crédito o los medios de pago. Pero este tema toca la siguiente reforma.
2. Reforma Económica. Poner a cargo de las actividades económicas a los agentes económicos, que no son los políticos, funcionarios y burócratas, sino los trabajadores, los empresarios y gerentes, y los capitalistas: ahorristas e inversionistas.
En otras palabras: poner a los agentes económicos privados a cargo y al mando en la agricultura y la minería, la industria y los servicios, el transporte, la banca y las finanzas, seguros, etc. A este fin han de ser privatizadas y desreglamentadas estos quehaceres, para que sus actores sean sensibles a las necesidades, preferencias y exigencias de los consumidores, del lado de la demanda, y de los productores, del lado de la oferta, y así contribuyan a crear y distribuir la riqueza por sus canales naturales: los mercados.
3. Reforma de la Educación. Poner la educación en manos de los educadores y no del Estado, para que los educandos de todas las especialidades y niveles, y los padres en la enseñanza elemental, puedan escoger con entera libertad el centro docente de su preferencia, con el tipo de educación, y el contenido, los planes, los programas y el sistema o método de su preferencia, del lado de la demanda de educación. Y para que los maestros, profesores, docentes y capacitadores puedan competir en calidad, variedad y precio, del lado de la oferta educativa. En otras palabras: privatizar y desreglamentar la educación.
¿Y los pobres? En el camino de la transición al capitalismo maduro y a la riqueza, los educandos pobres han de ser asistidos por el Estado con vouchers o cupones, para pagar por sus matrículas y gastos en las agencias y centros docentes de su elección, los cuales serán reembolsables en dinero por el Estado, a todos aquellos institutos que los usuarios hayan escogido para su educación.
4. Reforma de la Atención Médica. De modo análogo al caso de la educación, se trata de poner la medicina en manos de los médicos y doctores, no del Estado, para que los enfermos, discapacitados y accidentados puedan escoger libremente el centro médico, hospital o clínica de su preferencia, con la atención de su elección, del lado de la demanda de servicios médicos. Y para que los médicos, enfermeras, bioanalistas, odontólogos y gentes de la profesión médica en general puedan competir, tanto en calidad y variedad como en precio, del lado de la oferta de medicina. En otras palabras: privatizar y desreglamentar la medicina.
En transición, y análogamente a la educación, en este caso los enfermos, discapacitados y accidentados pobres han de ser asistidos por el Estado con cupones, para pagar por sus gastos en los centros médicos de su elección, los cuales serán reembolsables por el Estado, a los institutos de salud que los usuarios pobres hayan escogido para sus tratamientos.
5. Reforma de las Jubilaciones y Pensiones. En base al mismo esquema de la educación y la salud, es poner las Cajas de Jubilaciones y las Pólizas en manos de los administradores de fondos y no del Estado, para que jubilados y pensionados puedan escoger con entera libertad la Caja o Fondo Previsional de su preferencia, con el tipo de Plan, Póliza o contrato de su elección, del lado de la demanda. Y del lado de la oferta, para que las compañías administradoras puedan competir, en calidad, variedad y precios. En otras palabras: privatizar y desreglamentar los sistemas de jubilaciones y pensiones.
En la transición, los trabajadores, retirados y pensionados pobres, también han de ser asistidos por el Estado, con cupones, para pagar por las Pólizas planes de su elección, en las Cajas o Fondos Previsionales de su elección, reembolsables por el Estado a aquellos institutos que los usuarios hayan escogido para su servicio.
IV
¿Te parecen “raras” estas propuestas? No hay alusiones directas a los detalles de la problemática del desempleo, la pobreza, la mujer trabajadora, los niños abandonados o desnutridos, los ancianos enfermos, el maltrato familiar, la inmigración, el racismo, la polución ambiental etc., y por eso las reformas liberales no parecen dirigidas a tratar con ellos.
Pero es que esos problemas, muy graves todos, son nada más eslabones en la cadena de consecuencias y repercusiones del estatismo, que se ha hecho muy larga, incluyendo sus efectos más indirectas y remotos, como son todos. La gente se enfoca y se enfrasca en discutir detalles y pormenores de los eslabones de la cadena, olvidando la causa y el mal de fondo: el estatismo; lo cual es muy bueno para el estatismo! Los árboles no permiten ver el bosque; y es por ello que las crisis provocadas por el estatismo pretenden resolverse con “soluciones” estatistas, que no las solucionan sino que las agravan y multiplican.
¿Te parecen “simplistas” estas propuestas? Son simples quizá; mas no “simplistas”. Bien miradas, las soluciones liberales no son sino de puro sentido común. Aplican en la práctica cuatro refranes populares de gran sabiduría:
1) “Quien mucho abarca poco aprieta” es lo que ocurre con el Estado bajo el estatismo. ¿Cómo un solo instituto social, el Gobierno, puede brindarnos seguridad y defensa, justicia y obras públicas, si además aspira a cubrir también todas nuestras necesidades en materia de alimentos, vivienda y otros relacionados con economía y finanzas, educación y cultura, orientación y guía moral para la familia, atención médica, cuidados en la vejez, etc. “de la cuna a la tumba” como declaraba el principio socialista democrático que dio origen al Estado multipropósito mal llamado “de Bienestar”?
2) “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Las “soluciones” estatistas siempre buscan planes perfectos para que aplique el Estado; las liberales posiblemente no son perfectas pero son buenas; y para aplicar entre todos, el Gobierno (limitado) y los privados, respondiendo al principio “Cada quien a lo suyo”.
3) “Zapatero a tus zapatos”, es otra formulación de “Cada quien a lo suyo”, y significa que cada institución de la sociedad, las estatales y las privadas, tiene sus fines propios, y para ellos resultan idóneas, siendo absolutamente ineptas para cumplir otros fines o funciones distintas.
4) “Mucho ayuda quien no estorba” alude a las instituciones privadas: familias, escuelas, Iglesias, clínicas, cajas previsionales etc. El Estado no puede reemplazarlas; pero en sus desesperados intentos por sustituirlas, les impide o estorba y dificulta (o encarece) en el camino al logro de sus fines propios, para los cuales están muy bien dotadas por su constitución y estructura.
Para terminar, la eterna preguntita: “¿En qué país se practica un sistema así, o al menos parecido?” Respuesta: de momento en China, desde los ‘80, siguiendo el modelo de Hong Kong, pero no en todo el país, sino en las Zonas Económicas Especiales y en las Regiones Autónomas.
¿No estás de acuerdo? Entonces no eres liberal; pero igual te queremos. ¿Estás de acuerdo? Entonces eres liberal y te queremos mucho más. ¡Bienvenido al Club!
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